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Pero vos, por favor…

Benedetti_ pero vos, por favorPorque todo comienza y termina en Benedetti

(…)

Todavía busca a Mario Benedetti para pedirle el abrazo que quiere. Lo busca en el “Rostro de vos”, en “Corazón Coraza”, en las “Tácticas y estrategias”…

Lo busca para que sepa que por versos suyos pudo decir: “Tengo una soledad tan concurrida/ tan llena de nostalgias/ y de rostros de vos/ de adioses hace tiempo/ y besos bienvenidos/ de primeras de cambio/ y de último vagón”.

Y que entonces recibió un abrazo. Y dos, y tres.

Lo busca también para contarle que por otros versos suyos perdió todos los abrazos que creía merecer.

Solo le bastó pronunciar que “El amor es una bahía linda donde los barcos vienen y van. Pero vos, por favor, no te vayas”. Y del otro lado la respuesta pronunció despedidas: “Pídele el abrazo al que te regaló el poema”.

Y… ¿cómo pedirle un abrazo a Benedetti?

Pero como necesita ese abrazo, ese y no otro, sigue viendo amaneceres, acercándose al mar, hablando con la lluvia… Y a todos pregunta por Benedetti.

El trastorno le hace desistir, y también hablar de adioses definitivos, pero con la esperanza de que antes de pasar la puerta, le tomarán el brazo y le dirán “Pero vos, por favor, no te vayas…” Y se quedará, porque en verdad no quiere irse.

La ilusión se despedaza cuando toca el cerrojo, se dispone a salir. Y no hay palabras que la retengan, ni brazos que la retengan.

Tal vez le pasa por escuchar demasiadas canciones de Chavela Vargas. “Si me quieres lucha, pues.” Pero no luchan. No se salvan. “Qué le vamos a hacer. Yo tenía que perder, y he perdido contigo”. Y pierden. Y se pierden.

Ya se va. Se despide. Nadie le dijo que Benedetti no aparecería para sanar con aquel poema “No te salves”.

No te quedes inmóvil/ al borde del camino/ no congeles el júbilo/ no quieras con desgana/ no te salves ahora/ ni nunca/ no te salves/ no te llenes de calma/ no reserves del mundo/ sólo un rincón tranquilo/ no dejes caer los párpados/ pesados como juicios/

no te quedes sin labios/ no te duermas sin sueño/ no te pienses sin sangre/ no te juzgues sin tiempo/ pero si/ pese a todo/ no puedes evitarlo/ y congelas el júbilo/ y quieres con desgana/ y te salvas ahora/ y te llenas de calma/ y reservas del mundo/ sólo un rincón tranquilo/ y dejas caer los párpados/ pesados como juicios/ y te secas sin labios/ y te duermes sin sueño/ y te piensas sin sangre/ y te juzgas sin tiempo/ y te quedas inmóvil/ al borde del camino/ y te salvas/ entonces/ no te quedes conmigo.

Nadie le dijo que ni siquiera Benedetti vendría para un abrazo. Ni le escucharía ese beso-verso que tanto le ilusionó: “Pero vos, por favor, no te vayas…”

Publicado por Leydi Torres Arias en su Blog: Botellas al mar

Artículo original

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