Para los Estados Unidos, “normalizar” sus relaciones con Cuba no supone aprobar su dictadura. Ni, mucho menos, condonar sus constantes violaciones de los derechos humanos y de las libertades individuales de sus ciudadanos. Es obvio. Pero John Kerry no dejó margen alguno para la duda durante su breve estadía reciente en Cuba, en cuyo suelo estuvo apenas doce horas.
Lo hizo al volver a izar la bandera norteamericana en la embajada de su país en La Habana, frente al mar, después de 54 años de larga ausencia. En rigor, fue la primera visita de un Secretario de Estado norteamericano a Cuba, desde 1945.
En una ceremonia emotiva, los tres infantes de marina norteamericanos que arriaron la bandera de su país en 1961, hoy retirados naturalmente, entregaron una bandera nueva a los tres infantes que los reemplazarán en la custodia de la representación diplomática del país del norte en Cuba.
En la calle aledaña, tres pretéritos automóviles norteamericanos de 1955-59, que todavía están en uso, evidenciaban el atraso en el que -en materia de nivel de vida- el régimen comunista ha sumido al pueblo todo de Cuba, cuando se compara la forma en que hoy debe vivir con la de los pueblos de los demás países de nuestra región.
Allí John Kerry anunció -sin rodeos- que no hay forma alguna de que el Congreso norteamericano levante el embargo comercial que existe contra Cuba desde 1962, a menos que haya mejoras en materia de respeto por los derechos humanos. Sensibles, por cierto. Es, dijo Kerry, “una calle de dos manos”. Agregando que lo mejor para Cuba sería tener una “democracia genuina”, en la que el pueblo sea libre para poder elegir a sus propias autoridades.
Con su cinismo habitual, al Canciller de Cuba, Bruno Rodríguez, replicó defensivamente que en los Estados Unidos también se violan los derechos humanos.
Para monitorear la marcha de la “normalización” se creará un comité especial, cuya primera reunión tendrá lugar, en Cuba, a mediados de septiembre próximo. El nuevo comité trabajará simultáneamente en tres áreas distintas. La primera de ellas incluirá los temas quizás menos controvertidos, esto es las cuestiones de seguridad marítima y la temática ambiental. La segunda, las cuestiones referidas a la aviación civil y a la operación de la Internet, temas esenciales para que los cubanos puedan acceder al resto del mundo, sin que la constante censura siga aislándolos. La tercera, por su parte, se ocupará de las cuestiones más complejas: el tráfico de personas; los reclamos económicos y financieros cruzados entre ambos gobiernos; y la delicada temática de los derechos humanos. Los más difíciles de resolver, entonces.
Lo cierto es que si no se progresa en materia de libertades y derechos humanos, la “normalización” bilateral será aún más lenta de lo esperado.
Si bien los disidentes no fueron invitados a la ceremonia antes mencionada, esa misma tarde ellos fueron recibidos por el Secretario de Estado, con la presencia del veterano embajador Jeffrey DeLaurentis, que encabeza -por ahora- la misión norteamericana hasta que un nuevo embajador sea designado, luego de que Cuba otorgue el respectivo “placet”.
Kerry aprovechó su corta visita para saludar al Cardenal de La Habana, Jaime Ortega, que jugó un papel importante en algunas de las instancias de la “normalización”. No se reunió ni con el casi nonagenario Fidel Castro, ni con su hermano Raúl.
Y tuvo tiempo de caminar, en mangas de camisa, un rato corto por los gastados adoquines de la notable Ciudad Vieja, admirando su estilo colonial, así como de tomar una limonada fresca en el tradicional “Café del Oriente”. Como un turista cualquiera más. En su visita pudo asimismo llegar hasta la Plaza de Armas, donde desde 1923 hasta 1953, estuviera emplazado el edificio que cobijara a la anterior embajada de su país, hoy parte de la historia.
Publicado en EL Diario por Emilio J. Cárdenas
Ex Embajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas.