in ,

¿No todo está perdido?

En opinión del Doctor Elier Ramírez Cañedo, a los jóvenes de hoy les toca hacer muchos sacrificios por sacar el país adelante. «Ahora está el reto de continuar, trazarnos nuevas metas y alcanzar nuevas conquistas para la Patria», expresó.
Foto: Raúl Pupo

La mayoría de los cubanos de a pie no saben lo que es sentido de pertenencia. Su larga existencia en las franjas de la marginalidad les impide detenerse en averiguaciones que se revierten en menos tiempo para llevar algo a la mesa y cubrir otras necesidades de primer orden. Intentos que muchas veces terminan en éxitos parciales o absolutos fracasos.

El tema, abordado por Madeleine Saitué en las páginas del diario Granma, en su edición del día 6 de noviembre, trae a colación un fenómeno indisolublemente ligado a la desmotivación y que expone las huellas de una cultura, donde se le rinde culto a la irracionalidad.

Es un secreto a voces que la estatalización a ultranza ha sedimentado conductas y conceptos que mantienen la sociedad al borde del caos. El ejercicio crónico de la doble moral, condicionado por el ambiente policíaco y la necesidad de sobrevivir a costa de las ilegalidades, junto al convencimiento de que el socialismo real solo entrega discursos aburridos y promesas que se reciclan en los talleres de partido, se traduce en una sociedad disfuncional que ve al Gobierno y las instituciones estatales como enemigos a enfrentar por los medios disponibles.

Por tanto, la estabilidad social es más relativa de lo que suponen las apariencias.

En el fondo de esa aparente calma se han enraizado los comportamientos que desdicen de un país, cuyas autoridades se precian de comunicarle al mundo los altos estándares educativos. En el presente, el promedio nacional de escolaridad es de noveno grado y el número de graduados universitarios crece exponencialmente cada año. Datos que sirven de cortina de humo para encubrir los inventarios de indisciplinas, que incluyen robos en los centros de trabajo, vandalismos contra las propiedades del Estado, irrespeto por las normas de convivencia, regularización de la vulgaridad en las relaciones humanas, entre un rosario de prácticas que avalan el fiasco del sistema.

En los márgenes de la debacle, puede que exista algún rastro del sentido de pertenencia, pero nada que merezca ser destacado ni que pueda ser restituido sin cambios estructurales de envergadura.

En realidad, a muy poco cubanos les importa si las calles están limpias, si en la fábrica  donde trabajan se cumple con los parámetros de calidad o el camión recolector de basura se ausenta por 15 días de la zona donde residen.

Sus prioridades tienen que ver con otras inmediateces que suscitan una crisis profunda y sin fecha de vencimiento. A pesar de todo, la periodista oficial que escribió sobre el tema cree en la superación del problema por los mismos que han contribuido a su origen y desarrollo.

Apela a la conciencia de las personas, sin tocar los efectos de los bajos salarios, la inflación, la doble moneda, la falta de viviendas y agua, el parasitismo de los burócratas y la conservación de muchas prohibiciones absurdas en el ámbito social y laboral.

Entre la cochambre y los discursos patrióticos que solo provocan sueño y urticaria, según el estado de ánimo, son ilusorias las pretensiones de enmendar el problema. La comunicadora piensa que no todo está perdido. Yo diría que casi todo.

Publicado en Diario de Cuba

Written by @diariodecuba

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *

¡NO HAY GARANTIAS! Mucho ruido e inversiones ausentes

Vargas Llosa y expresidentes: Cautos sobre relación EEUU-Cuba