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Las razones del silencio cubano sobre la masacre de Ayotzinapa

jovenes-cubanosmarchan-ayotzinapaTomado de La Joven Cuba

Nuestro País siempre se ha solidarizado con las causas más justas. Sus hombres y mujeres han muerto  a miles de kilómetros de la Isla, salvando vidas y luchando contra los desastres naturales y  las enfermedades más peligrosas, como lo fue  el virus del Ebola en África.

Nunca hemos  hecho concesiones en la lucha contra las lacras del capitalismo. Cuba jamás ha temido exponer su bienestar  ni su tranquilidad, ni ha abandonado al amigo,  cuando ha sido llamada a combatir contra el apartheid y el imperialismo. Como en Africa, donde  sus hombres y mujeres se cubrieron de gloria,  en batallas, que hasta ahora no han podido ser emuladas. Y que  nos han granjeado el respeto, el cariño y la admiración de los pueblos por lo que hemos entregado nuestra sangre y hasta nuestras vidas.

Entonces que nos ha ocurrido,  que es Cuba uno de los pocos países en que sus ciudadanos no se han manifestado en contra del  horrendo crimen de Ayotzinapa   y ello, salvo la pequeña manifestación de estudiantes universitarios, cuestionada por el Rector de la Universidad más grande del  País, no ha habido un movimiento de solidaridad con ese   grupo  de 43 jóvenes mejicanos, asesinados  por la mafia narcotraficante, con la participación del Ejército Nacional, la Policía, alcaldes y funcionarios corruptos,  a los que no les tembló el pulso, ni tuvieron el mas mínimo reparo,  para entregar a los muchachos  a las bandas  de maleantes. Por demás,  con la, hasta ahora, al parecer,  silenciosa  complicidad,  del Gobierno mejicano.

Me parece tener una explicación  para  esa casi    inexplicable situación,   ante semejante hecho,  por parte de nuestro País.

Creo que parte de la explicación es que en Cuba,  nuestra sociedad civil,  ha sido demasiado dependiente del gobierno, del estado y sus organizaciones. No concibiéndose  tampoco la independencia del ciudadano para  adoptar individual y libremente una actitud ante los hechos políticos, sobre todo,  si esa actitud, se entiende, en algún sentido,  puede  contradecir las posiciones asumidas por el liderazgo político del País.

Nuestra prensa,  ni  tampoco las organizaciones políticas y de masas, nuestros medios masivos, no   entienden la relativa independencia que existe entre sus miembros y las organizaciones en que militan.

Además, México ha tenido históricas y muy profundas  relaciones con Cuba. Fue el único país del continente  que no se plegó al aislamiento declarado contra Cuba  por Estados Unidos después de 1959. Jose Marti  tenía un vínculo muy fuerte con  el país. El mejicano  Manuel Mercado, era su hermano del alma. Allí se preparo la expedición del Yate Granma y se entreno lo que sería el comienzo del  Ejército Rebelde. Los vínculos históricos,  culturales, políticos, económicos y personales,  han sido   de familia. Pero así y todo sería imposible justificar  lo que ha  venido ocurriendo entre nosotros con el caso mencionado.

Es cierto que en Cuba el sentido colectivista de la vida cubana, lo cual nos ha protegido no pocas veces, en momentos muy difíciles,   ha tendido también, a tener su lado negativo. Pues, a veces, más que a fortalecer la individualidad, dentro del contexto de las organizaciones y del sistema político del País, tiende muchas veces,  a matar esa individualidad, haciéndola demasiado dependiente del conglomerado. Por lo que la responsabilidad individual muchas veces se pierde.  El individuo tiende más  a no hablar por sí mismo,  sino  solo por la organización a la que representa o por el País. Asumimos una actitud excesivamente  oficial ante los hechos y poco ciudadana a veces. Como si todos nos sintiéramos parte del gobierno. Lado negativo de una reacción política, que no es negativa en sí, cuando  logramos combinarla  con una conservación de la individualidad. Aunque no puede haber dudas  de que se trata de una reacción  para  protegernos todos juntos como nación. Por demás realmente  amenazada por tanto tiempo de  su existencia.

