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Cuba sin Embargo

bandera-cubaTomado de CND

A 40 semanas de la sorpresiva aparición simultánea en las pantallas de televisión del mundo por parte de los presidentes Barack Obama y Raúl Castro para anunciar su acuerdo de reanudar relaciones diplomáticas, estadounidenses de las más diversas profesiones ya andan por toda Cuba, a pesar de las restricciones vigentes impuestas por Washington.

Acaban de cumplirse nada menos que 55 años desde que Dwight Eisenhower firmó la orden de “embargo” a las exportaciones de Estados Unidos a Cuba, primer acto de la guerra económica más larga declarada contra cualquier otra nación.

El lejano 19 de octubre de 1960 parece ahora más distante que nunca a la vista de los grupos de visitantes norteamericanos que lo mismo recorren una facultad universitaria en La Habana que una antigua plaza presidida por una centenaria iglesia de Camagüey; otros se deleitan con las azules aguas de Varadero y muchos confiesan al regresar a casa que lo más atractivo es la gente que encontraron: amables, simples, alegres.

Cualquiera diría que la guerra de Eisenhower, proseguida por otros 10 inquilinos de la Casa Blanca, quedó atrás sepultada por el fracaso y una resistencia inimaginable, pero el “embargo” todavía está en pie. Lo acaba de atestiguar el Credit Agricole, gigante de la banca francesa y europea, que acaba de aceptar el pago de una multa de 700 millones de euros como castigo por sus transacciones con países como Cuba, sujeto al régimen de sanciones económicas de Estados Unidos.

No importa, a eso le queda poco, dicen algunos de viajeros procedentes de Miami, New York, Washington o cualquier otra ciudad del norte, mientras ven pasar delante de sus ojos un auto fabricado en la década de 1950 en Detroit, tan lujoso y brillante como si hubiera desembarcado la pasada semana.

Acodados en la barra de un bar, o sentados cómodamente alrededor de una suculenta mesa en una villa con vista al mar –como la que publica una página del Water Town Daily Times- visitantes de la Isla disfrutan la brisa marina y elaboran planes de futuros negocios, convencidos de que –tal como admitió Obama- el bloqueo fracasó.

Algunos solo quieren aprovechar las oportunidades que ofrece La Habana, en tanto los arquitectos de la política exterior en Washington – lo han dicho claramente- confían en otras fórmulas de influencia, con la quimera de recuperar el control ejercido en la mayor de las Antillas hasta el 1 de enero de 1959.

El Watertown Daily Times identifica a los comensales de su foto: Ralph Jaeger, director gerente de Siguler&Guff, Chris Tosi, copropietario de Pastene Companies Ltd., Josehph M. Majchzrzak, abogado de Massachusetts, y la guía Hannah Berkeley.

Grupos como este abundan ahora en los hoteles cinco estrellas del Vedado y Miramar, o en los confortables hostales de la Habana Vieja, implantados en aristocráticas villas y residencias rescatadas por la Oficina del Historiador de la Ciudad.

Steve Newborn, periodista de WUSF News, se declara impactado al comprobar que aunque el viaje de Tampa a Miami apenas dura 45 minutos, “viajar a Cuba es volver atrás 60 años en el tiempo”. Lo dice por las apariencias. Un pequeño aeropuerto sin todos los artilugios de la sociedad de consumo, en el que todavía se camina un pequeño tramo por la pista, puertas de cristal donde la gente espera afuera a sus familiares que llegan de la Florida, o a extraños, que son recibidos con carteles de cartón con sus nombres escritos a lápiz, y los impresionantes autos norteamericanos de los años 40 o 50. Según cuenta, subió a un Mercury de 1953 como nuevo, que si regresara a Estados Unidos costaría 50 000 dólares.

Los visitantes de la crónica del Watertown Daily Times son verdaderos emprendedores a la caza de buenos negocios. En un bar repleto de turistas, refiere, el dueño de uno de los restaurantes más súper de New York habla de su proyecto de un nuevo hotel boutique en La Habana, un capitalista suizo comenta sus conversaciones con funcionarios para una sociedad en una marina, en tanto una mujer de Ohio que ejerce como guía de un grupo de opulentos norteamericanos les muestra la villa privada donde comerán al día siguiente una paella frente al mar. 10 meses después del fin de las hostilidades de medio siglo el ambiente cambió, concluye. La ciudad se puebla de celebridades y gerentes de fondos en busca de oportunidades para hacer millones.

El único obstáculo es el “embargo”, o el bloqueo, como lo llaman con mayor exactitud los cubanos.

