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Dos hermanos | José Iturriaga

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Eran hermanos, de padre y madre, casi gemelos, sus mapas genéticos eran casi idénticos. Ambos nacieron en Maternidad Obrera con solo un año de diferencia. Fueron amamantados por los pechos de su madre, una mujer que quedo viuda muy joven, cuando su hijo mayor tenía solo 3 años. Asistieron a la misma escuela. Sus vidas parecían coincidir. Muchos aseguraban que Luisito y Manolito, serian siempre inseparables, de esos hermanos que nada ni nadie puede separar, solo la muerte.

Fueron niños pobres, en uno de esos barrios habaneros donde todas las casas y las familias se parecen; la pobreza, a veces, elimina diferencias. Su madre, con mucho sacrificio, logro terminar los estudios de técnico medio, eso le garantizo un aumento de sueldo, no mucho, pero cuando se tiene muy poco, todo es relativo; lo poco puede ser mucho y se agradece.

Su madre fue madre y padre para ellos, nunca volvió a casarse. El recuerdo de su primer esposo y su dedicación por sus dos hijos, no le dejaban tiempo para romances. Era una mujer hermosa, se arreglaba, pero solo por sus hijos, para agradarles. Hizo oídos sordos a piropos y propuestas, su mundo eran sus dos hijos, esos niños que ella se empeñaba en vestir iguales, como si fueran gemelos.

Como en todas las historias, paso el tiempo. Luisito y Manolito crecieron, los años, los sueños y aspiraciones los fueron separando poco a poco, haciéndolos diferentes. Luis, siempre fue muy estudioso, se gradúo de ingeniero mecánico. Era un tipo sencillo, soñaba con una buena mujer que le diera hijos y amor, mucho amor. Una mujer que cuando su madre estuviera viejita y no pudiera valerse, lo ayudara a cuidarla, con parte de ese amor que los uniría. Luis, quería una mujer que se pareciera a su madre, linda, buena, decente y sencilla. Era feliz con su trabajo, no le importaba pasar el día con las ropas sucias arreglando cualquier maquinaria. Si algo se rompía, era el primero en tratar de arreglarlo, su trabajo era su pasión.

Manuel, dejos los estudios universitarios en el primer año. Un amigo le propuso irse a trabajar en turismo. Si era hábil, podría hacer dinero y disfrutar de un Standard de vida elevado. Quería ser un tipo importante, tener mucho dinero. Se imaginaba viviendo en una buena casa y teniendo dos o tres amantes, era un tipo mujeriego, tal vez demasiado. Cuando llevaba un año en el nuevo trabajo, se compró un apartamento en una zona más céntrica de La Habana, se mudó solo.

Luis y Manuel, apenas se veían, solo algún que otro domingo cuando almorzaban en casa junto a su madre. Un día, mientras servía el potaje, su mama les dijo:
– Después de almuerzo, tenemos que hablar, es algo serio que puede cambiar nuestra vida para siempre.

Termino el almuerzo, mientras saboreaban el café, su mama se sentó frente a ellos y les dijo.
– ¿Recuerdan a su tío Francisco, el hermano mayor de su papá? Hace años vive en Miami, le ha ido bien, me llamo hace unos días. Si ustedes aceptan, nos manda a buscar a los 3. Nunca pensé en irme, pero por ustedes lo haría. La fábrica de Luisito está a punto de cerrar y tu Manuel, hace dos meses que te despidieron del trabajo y estás pendiente de un juicio por el faltante que encontraron en el almacén del hotel. No quiero una respuesta ahora, piénsenlo bien y después me dicen.
– No tengo nada que pensar mamá, ¡nos vamos! Es tremenda oportunidad y no podemos dejarla escapar. Dijo Manuel entusiasmado con la idea.
– Tengo que pensarlo mamá, las cosas andan mal en el país y nunca he sido come-candela, pero eso de irme y vivir en un país extraño, hay que pensarlo muy bien.
– No hay apuro mi hijo dijo su mamá, mirándolo a los ojos. Solo recuerden, nos vamos los tres juntos o nos quedamos los tres, ese fue el acuerdo con Francisco.