No obstante, me pregunto. ¿Que complicación tendría  para el gobierno, el partido o cualquier otra organización de la sociedad civil   y  política cubana, que yo como ciudadano,  desee  asumir mi  responsabilidad personal  ante un hecho y hablar simplemte  como un ente  individual, como ciudadano? Esa situación que en Cuba apenas hoy  comienza a entenderse sin dudas, creo que   no representaría  ninguna complicación.

Apenas comenzamos a tener  en Cuba,  la comprensión de  que yo no comprometo  más que a mi persona, cuando me manifiesto como un ente individual ante cualquier acontecimiento. Todo lo cual, de no ser así, lejos de fortalecer a la colectividad,  la debilita, convirtiéndola en una simple  suma de individuos particulares, que no asumen responsabilidad alguna,  sino solo como parte de la  colectividad a  la que pertenecen,  por lo que fuera de ella, en  la práctica, no  existen como individualidad.

Algo similar ocurre con nuestra prensa. Pues,  siempre que el  Órgano Oficial  habla,  no puede  expresar más que la opinión de la organización a la  que representa. ¿Y  así habría que entenderlo siempre? Sin embargo,  otras publicaciones, que no tienen  ese carácter, no  podrían decir lo que estimen,  bajo la responsabilidad absoluta de quien lo escribe. Esa falta de libertad limita el ejercicio de nuestra prensa y de nuestros medios en general,  para  el combate ideológico y político  que deben  librar. Porque en el combate ideológico, no hay mejores armas para atacar al enemigo, que las suyas propias.

Esta confusión, ya histórica entre nosotros,  entre la opinión individual y  la  colectiva, ese diluir la responsabilidad individual dentro del colectivo,  durante mucho tiempo,  complico la proyección del cubano en cualquier campo, considerándose por otros, que siempre que un cubano hablaba lo hacía en nombre de Cuba   o de  su gobierno. A lo cual contribuían  no pocas veces  las propias personas, con expresiones tales como: “nosotros”, o  “nuestro gobierno”, “nuestro partido”,  “nuestro grupo”, etc. Siendo esta también una de las tantas sutiles   formas existentes   de rehuir  la responsabilidad individual, escudándose en la responsabilidad del colectivo.

Esta fue una larga batalla a librar cuando  comenzó  el intercambio académico entre cubanos y norteamericanos  y cubanos residentes en los Estados Unidos, por  los años finales de los  70   y principios de los 80. Fueron largas las discusiones y azarosos  los “encontronazos”  para que se entendiera que los cubanos participantes en los intercambios académicos, e incluso políticos,  teníamos voz propia y que no hablábamos en nombre del gobierno o del  País. Y mucho menos   que se pudiera por  alguien,   asumir  como señales  oficiales,   las cosas que los cubanos,  procedentes de Cuba, expresábamos  durante  las discusiones y  los múltiples contactos personales que sosteníamos.

Estos  fenómenos  se han  ido  solucionando, en la misma  medida  en que la sociedad civil cubana ha venido ganado en  personalidad propia, dentro de la sociedad revolucionaria cubana y  se han ido delimitando las responsabilidades de las  distintas  instituciones ,  de las organizaciones del sistema político,  el sistema de gobierno y  el individuo. Pero aun subsisten, e incluso,  no pocas veces  son posiciones dogmáticamente  defendidas.

Va quedando claro que el ciudadano como tal, en primer lugar, habla por sí  mismo, asume responsabilidades  individuales ante cualquier esfera  de la sociedad  y responde por ello, con su persona  y opinión individual.

Entonces, hoy,  ante tal  realidad que avanza,    ¿Qué autoridad  tiene nadie, de ningún nivel o de ninguna organización estatal, política o gubernamental, para cercenar la opinión  individual de algún ciudadano? Creo que  nadie tiene la  autoridad para ello.

