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Las paradojas sobre una puesta en escena

IMG_Cremata_dirigiendo.j_3_1_F34J76UV_L119950342LA HABANA, Cuba.- El lunes 7 de septiembre, por la noche, Cremata me envió un correo en el que daba los detalles de una reunión a la que asistió en la mañana de ese día en el Consejo Nacional de las Artes Escénicas. Fue prolijo en los pormenores de una resolución, leída en voz alta, con la que le hacían saber que su proyecto teatral El ingenio, quedaba disuelto, y como si fuera poco se decretaba algo peor, casi insólito; Juan Carlos sería apartado de toda actividad teatral y los actores de su proyecto reubicados en otros grupos. Luego de los detalles, me pedía discreción, sugirió que si resolvía pronunciarme lo hiciera únicamente después de que él mismo hiciera público el castigo y su inconformidad. Entonces le hice llegar un abrazo como respuesta y respeté su voluntad, pero no dejé de dar vueltas al asunto, me resultaba difícil creer que las medidas de las autoridades culturales llegaran a ese extremo, pero bastó con que volviera la mirada a un pasado nada lejano, a ciertos hechos ya quitados, en apariencia, de la vista, pero que estaban ahí, irreversiblemente para siempre. Me puse a hacer recuento y escribí primero un nombre, después otro y luego uno más…, hasta que se hizo larguísima, e incompleta, aquella lista. Justo al lado de cada nombre anoté fechas y en algunos casos los castigos impuestos, entonces lo ocurrido esa mañana dejó de parecerme insólito, lo que sucedió con Cremata no era nada extraordinario si pensábamos en las repeticiones y también en la actualidad que volvía a tener ese pasado vergonzante de la cultura cubana. Ante aquellas evidencias podría venir el mismísimo Heráclito a decirme que nadie se bañaba dos veces en un mismo río, parece que en esta geografía las aguas están estancadas.

Leí una y otra vez la resolución que envió Juan Carlos a colegas y amigos; y me di cuenta de que en nada habían cambiado nuestro nada heraclitano rio. Sin embargo, algo resultaba muy curioso en esa resolución y era el cinismo; en aquel panfleto jamás se aludía a la censura de El rey se muere, esa puesta que solo consiguió dos funciones. La resolución que anunció el castigo se refiere a cierto conflicto ético-profesional que “provocó” Juan Carlos Cremata con el mencionado Consejo, al que “realizó ataques desmedidos” a través de la prensa extranjera y también en las redes sociales; lo que a ellos les parecía incompatible con el objeto social para el que fue creado el proyecto. Así escribieron, sin mencionar las causas que llevaron al director a expresarse de tal modo. El proceder del artista no tenía un antecedente, había salido de la nada, parecía una malacrianza, un capricho de niño mimado e irresponsable. Pero el escarmiento no sería una palmadita o un responso breve. La sanción le costará muchísimo, es tan enorme que obligará al artista a replantear su vida como creador, como tuvieron que hacer muchos en un pasado nada lejano. Juan Carlos Cremata no volverá a hacer teatro en Cuba. ¿Podrá hacer cine? ¿Deberá entonces hacer silencio ante lo inefable para conseguirlo? “De lo que no se puede hablar se debe callar”. Solo que Cremata decidió no enmudecer… ¿Cuánto le costará esa decisión?

Quien sí calló algunas cosas fue el Consejo de las artes escénicas, fueron ellos los que no mencionaron la censura que lo hizo pronunciarse. En ninguno de los muchísimos “por cuanto” ni tampoco en los “resuelvo” se hace referencia a que la puesta en escena de El rey se muere no sobrepasó las dos representaciones, y mucho menos que no fue decisión del artista abandonarlas. La responsabilidad fue de la entidad patrocinadora, fue el consejo quien decidió prohibir, y fueron también ellos quienes decidieron castigar, incluso cuando no se había cumplido el programa de presentaciones. Cremata estaba obligado a cumplir, según ellos, los objetivos artísticos, los cronogramas de trabajo y estreno. ¿Quién incumplió entonces? ¿Fue Cremata? Fueron ellos. En la resolución aparece referido el hecho de que puede culminar la representación del Consejo si el trabajo no tiene calidad artística, pero no es por causa de la falta de calidad que se castigó, al menos la resolución no lo dice nunca. En el discurso resolutivo la puesta no existe y las razones del infortunio son otras, según ellos, y ya las mencioné. ¿Por qué le exigen entonces silencio? ¿Por qué no quieren que se defienda? ¿Acaso la prensa cubana comentó el “desatino”? ¿Apareció algún comentario en un periódico? ¿Dijo algo la televisión? Nada apareció en la prensa cubana, porque como dije antes sobre este mismo caso, tienen la certeza de que si comentan legitiman, despiertan la curiosidad de los otros, y sus decisiones podrían convertirse en bumerán. ¿Quién, entonces, si no el mismo tendría que salir en su propia defensa?

Me pregunto a cada instante si quienes dirigen esa institución y decidieron castigo tan terrible, se sentaron antes con el director para conocer los detalles de esa versión de Ionesco. ¿Sabían de qué se trataba? No creo que ningún patrocinador en el mundo costee un proyecto que desconoce. El Consejo de las artes escénicas prefiere hablar de ética cuando sería mucho mejor, y sobre todo más prudente para un funcionario de la cultura, hablar de estética: ya sabemos, porque no los han advertido muchas veces, que la ética se repite hasta el infinito según las conveniencias, mientras que la estética se renueva y eso es mucho más importante para la creación artística.

Su defensa me parece más que justa, sobre todo porque ahora, como ya conocemos, se quedó sin representación, sin una entidad que lo patrocine. ¿Y si la consiguiera, por ahí, lo dejarían hacer algo? Insisto una y otra vez en lo justo de su defensa, no pueden también privarlo del derecho al pataleo, mucho más lo será si convocamos a la memoria, si hacemos relucir los eventos como este que guarda para siempre nuestra historia, y las consecuencias que trajo. Muchos son los casos de censura que conocimos hasta hoy pero que muy pocas veces son nombrados, y si se les menciona es para hablar de un período gris “tan breve”, que no tiene mucha importancia…, parece que con los días van olvidando censuras, reprobaciones, parametraciones…

Refiriéndome a este mismo caso escribí, en el mes de julio, sobre la importancia del diálogo y otra vez insisto en su valor, porque “es el dialogo quien propicia el razonamiento”, ese mismo dialogo y ese mismo razonamiento del que quieren prescindir. ¿Hasta cuándo los vamos a posponer? Es ese diálogo quien nos acerca a la razón, y esta aleja los prejuicios, propicia ideas nuevas, incluso cuando se convierte en polémica, como aquella entre Parménides y Heráclito que todavía sobrevive. La disparidad de opiniones nunca hizo a una más razonable que a la otra. La razón nos diferencia de los animales. Sería bueno que quienes ejercen la censura se decidan por el buen razonamiento, pero un razonamiento que no sea perezoso, porque ese conduce a la repetición, a la inercia…

Written by CubaNet

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