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Funerarias de La Habana

Por Ariel Glaría

Pedaleando por la ciudad. Foto: Juan Suárez

Pedaleando por la ciudad. Foto: Juan Suárez

HAVANA TIMES — Hace tres meses en la funeraria de la Lisa, Luis me demostró su fama de no perderse jamás un velorio.

Fue de los primeros en llegar. “Esta es una de las funerarias más feas y olvidadas de La Habana”, dijo cuándo me vio. “Las del Vedado son las mejores, sobre todo, la de Calzada y K. No por gusto a ella van a parar los “pinchos” y grandes personajes. Las coronas que ponen allí no las he visto en ninguna otra funeraria y las flores parece que las traen de Holanda. ¿No es Holanda el país de las flores? Bueno, de donde sean, no se parecen en nada a los alambres con papeles que tienen tu tía y la viejita de al lado. Si hasta parecen que no alcanzaron las flores”, me habló tan cerca que sentí su respiración.

“Otra funeraria muy buena es la de la Calle Infanta. Tiene tres pisos, pero ahora les ha dado por cerrar las ventanas. Fui hace poco. Pasé mucho calor y no tomé ni café. Pensar que hace 25 años vendía el mejor café de todas. Por dentro se parece a la de Guanabacoa, en la que estuve también hace unos meses con Pancho. Aquel si fue un velorio a calle llena.

“Me fui convencido de que la mitad de la gente no se conocía. Había tantas personas que no pude ver el muerto. Si, porque yo no entiendo eso de ir a un velorio y no ver el muerto. Se supone que el fallecido es alguien que no volverás a ver y si no lo conoces, esa será la última oportunidad de hacerlo, a pesar de que todos se parecen”.

Volví a sentir su respiración, “a veces no están completamente muertos. Yo no los he visto, pero eso le pasó a Roberto Faz. ¿Te sabes la historia? Cuando lo sacaron, después de dos años (para dar lugar a otro), el hombre estaba boca abajo en la tumba y las paredes de la caja arañadas. ¿Le hicieron autopsia a tu tía?”, permiso.

A la funeraria siguió entrando gente. “La de Guanabo es la más pequeña de La Habana”, dijo como si acabara de verme. “En eso se parece a la de Alamar que tiene una sola planta y cuatro capillas. Es muy fresca, limpia y una de las más eficientes. A pesar de todo, no me gusta. Se llena muy rápido, los asientos no alcanzan y hay que sentarse en la acera. ¿Te imaginas toda la noche sentado en un contén?

“De todas, prefiero las de Zanja. Están, como sabes, una al lado de la otra. Y… Aquellos sí son velorios. Mejores que los de Lechuga, mi pueblo. En Zanja la gente llora y grita aunque el muerto no les pertenezca.

“No entiendo por qué no velaste a tu tía en Zanja, con lo cerca que está de tu casa. Además a esta hora venden de todo. Al frente ofertan un arroz frito con perrito a 15 pesos, que si a tu tía le da el olor, salta de la caja. Y café… Cuando me dijeron que era en la Lisa lo pensé para venir”.

Dejamos de hablar un largo rato. De pronto dijo: “Te voy a decir algo que nunca he contado. El velorio más triste que he visto y el único donde nadie lloró fue el de Mario, el marinero. En aquel momento no lo sentí así, fue cosa de tiempo. Éramos tres gatos y solo estuvimos tres horas por orden del Partido que, además, no permitió ponerle flores. ¿Puedes creerlo?”

“Bueno, dijo apretándome la mano. Me voy, no me gustan los entierros. Eran las 7:30 de la mañana, el sepelio de mi tía estaba previsto para las 9:00.

 

Written by Havana Times

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