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¿Vino el Papa a Cuba?

papa-francisco-fidel-castro2_granmaAmontonados los últimos palos del altar desde el que el papa Francisco ofició la misa de la Plaza de la Revolución, en la Habana; corroborado un silencio que parece cómplice respecto de la situación de los derechos políticos en nuestro país; y expectantes aún por la suerte de Zaqueo Báez, Ismael Bonet y María Josefa Acón, que se acercaron al Papa para pedirle atención y hoy  sostienen una peligrosa huelga de hambre y sed contra su arresto por las autoridades castristas; cabe preguntarse: ¿vino el Papa a Cuba?

Caben ahora pocas dudas de que las declaraciones recientes del buen cardenal Ortega responden a una lectura minuciosa de las indicaciones que le llegan de su patria vaticana. Aquellas que cuestionaron la existencia de presos políticos en un país donde esa condición se encubre en la penalización exagerada de cualquier transacción en el mercado negro o la conversión de un grito en escándalo público; o las que convirtieron al movimiento de las Damas de Blanco en “mujeres que se visten de blanco”; hasta las que cuestionan, de una manera semejante a como lo hace el castrismo, los motivos de la oposición política, con suficiente astucia como para poder decir “no fue eso lo que dije” y haber dicho.

También podría ser a la inversa. Las omisiones del papa Francisco, asegurando que no conocía las detenciones masivas que el régimen de Raúl Castro realizaba en el pórtico mientras él oficiaba en el altar, obviando pedir la libertad de quienes se le acercaron pidiéndola y hoy resisten absteniéndose de comer en los calabozos fraguados por los mismo ingenieros de su púlpito, podrían estar inspiradas humildemente por el buen pastor de la Iglesia Católica cubana, el cardenal Jaime Ortega.

La Iglesia Católica en Cuba, menos comprometida que aquella que en la década del 60 demandó el mantenimiento de la libertad religiosa y a principio de los 90 redactó la Carta de los obispos, evita sin mucha elegancia el conflicto central de su país. El que se desarrolla entre una población que bordea la inexistencia y un puñado de jerarcas que no pueden retener en esta tierra ni siquiera a sus hijos.

No se puede ser cubano y extranjero si las dos condiciones están reñidas. La extranjera Iglesia desea mantener posiciones de relevancia institucional en una sociedad donde tal condición la administra una dictadura. El batacazo global del Papa, propiciando el acercamiento entre Cuba y EEUU, y recibiendo y siendo recibido por el dictador cubano Raúl Castro, son quizás victorias demasiado significativas como para desleírlas en demandas de ciudadanos locales.

Surgen entonces justificaciones como “visita pastoral” o “misión evangélica” y con eso se creen superadas las carencias, como si el amor de Dios no tuviera en los derechos humanos su doctrina más acabada.

Cada día que pasa sin que la Iglesia, cubana o extranjera, se pronuncie por la suerte que están corriendo los miembros de la UNPACU que se acercaron a Francisco, deshonra a aquellos seres humanos que tienen la extraordinaria tarea de propiciar la realización de la obra de Dios. Para los cubanos, conocida la infalibilidad del Papa para la doctrina católica, parece llegado el momento de decretar la infiabilidad respecto del compromiso que dice tener con la suerte de todos los naturales de esta tierra.

Written by @diariodecuba

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