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Estados Unidos – Cuba, ¿ahora qué?

Estados-Unidos-y-CubaPor Ruslán Olivares (ruslan.olivares@jovenclub.cu)

(…) y cómo soporta la amenaza permanente del Norte que su ambición incuba: la Florida es un índice que señala hacia Cuba.

Ahora que Cuba y Estados Unidos han decidido normalizar sus relaciones (¿podrán ser normales de verdad?), recuerdo las broncas que me busqué en la universidad por haber sostenido la tesis – en la que aún creo con firmeza – de que “cualquier mejoramiento de la situación interna de Cuba tenía que pasar, necesariamente, por un mejoramiento de las relaciones con Estados Unidos”; me parece ver en este momento a los ortodoxos metatranquiásicos de entonces mirarme como si fuera un bicho raro y conflictivo al que había que seguir de cerca, porque su pensamiento estaba mucho más allá del libreto establecido; ¿qué pensarán ahora?, ¿realmente pensarán o estarán aplaudiendo como focas ante la promesa del pescadito que les agitan ante el hocico?

Pero no quiero desperdiciar mi escaso tiempo en esa gente, para mí, nunca han valido la pena. En este momento hay que enFOCArse en cosas más importantes que las focas, después de todo siempre existirán animales de circo dispuestos a seguir el espectáculo con tal de llenar la barriga aunque carguen gruesas cadenas.

El restablecimiento de las relaciones diplomáticas y, sobre todo, la tendencia creciente dentro de los núcleos de poder en los Estados Unidos a considerar el bloqueo económico contra Cuba como una política fracasada, obsoleta y extemporánea es lo mejor que le ha pasado a la Isla en los veinticinco años, en los cual ha sobrevivido a duras penas y circunstancialmente, y en los que ha visto irse por el caño buena parte (que no todo) de aquel proyecto social de los humildes y por los humildes; con el impulso brutal e interesado – que no sea dicho de paso – de nuestros cercanos vecinos del norte.

Con el nuevo escenario que se avecina algunos escuchan trompetas en el cielo y sueñan con visitar la estatua de la Libertad o sentarse a navegar a full en un starbucks en Banes. Creen los ingenuos que los inversores yanquis van a traer la prosperidad a nuestra maltrecha economía y que las compras navideñas y los baby showers saldrán del paquete semanal para convertirse en tradiciones cubanas; piensan que de la mano de los “yumas” se erigirá aquí una poderosa clase media a la que podrán entrar por puerta ancha los millones de cubanos que mal vivimos estos años tan duros; y que en una mancuerna digna de Macondo los chicos de la Escuela de Chicago y los estudiosos del CEEC establecerán el guión para convertir a Cuba en la Singapur del Caribe… Y eso, amigos, son tonterías.

Tonterías, porque las relaciones “normales” con un país – aunque este sea el país más poderoso de la Tierra – no son garantía de nada; las causas del subdesarrollo de una nación son mucho más profundas y las nuestras no se deben exclusivamente a la guerra económica a la que hemos estado sometidos por más de cincuenta años. Nosotros hemos hecho también no pocos méritos para ser pobres. Y tonterías, sobre todo, porque los Estados Unidos no han logrado eliminar la pobreza en su propio país para que estén interesados en eliminarla en un país extraño.

El Capitalismo al que parece abocarnos está nueva relación con el “Norte revuelto y brutal” (créanme que nos sigue despreciando, como desprecia a todos los que estamos más allá del Río Bravo) sólo es garantía y promesa de más pobreza y más desigualdad. La bonitas palabras del presidente Barack Obama son sólo un cambio de estrategia en busca del mismo objetivo no conseguido de acabar con la Revolución Cubana; sólo que ahora habrá un poco más de zanahorias y un poco menos de palos.

Un cambio de estrategia motivado por el olfato político de los norteamericanos, a los que se les puede acusar de cualquier cosa menos de ser bobos. Ellos han apreciado, como nadie, el proceso de desmontaje del Socialismo que se está produciendo en nuestro país y, por supuesto, que quieren ser los primeros en ayudarnos. Comprenden los tanques pensantes del Departamento de Estado que la “fruta” ha madurado de nuevo y esperan estar cerca del árbol para recogerla una vez que haya caído por su propio peso. Después de todo, los viejos enemigos irreconciliables, los siquitrillados y los siquitrilladores están a menos de una década de desaparecer por completo y cualquier entendimiento y componenda con sus herederos tiene que ser, necesariamente, mucho más fácil y provechosa.

Toda la fábula de que el restablecimiento de relaciones y el movimiento en Estados Unidos por finalizar el bloqueo es una victoria del pueblo cubano (!ay, demos, como cargas culpas y “victorias” que no son tuyas!) es sólo eso, pura fábula. Las verdades son este caso, mucho más relativas.

Por supuesto que la resistencia del pueblo cubano ha sido más que heroica (muchos mega apagones, bicicleta china y perro sin tripas que tiene en su haber); eso no se lo puede quitar nadie. De no haber existido esa resistencia y esa base social mayoritaria sobre la que se apoya la Revolución (critiquen aquí lo que les dé la gana; pero ningún régimen se mantiene en el poder tantos años de crisis sin base social), Cuba hubiese terminado siendo un municipio de la mafia de Miami, gobernado por los mismos que pedían unos días de “licencia para matar”. Pero, y de esto estoy convencido, la decisión final de cortar el nudo gordiano siempre estuvo en poder del Gobierno de los Estados Unidos (el tiempo siempre juega a favor de los poderosos, mientras a los infelices nos toca esperar); y sólo se dio el “milagro” en el momento en que ellos decidieron que se diera.

El “milagro” ha de ser, sin embargo, cultivado; desde la dignidad, pero cultivado. La esperanza que se abre para el pueblo cubano en este nuevo escenario es demasiado importante para que se malogre por viejos odios o altos egos.

Cuestiones muy delicadas quedan por resolver, pero toda larga marcha se ha de iniciar con un paso y este se ha dado; para disgusto de los recalcitrantes de ambas orillas: El fin del bloqueo, la devolución de la base naval de Guantánamo, las indemnizaciones mutuas y el tema del respeto a los derechos humanos son asuntos muy complejos en los que es difícil alcanzar un consenso, pues las posiciones de ambos gobiernos son en múltiples aristas opuestas y enfrentadas; pero se puede conversar y hasta los gobiernos, conversando pueden llegar a entenderse.

Publicado por Ruslán Olivares en su Blog: El Colimador

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