Pasaron los días, los dos hermanos volvieron a reunirse en el almuerzo del domingo. Al terminar, el primero en hablar fue Luis.
– Ustedes saben que esta idea de irme no me convence mucho. Preferiría quedarme, si la fábrica cierra, buscar otro trabajo, esto no me gusta mucho, pero es mi país y confío en que un día las cosas mejoren. También sé que tu mamá, no soportarías si meten preso a Manuel y quiero evitarte ese disgusto, verte sufrir me destrozaría, ¡nos vamos! Llama al tío Pancho y arregla todo.

Una noche una lancha rápida los recogió en el sitio exacto donde les indico el tío. El viaje fue rápido. Después de los trámites de rigor, el tío Francisco los recogió. Se saludaron entre abrazos y besos. Subieron al auto del tío.
– Estarán en la casa de huéspedes por un tiempo, hasta que puedan independizarse. Mientras tanto, no tienen que preocuparse por nada, yo me ocuparé de todo.

Al día siguiente el tío, los llevo a comprarse algunas ropas. Luis, eligió para él ropas sencillas, solo lo necesario, ayudo a su madre a elegir sus ropas y zapatos, quería verla hermosa. Manuel, solo se fijó en las ropas de marca, hasta le pidió al tío unos zapatos Ferragamos.

A los pocos días Luis hablo con su tío.
– Quiero empezar a trabajar pronto tío, soy ingeniero mecánico, podría trabajar en cualquier factoría. Ayúdame en eso, quiero rentar un apartamentico y llevarme a mamá conmigo, ya has hecho bastante por nosotros.
– Para mí, es un gusto tenerlo aquí, pero sé que es solo temporal, mañana salimos a ver a un amigo mío que tiene dos o tres factorías, en alguna hará falta un buen mecánico.

Luis, empezó a trabajar. Enseguida se ganó la confianza del dueño que término dándole cada día más responsabilidades. Al mes, le subió el sueldo, no era mucho, pero para un recién llegado era bastante.

A los dos meses, Luis converso con su madre y su hermano.
– Tengo un dinero ahorrado y ya vi un apartamento para rentar. Podemos mudarnos los tres juntos, si tú quieres irte con nosotros Manolo.
– No, no he pensado en irme por ahora y cuando lo haga, me mudare solo. Cuando tenga un dinero reunido comprare un buen apartamento en una buena zona, múdense ustedes, yo me quedo.

Su madre miro muy seria a Manuel, sus ojos estaban húmedos cuando le dijo.
– Como has cambiado hijo, a veces ni te reconozco. Quédate aquí, yo me voy con Luisito, ya Francisco ha hecho bastante por nosotros y no quiero abusar. Cuando quieras nos mudamos Luisi. Dijo con lágrimas en los ojos.

El nuevo apartamento era sencillo, pero cómodo. Tenía dos cuartos y un pequeño balcón. El tío Francisco, les regalo unos muebles y los ayudo en la mudada. La primera noche Luis y su mamá durmieron juntos. Amanecieron abrazados, ella se levantó, hizo café y se lo llevo a la cama.
– Ahora si empezaremos una nueva vida mi hijo. Sé que poco a poco iremos mejorando. Sabes anoche durmiendo contigo, recordé cuando eran niños y se metían en mi cama cuando tenían pesadillas. Solo faltaba tu hermano, pero decidió coger otro rumbo, le pido a Dios que lo guíe y lo mantenga por el buen camino.
Se abrazaron, Luis termino sentándola en sus piernas y besándola.

