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¿Legitimar lo que está por caer?

UntitledEs una pena que todavía tantas personas, de aquí y de allá, no se hayan percatado de que la decisión del Presidente de Estados Unidos de reanudar relaciones diplomáticas con Cuba, es un paso dado en buena hora. Un paso acertado.

Comprendo sobre todo a los viejos luchadores, a esos que pasaron una gran parte de sus vidas en una prisión cubana y que un día se dieron cuenta de que no tumbaron a los Castro, ni siquiera con el último tiro que les quedaba en su fusil.

Comprendo también al Presidente de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, señor John Boehner y también a Chicho, el bodeguero de mi barrio, cuando dicen que Obama va a otorgar legitimidad a la cruel dictadura de Fidel y Raúl Castro.

Para comenzar, haríamos una pregunta: ¿De qué dictadura estamos hablando? ¿Hay dictadura en cuba? Por supuesto que estamos hablando de la tan nombradísima dictadura castrista. Pero, ¿existe esta dictadura, en toda la extensión de la palabra?

¿No será que estamos confundiendo un miserable rastrojo de viejitos cagalitrosos al mando de un poder entre comillas, muchos en sillas de ruedas, incapaces de cargar ni siquiera con sus famosas medallas, manteniendo en alto un gobierno (si a esta cosa se le puede llamar gobierno) apuntalado y aún en pie por esas trampas milagreras del la vida?

¿Puede llamarse dictadura a un gobierno donde una gran parte del pueblo roba para comer y hasta sus abogados, jueces y fiscales pasan hambre y se ven precisados a apretarse el cinto, porque el salario mensual no les alcanza para comprar durante quince días el pedazo de ‘pollo por pescado’, el puñadito de picadillo de soya aguado y el pancito malo de cada día?

¿Puede llamarse dictadura a un gobierno que asume el mando de una prensa escrita ridícula, compuesta por dos o tres paginitas des tintadas, donde se reciclan a diario las mismas informaciones y unos canales de televisión que siempre se ven mal, mucho más cuando llueve, truena o cuando el sol anda a mitad del cielo?

La dictadura cubana no anda con pies de plomo, sino en punticas de pie, para no derribar el piso de tabloncillos carcomidos que la sostiene. Sacude con mucha precaución su techo de cartón y telas podridas y ve pasar con temor esas multitudes de jóvenes vigorosos, que sólo esperan la muerte de los viejitos imberbes, para meter una democracia en el país con todos los hierros.

Porque ni siquiera confiar se puede en el primer vicepresidente de los Consejos de Estado y de Ministros, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, con su habitual y enigmática sonrisa de labios bien apretados y sus ojos, sus ojos, señores, que cuando se le ven, parece que lloran, o que se escapan sigilosamente sus miradas no se sabe a dónde, porque de seguro ven en lontananza algo insólito que nos espera por ver.

Creo que es bueno que tengamos pronto en Cuba a los bienaventurados norteamericanos, para cuando los viejitos más cagalitrosos desaparezcan del todo y los jóvenes puedan acudir a ellos en busca de prosperidad y desarrollo.

Sólo entonces podremos elevar anclas hacia la verdadera libertad. Pensemos en eso.

Written by CubaNet

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