La reciente apertura del Museo de la Música se corresponde con el legado fundacional de esta ciudad en el panorama sonoro nacional, del cual atesora valiosos exponentes, declaró hoy a Prensa Latina su directora, Yuneysis González.
González destacó su ubicación en un inmueble de notable valor patrimonial, al ser la vivienda del arquitecto Carlos Segrera, cuya impronta marcó la modernidad de esta fisonomía urbana, y enclavado en la avenida Manduley, llamada a convertirse en una de las más significativas arterias culturales de la ciudad.
Entre los objetos de mayor trascendencia en las cinco salas, la directora incluyó la mascarilla mortuoria de Miguel Matamoros, donada por el músico santiaguero Rodulfo Vaillant, junto a piezas pertenecientes a artistas de la talla de Sindo Garay, Francisco Repilado (Compay Segundo) y Harold Gramatges.
Igualmente ponderó la colección dedicada a la maestra Dulce María Serret, quien tuvo una reconocida trayectoria en la formación de reconocidos músicos oriundos de la región oriental, entre los cuales figura el pianista Frank Fernández.
Un aparte merece la sección dedicada a la música coral con el maestro Electo Silva, Premio Nacional de Música, de arraigada tradición en la urbe y con numerosas agrupaciones de esa vertiente creativa que la convirtieron en sede de uno de los Festivales Internacionales dedicados a la armonía vocal.
En las muestras del Museo, que abrió sus puertas en julio último, hay un recorrido por artistas y géneros raigales de la música cubana, con reverencias a José Pepe Sánchez, creador del primer bolero y fundador de la trova cubana, junto a partituras, textos, guitarras y otros instrumentos de alto valor testimonial.
En la puesta en marcha de la institución, que lleva el nombre del estudioso Pablo Hernández Balaguer, se agradece la colaboración del Museo Nacional de la Música, de la biblioteca provincial Elvira Cape y del museo Emilio Bacardí, entre otras entidades.