Hace tres años y medio, muy lejos de aquí, en Yokohama, este hombre con pinta de extra de película de Jakie Chang, llamaba la atención de los japoneses y alertaba a las autoridades de la isla, por reunir “sospechosamente” a demasiados jóvenes, como resultado de una rara competencia con su socio brasileño, Clayton Uehara, por ver quién “conseguía” más rápido 100 “amigos” en las calles de una ciudad donde, por tradición, nadie roza la soledad de nadie.
Su amigo, con el aire angelical de ‘Kaká’ y con su música carioca, cumpliría primero la meta. Ahí comenzaría todo para Kenji. Fue su primer gran intento por tocar el tema de la amistad y espantar, a su manera, esa sombra fría del suicidio entre los japoneses. Sombra que alcanzó a nublar también sus propios pensamientos.
En Bogotá seguiría recorriendo las calles de su infancia, en San Francisco, Ciudad Bolívar, con una idea fija en su cabeza: mostrarles a jóvenes orientales, y a sus vecinos de barrio, la riqueza de su sector como una gran razón para seguir viviendo, a través de un plan de turismo dirigido, de cursos, conferencias y servicio social dentro de su comunidad en la periferia. Y ya lleva siete años en esto.
Hasta aquí era el “chino” de Ciudad Bolívar, así le dicen en el vecindario. Sin embargo, a finales del año pasado, cuando apareció en un video, hablando en nombre de los jóvenes emprendedores en un evento de reconocimiento de la Cámara Junior Colombiana a su liderazgo, cambia de apodo y se convierte en el “chino del video”, uno de los más vistos por esta época en YouTube.
Un video que comienza con Kenji diciendo: “Mi padre es de una pequeña ciudad llamada Niigata, en Japón, muy conocida por su producción de arroz. Y yo hablo español porque mi mamá es del Tolima. Entonces, tengo arroz por los dos lados, nací predestinado a comer arroz. Tuve el honor de nacer en Colombia, viajé a los 10 años a Japón y estuve hasta los 24 y estando allá descubrí cosas grandes de Colombia…”. Ni su propia mamá, doña Martha Díaz, entiende qué es lo nuevo que hizo su hijo y lo llama desde Yokohama, donde vive con su marido Yokoi Toru, para preguntárselo: “¿¡Oiga, usted qué fue lo que dijo en el video que todo el mundo nos llama!?”. Pero no es nada más que lo mismo que ha hecho durante los últimos siete años, sino que ahora la noticia vuela en este video disparado por los cañones de internet.