
La cifra promedio de muertes anuales de ballenas en Argentina se multiplico por 10 entre los años de 2005 y 2014, lo que llama sorprendentemente la atención de diversos científicos, ya que el 90% de los fallecimientos en este lapso de tiempo eran de ejemplares de ballena franca austral (Eubalaena australis) jóvenes, con un periodo de tres meses de vida.
En un estudio reciente publicado por la revista Marine Mammal Science los científicos han identificado al principal sospechoso, floraciones de algas tóxicas (Pseudo-nitzschia), que son del mismo tipo que las que a veces fuerzan a prohibir la recolección de almejas y otros mariscos y también las causantes de la muerte de 100 crías de esta especie que aparecían varadas por año.
Según la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica y su Servicio de Pesca Oceánica, así como otros científicos de EE UU y Argentina, descubrieron que el número de muertes de ballenas en península Valdés estaba vinculado a las concentraciones de las algas sumamente toxicas.
“Los números oscilaron en torno al mismo punto y al mismo patrón”, indico Cara Wilson, oceanógrafa del Fisheries’ Southwest Fisheries Science Center NOAA y autora principal del artículo. “Lo que es inusual –añade– es la frecuencia de repetición de la floración. Por lo general no ocurren muertes cada año, pero entre 2007 y 2013 las crías murieron en gran número todos los años”.
Algunas de las criaturas más grandes del océano pueden ser vulnerables a las floraciones de algas que se espera que aumenten debido al factor climático.
Cuando hay gran densidad de Pseudo-nitzschia (algas toxicas), algunas especies pueden producir una potente neurotoxina llamada ácido domoico, que es la causa por la cual las ballenas más jóvenes fallecen. Cuando la densidad de algas se reduce, también lo hace el número de muertes de estos cetáceos. La correlación no es una prueba definitiva de que las algas causaran la muerte, pero es muy probable, según los expertos en la materia.
Los científicos se encuentran estudiando si estas algas nocivas podrían haber contribuido a un reciente repunte en la muerte de ballenas adultas en Alaska, que la NOAA ha señalado como inusual.