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Avancemos juntos en las coincidencias

Por Pedro Campos.

No son pocos los de una cierta izquierda que se atemorizan ante las demandas de democratización de la sociedad cubana y, si bien algunos hasta reconocen la necesidad de cambios en el sistema político cubano, otros no se esconden para decir que no necesitamos ninguna otra democracia porque la “cubana” es la mejor de todas.

Esos defensores a toda costa del indefendible modelo político actual y su concomitante modelo hegemónico de economía estatal asalariada, son los mismos que posiblemente no sepan o acepten que el propio Gobierno trabaja en una nueva ley electoral y en una nueva constitución.

Instrumentos que deberán ser puestos a discusión pública, horizontal, ser sometidos a referendo y  contemplar reformas importantes que permitan el ejercicio de la soberanía por el pueblo, si realmente aspiran a ser democráticas.

Las suspicacias  frente a las propuestas democráticas que se  hacen desde la oposición y desde la izquierda, parten de considerar que detrás están el interés o la posibilidad de restablecer “el capitalismo” y la subversión imperialista, como si en Cuba no tuviéramos capitalismo, como si la oposición o la izquierda no tuvieran personalidad e intereses propios  y como si la democratización del sistema político cubano no fuera una necesidad propia del pueblo y las fuerzas políticas cubanas de todos los colores políticos y de todas las tendencias económicas.

Algunos no entienden que el modelo de economía impuesto en Cuba en nombre del socialismo se trata en esencia de una forma de capitalismo monopolista de Estado porque las empresas privadas “nacionalizadas” que funcionaban a base de la explotación de trabajo asalariado, que tipifica el capitalismo, siguieron explotando el trabajo en esa forma, solo que bajo propiedad estatal. Aquellas propiedades estatizadas; nunca fueron socializadas ni colectivizadas, como dicen algunos.

Y ese Estado que monopolizó el capital, los bancos y el mercado, que por su afición al estatalismo nada tiene que ver con el socialismo auténtico (que es sobre todo socialización de la propiedad y de la apropiación),  se ha comportado como el peor enemigo de las formas propiamente socialistas de producción: las caracterizadas por el trabajo libre, individual o asociado de tipo autogestionario.

Y es que desgraciadamente también en esa cierta izquierda, como en parte de la oposición,  parecen confundir capitalismo con democracia liberal y socialismo con Estado autoritario. Cuando el capitalismo y el socialismo no son formas de gobierno, sino sistemas de explotación de la fuerza de trabajo, sistemas de producción.

Aunque existe una relación dialéctica entre las formas de economía predominantes y los tipos de sistemas políticos y de gobierno, el sistema capitalista de explotación asalariada generó formas de gobierno más o menos democráticas, pero también engendró dictaduras y gobiernos autoritarios.

Pero el “socialismo de Estado”,  capitalismo monopolista de estado encapuchado,  el del llamado “campo socialista”  que pervive en Cuba, al mantener una economía centralizada solo podría generar un sistema político de igual género, autoritario, con más o menos represión, pero en definitiva autoritario y no democrático, aunque diga representar los intereses populares y de los trabajadores y paternalmente brinde beneficios sociales a todos.

Detrás del temor de esa cierta izquierda a la libertad plena y a la democracia está su incapacidad para “nadar en esas aguas”, su miedo a compartir el poder con otras fuerzas políticas y económicas que, guste o disguste, son parte del pueblo, y está el tradicional sectarismo de la izquierda que impide establecer alianzas políticas democráticas, a menor o mayor plazo.

Igual encontramos el temor a que tanta basura hecha en nombre del socialismo que nunca fue impida el renacimiento del verdadero socialismo. Está la desconfianza en el pueblo y los trabajadores, la desconfianza en su propia capacidad de defender un proyecto verdadero de izquierda y, en última instancia, es el reconocimiento de su incapacidad  para generar un proyecto económico político y social que responda a los intereses de las mayorías.

Y asoma el maniqueísmo  que pretende dividir a Cuba entre izquierda y derecha, entre capitalistas y socialistas, entre proimperialistas y antimperialistas, entre nacionalistas y anexionistas, diseños alimentados por el neoestalinismo para eternizarse en el poder.

Esquemas muy lejanos de la realidad porque ni toda la reconocida izquierda apoya ni mantiene políticas de izquierda, ni toda la reconocida derecha sostiene políticas solo de esa índole.  No pueden ser de izquierda el estatalismo asalariado centralizado, ni las posiciones que no defienden la plena democratización de la sociedad. No son de derecha los que impulsan la democratización y aprueban el desarrollo del trabajo libre, privado o asociado.

Hoy los cubanos más opuestos al Gobierno norteamericano que siempre ha representado al “imperialismo yanqui” son los grupos tradicionales de la oposición más radical que se oponen a las nuevas políticas del Gobierno de Obama; mientras que el gobierno autoritario que siempre consideró a EEUU su peor enemigo y ha representado la alternativa “más antimperialista” para una cierta izquierda ahora normaliza sus relaciones con EEUU y aspira a que las grandes inversiones del gran capital sean su principal aliado económico.

Igual, el nacionalismo de los “socialistas” estatales, que se opone a establecer una alianza con el pueblo y los trabajadores cubanos, se ha trastocado y representa un peligro de anexión virtual, al caer en la neoplattista creencia de que será su alianza con el imperialismo la que resuelva los problemas del “socialismo cubano”.

Por demás no es cierto que la oposición tradicional y el gobierno de EEUU sean los que más están presionando a favor de la democracia, aunque sí los que más se escuchan porque son los que han contado con los medios, puesto que una izquierda de corte socialista en Cuba ha presionado siempre a favor de la democratización política y económica del proceso revolucionario cubano. Desde los grupos anarquistas, trostkistas y libertarios en los mismos primeros años; pasando por los comunistas que se opusieron en el mismo 1960  a la subordinación del PSP a la dirección los guerrilleros de la Sierra; los que formaron la Corriente Socialista Democrática y el Comité Cubano Pro Derechos Humanos en los 80;  hasta las más recientes tendencias socialistas como el Observatorio Crítico y otras surgidas del propio seno del PCC, como el Socialismo Participativo y Democrático (SPD), Nuevo Proyecto Socialista (NPS) o Izquierda Democrática Socialista (IDS), que se han unido recientemente en un esfuerzo desarrollar un  amplio movimiento de la Izquierda Democrática.

De manera que ese maniqueísmo que todavía defiende una cierta izquierda no responde a la realidad política cubana, no ayuda a entenderla y entorpece el camino hacia la necesaria democratización de la política y la socialización de la economía.

Cada cual es libre de pensar como le parezca, pero como acaba de decir el papa Francisco en Cuba, en su lenguaje católico traducible claramente al político, pongamos por delante la “amistad social”, dejemos  atrás exclusiones y diferencias a fin de que  todos los cubanos avancemos juntos en las coincidencias para poder salir de esta etapa tan confusa.

Written by @diariodecuba

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