A Luis, cada vez le iba mejor en el trabajo, el dueño, le dio otro aumento.
– Serás el manager general, siempre he estado al frente de todos mis negocios, pero por vez primera encontré a alguien honrado y capaz, sé que puedo confiar en ti, no me defraudaras, lo sé.

Luis, llego feliz a su casa, se sorprendió de ver a su madre llorando y triste.
– ¿Que pasa mamá, alguna mala noticia de Cuba?
– No mi hijo, hoy me llamo Francisco. Le dijo a Manolito que tenía que mudarse, dice que está seguro que anda en negocios turbios, se compró un carro caro y sigue sin trabajar. Dice que no puede arriesgarse a seguir teniéndolo en su casa, que si tiene dinero para un carro así, que se mude solo. Le da pena con nosotros, pero no puede verse envuelto en nada sucio, tiene un nombre y prestigio que cuidar. Llame a tu hermano al celular, pero no me respondió la llamada.
– Tranquila mamá, yo lo voy a llamar y pedirle que venga el domingo a almorzar con nosotros, como hacíamos en Cuba.

Luis, llamo a su hermano, conversaron un rato, su madre intento escuchar algo pero no pudo, solo alcanzo a oír el final; entonces el domingo pasas por acá y almorzamos juntos.

El domingo, a la hora del almuerzo, llego Manuel, vestía ropas de marca y tenía puesto un reloj carísimo. Su madre lo recibió con un beso y un gran abrazo. Mientras lo abrazaba, su rostro de espalda a todos, reflejaba angustia y dolor. Las madres siempre lo adivinan y presienten todo.

Mientras tomaban el café, Manuel le pregunto.
– ¿Dónde estás viviendo? Sabes que para acá puedes venir cuando quieras. Mamá estaría feliz de tenerte aquí, no tenemos lujos, pero nada nos falta.
– No gracias, estoy viviendo con unos amigos hasta que cierre la compra de un apartamento en la playa, creo que será pronto.
La madre, interrumpió la conversación entre los hermanos.
-¡Comprando un apartamento en la playa! Con qué dinero mi hijo, si no tienes trabajo, por Dios no me asustes, tú no estarás metido en algún negocio sucio. Mira que esto no es Cuba, ni hay otro tío que nos mande una lancha.
– Tranquila mamá, son negocios limpios, este país es para la gente como yo, gente hábil, inteligente, sin miedo. En un par de años estaré muy bien, súper bien, ya verás.

Manuel se despidió, Luis insistió en acompañarlo hasta el auto, allí, lejos de la madre, donde nadie podía escucharlos le dijo.
– A mí no me engañas, tu andas en algo sucio y bien sucio, nadie se compra un apartamento en la playa y un BMW, al año escaso de estar aquí. Lo que hagas con tu vida, es asunto tuyo, pero si haces sufrir a mamá, te mato coño, ¡te lo juro!

Manuel, subió al auto sin responder, nunca más se vieron, ni siquiera hablaron por teléfono.

Manuel, solo llamaba a su madre una vez al mes, para saber cómo estaba, no la visito más. Se olvidó de su familia. A pesar de estar metido hasta el cuello en negocios sucios, tuvo suerte, hizo dinero y mucho, nunca tuvo problemas. Sin saberlo él, las oraciones de su madre a la Caridad del Cobre, lo protegían. Compro casas, propiedades, invirtió en negocios, hasta termino metido en la política.

Un día, Manuel conoció a una muchacha cubana, recién llegada. Isis era linda, como un sol. Cuando llegaba a un lugar todos la miraban. Se deslumbro con ella y se decidió a conquistarla. Iba todos los días a almorzar al restaurante donde trabajaba de camarera para verla, le dejaba siempre muy buenas propinas y le decía piropos. Un día le dio su tarjeta personal, escribió por detrás, llámame.

Isis, lo llamo y salió algunas veces con él. No llegaron a nada serio, era de las que no se vendían, el mundo que Manuel le ofrecía, no era para ella.

