Alimentos: el precio de vivir en Cuba

Oct 17, 2014
Sistema de racionamiento en La Habana  Tabla de precio/cantidad/vencimiento en las bodegas de alimentos para habitantes de La Habana.
Sistema de racionamiento en La Habana
Tabla de precio/cantidad/vencimiento en las bodegas de alimentos para habitantes de La Habana.

Los anaqueles vacíos dan la más clara de las respuestas: no hay. Entonces el visitante se resigna, desanda sus pasos y se acerca a uno de los carretilleros (vendedores ambulantes) en busca del mismo producto por el doble o el triple de precio.

La escena se repite cada vez con mayor frecuencia en muchos mercados agropecuarios de Cuba, debido al desabastecimiento periódico que sufren esas instituciones comerciales. Entre sus causas se arguyen motivos tan diversos como la insuficiente producción agrícola y ganadera, los problemas en el traslado de los alimentos del campo a las ciudades, y la gran cantidad de intermediarios que participan en el proceso.

Sin embargo, ni el conocimiento de las raíces del mal, ni la necesidad de la población han conseguido labrar el camino hacia soluciones definitivas.

En los últimos años han surgido numerosas vías para el envío de remesas a la Isla; en la lista de artículos sobresalen elementos como la leche en polvo, los condimentos y enlatados.
En los últimos años han surgido numerosas vías para el envío de remesas a la Isla; en la lista de artículos sobresalen elementos como la leche en polvo, los condimentos y enlatados.

Todo lo contrario, reconocía este martes un reportaje emitido por la televisión cubana en su noticiero estelar. El establecimiento de nuevas formas de comercialización y la apertura del mercado mayorista de El Trigal, en las afueras de la capital, no han dado los frutos que se esperaban. En realidad, hasta ahora los mayores beneficios han quedado en manos de los intermediarios, que como promedio perciben entre un 100 y un 300% de ganancias netas.

Los campesinos trabajan y corren los riesgos que implica cualquier cultivo. Después de todo eso no pueden sentarse a esperar porque ACOPIO (empresa de comercialización estatal) quiera venir a comprarles la cosecha: o vendes o pierdes lo que invertiste. Sin embargo, ni así ganas, porque al final el negociante te lo coge a un peso o dos y le quiere sacar diez o quien sabe cuánto”, se quejó durante el material televisivo un presidente de cooperativa radicado en Artemisa, hacia el oeste de la Isla.

Su malestar es generalizado entre los hombres del campo, que en buena medida tienen compromisos de no elevar excesivamente los precios de sus producciones, pero por otro lado, comprueban que tal decisión sirve de poco o muy poco.

A LOS CIELOS… O CASI

Antes de llegar al consumidor, los alimentos transitan por una larga cadena de intermediarios.
Antes de llegar al consumidor, los alimentos transitan por una larga cadena de intermediarios.

Al final de la cadena se encuentran los consumidores, que en los últimos cinco años han visto elevarse sus gastos por concepto de alimentación. “No fue de la noche a la mañana que la libra de tomate escaló hasta los veinte pesos o que las frutas se volvieron casi un lujo”, asegura Mirtha, una residente en la ciudad de Matanzas, aunque con familia dispersa en el centro y el oriente del país, lo cual le permite “comparar” cuando viaja entre provincias.

Es verdad que en La Habana y Matanzas las cosas están más caras, pero tampoco es tanto si se les compara con lo que gana la gente. Hasta en esto, la situación es más mala para Oriente, que es donde hay más necesidades. Una libra de frijoles negros, por ejemplo, te cuesta 15 o 16 pesos en Matanzas, pero en Las Tunas o en Holguín viene saliendo casi en lo mismo; y si es en un municipios, el asunto es todavía peor”.

Aunque no existen estudios públicamente debatidos sobre el tema, es un hecho conocido que los cubanos dedican casi la totalidad de sus ingresos a la adquisición de alimentos básicos, en lo fundamental arroz, frijoles, viandas y algunos productos cárnicos. Acceder a frutas, lácteos y otros insumos impone un esfuerzo adicional que muchos no consiguen cumplir.

Se trata de un fenómeno que obliga a plantearse la pregunta de “cómo vive el cubano”, señalaba hace un par de años el conocido economista Juan Triana, en una serie de conferencias que circularon por todo el país a través de memorias y correos electrónicos.

Si usted descuenta la corriente y otros gastos más o menos fijos, queda muy poco para comida, no digamos ya para vestirse. A pesar de ello, el cubano ‘inventa’, busca alternativas y de una forma u otra sale alante”, planteaba el investigador.

La gran preocupación radica en hasta dónde podrá llegar la capacidad de iniciativa de los nacionales.

Y es que de poco vale que los costos de los alimentos hayan desacelerado en su ritmo de subida durante la primera mitad de este año, como resaltaba el diario Juventud Rebelde el pasado domingo.

“Entre enero y junio de 2014 los precios se ralentizaron con relación a igual período anterior. El incremento de un dígito (cuatro por ciento) quedó muy por debajo de las subidas de dos dígitos —alrededor del 20 por ciento—, en uno y otro período de 2012 y 2013”, apuntó el rotativo.

La buena nueva llega mediatizada por otra realidad no menos incuestionable pero de signo contrario: los gastos para el consumidor fueron mayores incluso a pesar de que se registraron crecimientos productivos en reglones como el plátano (44,7%), los tubérculos (21,8%), el maíz (66,9%) y los frijoles (54,5%), esenciales para la alimentación de los residentes en la Isla.

En otras palabras, los precios funcionan sobre la base de sus propios patrones y con una tendencia casi indetenible a ascender, una realidad que golpea y constituye la mayor preocupación en el día a día de la Isla.

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