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Secretaria de Comercio de EEUU en Cuba: una apuesta peligrosa

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LA HABANA, Cuba.- La visita de la secretaria de Comercio de los Estados Unidos Penny Pritzker, segundo miembro del gabinete del presidente Barack Obama que visita Cuba en las últimas semanas, toca alarma sobre el peligro que en política reviste tomar referencias parcializadas de una realidad compleja en la que se pretende influir.

El paseo de la alta funcionaria por la llamada “Zona especial de desarrollo del Mariel”, enclavada al oeste de la capital, donde las autoridades de la Isla cifran todas sus esperanzas de reactivación para la maltrecha economía nacional, brinda la preocupante imagen de que el ejecutivo norteamericano convalida de manera automática los diseños y propuestas actuales de los gobernantes cubanos.

El complejo proceso de normalización de las relaciones entre los dos vecinos, por tanto tiempo enfrentados, se desarrolla a partir de una serie de aperturas y concesiones por parte del gobierno norteamericano y ningún cambio sustancial del lado cubano.

Según dieron cuenta los espacios informativos de la televisión cubana los directivos del nuevo enclave comercial explicaron a la visitante las perspectivas y particularidades del ambicioso proyecto y señalaron al “bloqueo norteamericano” como el principal obstáculo al avance de la multimillonaria inversión, por las presiones extraterritoriales que impone a los presuntos inversionistas y socios.

Resulta pertinente aclarar que la depauperación y retraso de la economía cubana son tan grandes que ni el improbable éxito del proyecto Mariel parece capaz de revertirlos. Tal éxito, por demás, parece lejano dadas la atrofia estructural y la incapacidad gestora, muchas veces reafirmadas por tanto experimento fallido, tantas iniciativas fracasadas y tantos recursos dilapidados.

El caso es que el proyecto Mariel se estructura sobre los fundamentos tradicionales que tanto daño han hecho a la economía y a la sociedad cubana en general, a saber estricto monopolio estatal, ausencia total de derechos y oportunidades para los ciudadanos, control feudal de la fuerza de trabajo, con el consabido condicionamiento político a los siempre ‘subalternizados’ empleados cubanos y convenientes concesiones a los inversionistas extranjeros.

La Zona de desarrollo especial del Mariel no pasa de ser un enclave que, en sociedad con el otrora satanizado capital extranjero, pretende aprovechar determinadas ventajas coyunturales a favor de los intereses del poder, siempre excluyendo de la participación y los beneficios directos a los ciudadanos, es decir todo lo contrario de lo que se supone quiere la clase política norteamericana para Cuba.

Mientras se habla con más frecuencia a nivel internacional de transformaciones en Cuba, los cubanos seguimos careciendo de elementales derechos económicos, de personalidad y garantías jurídicas, de mercado interno y de la tan necesaria liberalización de la fuerza de trabajo, amén de contar con una ley de inversión extranjera, excluyente y discriminatoria en su denominación, letra y espíritu. De una manera u otra todos los cubanos y también muchos extranjeros —incluso coyunturales socios económicos— hemos sufrido los rigores de esa falta de garantías y desprecio por los derechos ajenos que caracteriza a los gobernantes de la Isla

Independientemente de lo que los funcionarios norteamericanos hablen en privado con los gobernantes cubanos, la animada visita de la secretaria de comercio al enclave Mariel significa al menos un espaldarazo público a un diseño que refuerza la vocación discriminatoria y antinacional del alto liderazgo de La Habana.

Más de una vez hemos escuchado a altos funcionarios norteamericanos reafirmar su intención de apoyar e impulsar el desarrollo del sector privado en Cuba y siempre que hemos tenido la oportunidad les aclaramos que no se puede respaldar algo que no existe. Ni siquiera los propietarios privados de pequeñas haciendas agrícolas, únicos reconocidos por ley en Cuba, cuentan con los espacios, condiciones y garantías para desarrollar su actividad productiva con total libertad y perspectivas de crecimiento.

No huelga aclarar que respaldo en toda la línea el proceso de normalización de las relaciones entre los dos países —el cual por cierto considero irreversible— y también el levantamiento del embargo. Por más de medio siglo el desencuentro diplomático, la pública hostilidad mutua y las inútiles medidas de presión económica solo han convalidado a favor de los intereses del gobierno cubano el argumento de la amenaza del poderoso enemigo externo.

Está más que claro que la época de los castigos simbólicos y las inútiles intransigencias deben quedar totalmente superadas, estamos conscientes de lo difícil que resulta negociar con un secuestrador, quien muchas veces ha dado muestra de su falta de escrúpulos y sensibilidad, siempre dispuesto a sabotear el proceso. Sin embargo el reafirmado compromiso y respaldo de las autoridades norteamericanas al desarrollo de la iniciativa privada, a las libertades y derechos de los cubanos demandan de mucha imaginación y capacidad para activar diseños y mecanismos que contribuyan a revitalizar la mutilada independencia y autoestima cívica de la sociedad cubana y capacite a los ciudadanos para enfrentar los retos de un inminente cambio de época, de mentalidad, de patrones de convivencia y también de relaciones con el exterior, todo lo cual se tornará más complejo en vista de los enormes retrasos, desigualdades y desfases que aquejan a la Cuba de hoy.

Obviamente los cubanos tenemos que ser capaces no solo de influir, sino de definir las claves de nuestro propio destino, pero la conexión de la sociedad civil de los países democráticos con proyectos independientes en la isla bien estructurados y definidos sería una contribución inestimable a la restauración de valores y al renacimiento económico, ético, cultural y cívico que tanto necesita Cuba.

El mundo democrático no debe perder la oportunidad de contribuir de manera legítima a impulsar las enormes potencialidades que se acumulan al interior de la sociedad cubana. A estas alturas, el apostar solo por la buena voluntad y las promesas de los gobernantes cubanos puede ser una jugada muy riesgosa para los interlocutores internacionales, y muy peligrosa para el futuro de Cuba.

Written by CubaNet

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