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“Bona sort, Catalunya”

Un manifestante pro independencia (foto tomada de internet)

VALENCIA, España – Entre el 2012 y el 2015 el tema catalán y su desafío independentista al Estado español ha pasado de los diarios y telediarios a los actos públicos, libros y artículos, discursos y agravios. La multicultural España se tambalea frente al clima secesionista desatado por la élite catalana que aspira a monopolizar una parcela de poder y ascender del escalafón autonómico al estatal, propósito que quizás logre en las elecciones autonómicas del 27 de septiembre si los separatistas obtienen la mayoría parlamentaria y el Estado español acepta la ruptura, cuestionada por la Unión Europea, Estados Unidos y otras naciones y entidades financieras, empresariales y ciudadanas.

Cataluña, situada al nordeste de la Península ibérica, es considerada una nación histórica al igual que Andalucía, Aragón, Asturias, Castilla, Galicia o Navarra, nucleados en torno a los antiguos reinos de Castilla y Aragón, cuya alianza a fines del siglo XV favoreció la reconquista de los territorios ocupados por los árabes y el descubrimiento y la expansión sobre América, génesis de la formación de España.

En el mapa de España, país con 46 439 864 habitantes distribuidos en 504 645 kilómetros cuadrados, estructurados en 17 Autonomías, 2 ciudades autónomas y 50 provincias; la Autonomía Catalana ocupa 32 mil kilómetros cuadrados, organizados en cuatro provincias con siete millones y medios de pobladores que generan el 18,8 % del Producto Interno Bruto español.

El separatismo viene de ese pasado medieval, de sus lenguas, tradiciones, costumbres y diferencias, incluidas las torpezas del Gobierno central y las demandas de grupos y partidos que esgrimen identidades y hablan de expolio, mientras enmascaran sus fines corporativos y el propósito clientelar propio del nacionalismo, lo cual alarma a empresarios y comerciantes y pone en vilo al país.

Pese a la narrativa nacionalista diseñada por la élite político-cultural catalana, existe una paradoja evidente: Cataluña posee lengua propia –como Galicia o el País Vasco–, pero nunca fue un reino, un país independiente ni una isla ocupada y anexada como Mallorca o el Archipiélago canario. ¿De qué presumen? ¿Por qué le echan mano al victimismo? ¿Acaso no sirvieron a España en América como militares, funcionarios coloniales, comerciantes y traficantes de esclavos? ¿No gozan de los mismos derechos, libertades y representantes que el resto del país?

En su artículo “Nación o Estado”, el historiador José Álvarez Junco pregunta “¿Qué es una nación? ¿Se basa en la raza? ¿En la religión? ¿En la lengua?”

Y responde: “lo que de verdad define a la nación es un elemento subjetivo: son grupos de individuos que creen compartir ciertos rasgos culturales y viven sobre un territorio al que consideran propio. El factor clave es, por tanto, la creencia, la adhesión emocional de sus componentes. Vista así las cosas, es innegable que Cataluña es una nación. España también lo es”.

Advierte, además, que “En el mundo actual hay 200 Estados, frente a unas 6.000 comunidades humanas que se consideran naciones. Aumentar el número de entes soberanos, es lo contrario del objetivo de la Unión Europea: disminuir la soberanía de los Estados hasta acabar fusionándolos”; por lo que no es realista el proceso de subdivisión o el ensueño catalanista de crear los “paisos de su imperio medieval” –sobre las comunidades de Aragón, Valencia e Islas Baleares.

Para el actual presidente de la Autonomía Catalana hay un pastel a la vista, “conflictivo y costoso que el Gobierno español recusaría al igual que los Estados europeos.”

La tensión abruma, los políticos se pasan. Veremos qué sucede el 27 de septiembre en Cataluña. Quizás las élites de Barcelona “suban de rango y reciban honores (…) mientras los ciudadanos de a pie obtengan una compensación emocional: saber que están en su casa, en Cataluña, fuera de las garras opresoras de España” y de Europa y sus mecanismos integradores. ¡Bona sort, Catalunya!

Written by CubaNet

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