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Alarmante situación en agro mercados habaneros

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El desabastecimiento en los agros mercados de la capital cubana no deja lugar a dudas. En los últimos años, bajo el gobierno de Raúl Castro, se ha visto cómo las medidas dictadas desde la cúpula del poder no han sido suficientes para dar un vuelco a la situación que vive la economía desde hace décadas. La falta de ofertas es crónica.

La comida, que ya parecía escasa, ha estado disminuyendo su presencia en las tarimas y su precio ha aumentado sensiblemente, desmintiendo cualquier afirmación en los medios nacionales de prensa sobre una supuesta desaceleración en los precios. Sólo la libra de cebolla, por citar un ejemplo, en algunos lugares  ha superado los 40 pesos en las últimas semanas.

Si bien los salarios han aumentado, la diferencia es ridícula comparada con el alza de los precios. El costo de la vida ha subido ostensiblemente. Y ni siquiera teniendo dinero es posible conseguirlo todo o resolver lo que se necesita. Muchos puestos de venta cierran temprano y algunos ni siquiera abren. Basta con andar un poco por la ciudad, en barrios céntricos de Nuevo Vedado o El Cerro, para confirmarlo. Si esta es la situación en La Habana, ¿qué no se verá en el interior del país?

Los comerciantes ambulantes de frutas y vegetales –también llamados carretilleros– ofertan todos lo mismo y al mismo precio. No es posible consumir productos que estén fuera de temporada. En cambio, las tiendas en divisa ofertan alimentos congelados que se pueden producir inclusive en Cuba, pero pocos pueden permitirse esos gastos.

Por su parte, las autoridades se niegan a liberar la economía. En su afán por controlarlo todo, logran todo lo contrario a la intención que ponen en sus discursos: dicen que se necesita producir, pero frenan la libertad económica y ponen aranceles que desestimulan la cadena productiva y de transporte de mercancías. Entre el surco y la mesa, la distancia es enorme.

La corrupción también es un problema. En los controles que les hacen comúnmente a los transportistas se refieren casos de chantaje y otros tipos de coacción. Todos estos factores bombardean cualquier intención de producir.

Pareciera que los dirigentes del Partido Único, quienes dictan las políticas que dan lugar a la miseria, conocen el punto en que la gente no tiene qué comer y sin embargo no muere de hambre. Pero esa línea que divide el malestar y la rebelión es muy difícil de distinguir, y las consecuencias de tal desconocimiento pueden ser nefastas. Nadie se atreve a asegurar a dónde llevaría una crisis alimentaria en Cuba, pero no se espera nada bueno de eso. Ciertamente, la situación del desabastecimiento es como para activar las alarmas.

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