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Fidel se equivocó aquel día (como tantas veces)

Portada de Granma-foto cortesía de la autora
Portada de Granma (foto de archivo)

El día que Fidel Castro se sintió Carlos J. Finlay, un jueves 28 de marzo de 2002, en el escenario del Teatro Karl Marx, dijo así a todos los espectadores: ¨El dengue ha sido erradicado de Cuba¨.

También se escuchó a Esteban Lazo, líder partidista, cuando dijo: Misión cumplida, Comandante. El Comandante había dado la orden de erradicar el dengue.

Pero el dengue no se erradicó. Fidel se equivocó aquel día, como se ha equivocado tantas veces como gobernante fracasado. No era, como llamó a esa contienda de salud, ¨la guerra de todo el pueblo.¨ Era y sigue siendo hoy, una tarea del gobierno, una tarea que en más de medio siglo jamás ha podido tener bajo control, porque nuca ha adoptado las medidas sanitarias para una ciudad super poblada.

Recordemos además que el dengue, como el SIDA, representó a mediados de la década del setenta un secreto de estado. El estado totalitario de Fidel Castro, todopoderoso como él, no podía admitir esas fallas.

En 2006, luego de más de un centenar de cubanos muertos por el dengue, el médico líder -luego indigno- Carlos Lage, se refirió a la cruzada. Se prodigó en elogios al sistema de salud y culpó a la población de la epidemia.

Luego el tiempo pasó y pudo más el tiempo.

La prensa oficialista, en enero de 2002, publicó un poco antes de la comparecencia teatral de Fidel, que más del 85% de los focos del mosquito aedes aegypti fueron detectados en los tanques de agua de las azoteas habaneras y que el 43% de los criaderos del insecto se encontraron en los tanques de agua, colocados en el interior de las viviendas, debido a la falta de agua.

Por esa fecha, ya se sabía que la capital cubana sufría los resultados de un huracán que la azotó durante cuarenta y tres años, que los edificios, carentes de mantenimiento, comenzaron a caerse a pedazos y que el agua comenzó a escasear mucho más que antes.

Así la historia. El jefe de gobierno ordenaba producir médicos como si fueran chorizos, sin tener en cuenta las palabras de aquel sabio chino que advirtió que ¨la salud dependía más de las condiciones higiénicas de nuestro hábitat, que de un sistema médico en la población¨.

La Habana fue y es la ciudad más sucia del mundo.

No lo digo yo. Lo dijo el periódico del Máximo Líder. El 16 de febrero de 2006, en un reportaje titulado El viejo dilema de la basura, el doctor Orfilio Peláez y Haydee León lo escribieron así:

¨Para insatisfacción de los capitalinos, desde hace años la higiene comunal de la urbe no goza de buena salud y aunque duela, es considerada por muchos de sus moradores como la ciudad más sucia del país¨.

Siguen pasando los años y en 2014, vuelve Granma a recordarnos que la falta de higiene en la urbe habanera se mantiene peor.

Hace unos meses, el viernes 12 de diciembre de 2014, publica un extenso reportaje sobre el problema de la higiene y destaca ¨la inestabilidad en la recogida de los desechos sólidos, la falta de contenedores, de carros y la débil política de los cuadros¨.

Pero nada dice Granma sobre los centenares de muertos, victimas del dengue en Cuba.

¿Podría pensarse que nuestros viejos gobernantes, cuando niños y jóvenes carecieron de buenos hábitos de higiene?

¿Serían jóvenes que más les preocupaba luchar por el poder que bañarse antes de dormir?

Recuerdo a mi primer esposo –muy poco me duró-. Militar, enfrascado en la política el día entero y fallecido en el exilio muchos años después. Recuerdo que me costaba trabajo que se bañara cuando llegaba a casa, sudado, sucio y cansado.

-Así no te acostarás en la cama. –Le decía.

Un día, no me acuerdo quién, me dijo que los comunistas, todos, eran así, porque si se veían limpios y bien vestidos, podían parecer burgueses.

Written by CubaNet

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