Hay quienes anticipan una avalancha de turistas, tan pronto se supriman las prohibiciones de hacer turismo en Cuba. Turoperadores, agencias de viajes, cruceros y líneas áreas hacen planes y programas en previsión de decenas de miles de pasajeros mensuales. Según ellos, millones de estadounidenses tienen puestos sus ojos en la Isla. La mayoría no la conoce. Apenas oyó hablar de ella, leyó o vio en la televisión historias horrendas de un país vecino en cuarentena. Como si estuviera infectado por las siete plagas de Egipto o hubiera cometido los siete pecados capitales. Hasta hace poco era uno más en la lista de países promotores del terrorismo. Y está –todavía- sujeto a un embargo. Nadie les dice que se trata de bloqueo económico, comercial y financiero. Demasiado largo. Embargoda igual, hace el mismo daño, y suena menos cruel.

En vísperas de la pasada Navidad el guión de esa película, repuesta en los medios durante medio siglo, sufrió un vuelco. De repente, todo cambió. La Isla maldita era, en realidad, un paraíso prohibido, cercado por numerosas barreras. Tan cerca y tan lejos, tal parece que ahora es un sueño que muchos quieren conocer, antes de que desaparezca o sucumba –estiman sus propios expertos- contaminado por la apertura al tóxico mundo de la sociedad de consumo, que ellos saben –por experiencia propia- que puede arruinar sus bondades.

Aunque persisten numerosos obstáculos para visitar la isla, de enero a septiembre una avanzada de más de 100 mil norteamericanos “cruzaron el charco”, como suelen llamar a las 90 millas que separan la Isla de la península de Florida. Al término de septiembre la cifra era 61,3 por ciento mayor que en igual período de 2014. Según datos oficiales, la llegada de visitantes al país crece a un ritmo de 17 por ciento, respecto al anterior.

La ola crece por días. Los que llegan ahora quieren anticiparse a lo que se describe ya como “the rush to Cuba”: un torrente humano que se dice puede abarrotar puertos y aeropuertos, hoteles de ciudad o de sol y playa, bares y cantinas, restaurantes, tiendas de tabaco, ron y artesanías.

Solo falta el autorizo del Congreso a la libertad de viajar a Cuba como turistas. La profecía: un millón en el primer año; tres millones a mediano plazo; hasta cinco millones de estadounidenses en menos de una década.

Consecuencia previsible, según los pronósticos “Made in USA”, un país que en nada se parecerá al actual. Ciudades pobladas de McDonalds, Pizza Hut y Kentucky Fried Chicken. Un escenario que incluso amigos foráneos temen que pudiera instalarse en la Isla, como resultado de la invasión de turistas e inversionistas de Estados Unidos.

La firma Coca-Cola ya está preparando su arribo a la isla caribeña de la mano de Fomento Económico Mexicano (Femsa), la principal embotelladora de la multinacional en el mundo, según declaró al periódico colombiano La República José Antonio Fernández, presidente ejecutivo de Femsa. Por el momento, nada oficial. El bloqueo sigue en pie, y no solo para bebidas refrescantes, sino para alimentos, medicinas y muchos otros productos esenciales.

A una semana de la votación en Naciones Unidas de una resolución de Cuba que reclama el fin del bloqueo, la especulación del momento es cómo votará la administración Obama, que ya ha reclamado al Congreso la votación de una ley que desactiva el complejo sistema de sanciones.

También queda por ver qué uso hará el inquilino de la Casa Blanca de sus amplias facultades para vaciar de contenido “el embargo” durante los 15 meses que aún le restan al frente del gobierno, y si pierde la oportunidad el mérito histórico puede pasar a manos de alguno de sus opositores republicanos.

Por el momento, la secretaria de Comercio de Estados Unidos, Penny Pritzker, en una entrevista el martes último con el programa Squawk Box, del canal estadounidense de temas económicos CNBC, dejó poco espacio para el optimismo.Pritzker, quien se convirtió en la segunda integrante del gabinete de Obama en visitar la isla, después del secretario de Estado John Kerry el pasado 20 de julio, describió a Cuba como “un país hermoso y fascinante, con gente muy hospitalaria”, y consideró que “hay mucho potencial para hacer cosas juntos, pero se van a necesitar cambios en Cuba, y a la larga levantar el embargo en Estados Unidos”.

Tal vez no se dio cuenta, pero según el criterio expresado por las autoridades cubanas, el orden de los factores de cambio es a la inversa. Washington debe dejar sin efecto primero el bloqueo que impuso de manera unilateral. Después se verán los cambios que sean necesarios para facilitar los negocios.

Entretanto miles de estadounidenses hacen planes para vacacionar en Cuba las próximas navidades, aunque sea acogiéndose de manera formal a las exigencias de los contactos “pueblo a pueblo” establecidos por el Tesoro norteamericano, requisito con el que al parecer pretende que cada viajero actúe como portador activo de ideas y valores para modificar el modo de vida o proyecto social existente en Cuba.

Por lo visto en las repercusiones que tienen en la propia prensa de Estados Unidos esos contactos, el resultado puede ser todo lo contrario. La misma secretaria Pritzker, se declaró impresionada de sus conversaciones con niños cubanos y aficionados de una peña de béisbol, con quienes pudo intercambiar sobre su equipo favorito, los Cachorros de su Chicago natal.

Written by ravsberg

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