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La manipulación del pensamiento, modo sutil de represión

Mujeres marchando en la milicia (foto tomada de internet)

QUITO, Ecuador – Los términos “diversionismo ideológico”, “desviación ideológica”, “sentido de la autocrítica”, “debilidad de carácter”, “combatividad”, entre otros tantos, parecen ser cosas de un pasado remoto, que a modo de curiosidad, se guardan en los archivos del lenguaje socialista de la Cuba de los setenta y ochenta del pasado siglo. Sin embargo, dichos términos marcaron la vida de aquellos que actualmente estamos entre la quinta y sexta décadas de la vida, por cuanto en nuestra adolescencia y juventud se impuso ese lenguaje que se importó desde la lejana URSS con sus adaptaciones a lo cubano.

Las convocatorias a reuniones de grupo de los colegios –dichos grupos fueron llamados “brigadas” para darle mayor connotación popular, heroica y hasta guerrera, y los colegios pasaron a ser escuelas para barrer con los “rezagos del pasado” –, traían consigo sendos debates en los que los jóvenes integrantes debíamos hacernos una autocrítica; proceder consistente en señalar nuestros errores públicamente y al final agregar la idea de ser más “combativos”. Luego de esta primera tortura psicológica, tus propios colegas debían hacerte señalamientos acerca de tu comportamiento y podían acusarte de diversionismo ideológico, de debilidad de carácter o exaltarte por tus virtudes de combativo, revolucionario, crítico y autocrítico, así como por tu cooperación y participación en todas las “tareas encomendadas por tu colectivo”, con lo que te garantizaban o no, tu evaluación satisfactoria para seguir adelante.

Este no es el espacio para hacer definiciones conceptuales de estos términos. Sé que aquellos que no han pasado por la experiencia de esta época en la llamada “isla de la libertad” no podrán comprender en su verdadera esencia este artículo, pero al menos trataré de llegar a despertar su interés.

A pesar de parecernos cosas del pasado, solo nos separan entre veinte y treinta años de estos tormentosos tiempos en los que una organización llamada Unión de Jóvenes Comunistas, de la que aún queda su oscura y tenebrosa sombra astral –por cuanto ha muerto, como otras organizaciones similares–, ejercía su acción demoledora contra todo aquello que se apartara de los cánones establecidos por el socialismo.

De esta forma se impedía que los religiosos cursáramos estudios superiores. Los que escuchaban música extranjera, principalmente en inglés y de tipo rock y pop eran sentenciados con amonestaciones públicas y advertidos de que podían ser expulsados de sus estudios. Por el hecho de utilizar jeans de determinada marca eras visto como un ente con diversionismo ideológico. Aún más: desde edades tan tempranas como los dieciséis o los dieciocho años recibías la amenaza de los agentes de la Seguridad del Estado, quienes te hacían saber que conocían todo sobre ti.

Esa fue la realidad de aquella etapa. Los que vivimos bajo la constante amenaza del comunismo sabemos que fue así, aunque sólo expongo algunas ideas que tal vez marcaron a los de mi generación. Ya para este tiempo fueron quedando atrás los fusilamientos de los opositores, las gigantescas reuniones en las plazas públicas ante la convocatoria del Dr. F. Castro, la euforia popular, las intervenciones para nacionalizarlo todo, la lucha contra todo lo que les recordara el pasado, pero se imponían nuevos retos, que más que con el juego  emotivo, tenían que ver con el control de la mente. Se establecía así una nueva ideología importada del modelo socialista soviético, de ahí el protagonismo de ciertos aspectos relacionados con las enseñanzas marxistas y las ideas de Lenin.

El ateísmo era proclamado. La idea asumida por Marx acerca de los peligros de la religión por ser el opio de los pueblos fue tomada muy en serio. No volvieron a construirse templos de adoración, cientos de clérigos y religiosos de varias órdenes fueron expulsados, se adueñaron de propiedades de la iglesia, la filosofía marxista sustituyó a la filosofía de las edades, las investigaciones científicas y culturales tenían que tener un enfoque marxista, las tendencias dentro del arte seguían las pautas del realismo socialista, en fin,  hubo una radical conversión en breve tiempo. Lo peor de todo es que las masas se dejaron conducir por esa miserable oleada.  El dictador y sus aliados triunfaban en esta gran batalla de manipulación del pensamiento.

Con la aplicación del “principio del centralismo democrático” se podía lograr cualquier cosa, desde simples medidas disciplinarias hasta la expulsión de una universidad.  A través de este principio, elaborado teóricamente por Marx y desarrollado y puesto en marcha por Lenin, la minoría tiene obligatoriamente que subordinarse a la mayoría, aun cuando esté en desacuerdo con lo que la mayoría ha determinado. Según los teóricos, el reconocimiento de la mayoría es una manifestación de democracia y al mismo tiempo de centralismo en el partido. “Ese reconocimiento obliga a considerar, también integrantes de la voluntad de la mayoría a aquellos que quedaron en minoría”. De esta forma,  algunos de forma  inescrupulosa ejercen su acción y tratan de obtener la mayoría, con lo que garantizan cualquier triunfo para ejecutar acciones que puedan perjudicar a otros. Así se expulsó a unos, se les impidió a otros y se les amenazó a otros tantos.

Con el tiempo te explican con la mayor ecuanimidad del mundo que se trata de errores que pueden cometerse en cualquier sistema y sociedad. No obstante, aquellos que fueron expulsados de sus puestos de trabajo o de sus estudios universitarios, los que recibimos la amenaza de ser controlados para el resto de nuestras vidas, los que no pudieron continuar sus estudios, y en primer lugar, los que perecieron inmersos en la tristeza y la depresión, no necesitamos explicaciones superficiales que solo intentan justificar la maldad del sistema socialista. Ya nada ni nadie nos podrá devolver las ilusiones, la alegría y los sentimientos de una adolescencia y juventud bajo el yugo del comunismo. La represión del comunismo de esos tiempos pasará a la historia, junto a la inquisición de la iglesia, a los estragos del nacismo alemán y a los embates del socialismo soviético. Los que vivimos esta etapa y logramos sobrevivir tendremos siempre esa huella, que ha sido definitoria en nuestras vidas; pero de todo se aprende, y esto fue también una experiencia. Haber sido copartícipes de esta acción terrorífica a través del pensamiento nos permitió conocer de cerca las crueldades de un sistema, que por ley, ha de desaparecer para quedar sepultado en el olvido.

Written by CubaNet

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