La vida a veces juega con nosotros, es como un carrusel o una montaña rusa. Una tarde de domingo, Luis llevo a su mamá a almorzar al restaurante donde trabajaba Isis, la muchacha que había deslumbrado a Manuel y a otros más. Luis, se quedó mirándola, cuando ella se acercó a la mesa y pregunto.
– ¿Que quieren?
Luis, solo dijo.
– Lo que tú quieras.
Se rieron como bobos, así pasaron el tiempo que duro el almuerzo, mirándose y riéndose. A Isis, le gusto ese hombre varonil y atractivo que cuidaba de su mamá como si fuera su novia. A veces durante el almuerzo, le tomaba la mano y le daba un beso, eso la conmovió. Isis había perdido a su madre un mes antes de salir de Cuba. Antes de irse, Isis y Luis, intercambiaron números de teléfonos, pasaron la semana hablando. Quedaron en salir el viernes en la noche.

Isis y Luis, parecían hechos el uno para el otro, a los pocos días de estar saliendo, Luis, le propuso matrimonio.
– Sé que es muy pronto, pero también sé que eres la mujer que llevo una vida buscando, esperando por ti. Quiero que seas la madre de mis hijos, que nos muramos juntos un día, muy viejitos, mientras nos besamos.

Isis, acepto, Luis era el hombre que siempre soñó, hasta imaginaba que su madre desde el cielo, lo había traído hasta ella.

Luis, le dio la noticia a su mamá que la recibió feliz, sabía que ganaría una hija y que su hijo sería muy feliz.

Isis, dejo el restaurante, comenzó a estudiar Inglés y a trabajar part-time en una de las factorías del mismo dueño de la que administraba Luis.

Cuando faltaba un mes para la boda, fueron los tres a almorzar en el restaurante donde se habían conocido. Luis llevaba del brazo a su madre y a su novia, se sentaron a la mesa, ordenaron. Mientras almorzaban, Manuel llego acompañado de una rubia despampanante con un escote que solo ocultaba lo imprescindible. Todos, aunque por razones diferentes se sorprendieron.
– ¡Qué casualidad mi hijo y que bueno que te veo! Ven dame un beso, creo que los dos lo necesitamos.
Manuel, estaba pálido, beso a su madre. Luis le presento a Isis, su futura esposa, nadie se dio cuenta que Manuel contraía el ceño y se mordía los labios. Su, mucho gusto, fue forzado, casi inaudible. Se sentó en otra mesa, con la mujer que le acompañaba y que no se atrevió a presentar.

Cuando Isis se levantó para ir al baño, Manuel fue tras ella y lejos de las miradas de su madre y su hermano le pregunto.
-¿Por qué lo elegiste a él y no a mí, que puse el mundo a tus pies? ¿Por qué?
– Primero, no sabía que era tu hermano, lo supe hoy y me sorprendí tanto como tú y sabes por qué lo preferí a él, porque en este mundo Manuel, el dinero no lo es todo, la gente vale por quién es y no por lo que tiene.

Después de la boda se mudaron los tres para la casita de 3 cuartos que Luis había comprado con sus ahorros. Cuando nació el primer hijo, le pusieron Francisco. Cuando nació la niña, le pusieron Esperanza, como su abuela.

 

José-IturriagaJosé Iturriaga
Nací y crecí en La Habana, la mayoría de mis escritos, giran, de un modo u otro, en torno a esta, mi ciudad. En el año 2000, emigré, esa fecha, marca un antes y un después en mí. Después de pensar un nombre a mi blog, me decidí por este, HABANERO2000.
habanero2000.wordpress.com

 

Written by José Iturriaga

Nací y crecí en La Habana, la mayoría de mis escritos, giran, de un modo u otro, en torno a esta, mi ciudad. En el año 2000, emigré, esa fecha, marca un antes y un después en mi. Después de pensar un nombre a mi blog, me decidí por este, HABANERO2000.

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