¿De que autoridad podría disponer nadie, de ningún nivel, organización social,  gubernamental o política,   para limitar la opinión o posición que quisiera asumir un ciudadano ante cualquier hecho, no considerado como un delito dentro de las leyes establecidas? Yo diría que no dispondría de ninguna autoridad.

Por tanto, cuando el Rector Universitario en cuestión,  desautorizo la manifestación de los estudiantes,  se estaba tomando atribuciones que no le competen .Pues  en el caso de que esa desautorización hubiera logrado ser  posible,  tal atribución  solo  le correspondía a la organización estudiantil, a  la FEU, previa discusión política con los estudiantes. Pues ello vendría de su orientación política y no de una orden administrativa. Que los estudiantes no estarían en obligación de cumplir sin discutir;   porque la FEU no es una organización estatal ni de gobierno. Su autoridad se asienta en que sus miembros han aceptado voluntariamente  sus estatutos.

Una actitud como esa solo puede provenir de una errónea interpretación de la autoridad que le compete, el ámbito en que considera puede  ejercerla  y  del tomarse atribuciones que no le corresponden. Ello viene del concepto erróneo de que el jefe de una institución cualquiera,  es el máximo responsable político de esa institución y que  por tanto, está   capacitado para actuar  con toda la autoridad, por encima de cualquier otra instancia u organización  de esa entidad. Lo  cual solo es válido  cuando se trata de una organización militar; mientras que   La Universidad de La Habana,  no es ninguna  institución de  las Fuerzas Armadas. Allí no hay,  como en las Fuerza Armadas, mando único.

Luego  al dar la orden que se  impartió, se estaba violando el derecho de los estudiantes a manifestarse;  lo cual solo podría haber sido con una directiva proveniente de la  FEU,  previa discusión política con los estudiantes, por haber aceptado sus estatutos, y solo,   para tratar de convencerlos de lo incorrecto o inadecuado de la acción que estaban  realizando. Lo cual hubiera sido de todos modos una discusión ganada,   pues se trataba de una acción solidaria, fundada en la más limpia ética,  frente a una hecho  criminal, no    justificable,   por la conciencia individual de los que allí se estaban manifestando.

Claro, una situación como esta, que explico más arriba, solo puede ser aceptada, si se entiende, que no existe jerarquía de poder  entre las organizaciones, sino radio de acción de ese poder, que debe ser respetado hasta por el Partido, aunque este aparezca   consignado en los documentos rectores del sistema político cubano,  como el máximo dirigente de la sociedad y el estado. Es decir,  la UJC no es más que la FEU; aunque la dirija; el partido no es más que la FEU y la UJC, aunque también las dirija,  a ambas y el Sindicato no es menos que todas las demás. Todas tienen su radio de acción y cuando ello no se respeta, como ha ocurrido con cierta  frecuencia, surgen “las Secciones sindicales  amarillas” y las “organizaciones sin personalidad ni autoridad propias”. Cuyo costo fundamental es la pérdida de prestigio ante el pueblo y los trabajadores. Si no se funciona así, matamos la iniciativa  e  irrespetamos a nuestras propias organizaciones, por lo que  el pueblo no las podría  colmar de prestigio, de un prestigio que solo lo otorgan las masas trabajadoras. Por lo que organización que no se gana el prestigio que otorgan   las masas, no existe. Pues no estarían actuando dentro de la ética política, que otorga nuestro propio sistema político, socialista, que tiene su base  en el poder de los trabajadores.

Los conceptos de autoridad, respeto a la individualidad y democracia, también a  las organizaciones, a veces,  están tergiversados entre nosotros. Lo cual tiene su base en que Partido, Gobierno y Estado, que nos han defendido hasta aquí, también debemos estar conscientes de que  se solapan en una sola Dirección y a veces personalizada, haciendo complejo  el  balance de poder  y delimitación de autoridad, los limites de hasta dónde puede llegar cada uno y la dificultad  de lo que para el ciudadano común significa defender su individualidad y su opinión personal,  ante tal concentración de poder  y ejercicio trastocado de la democracia. Democracia, que ha desempeñado su papel y que es  aceptada por el pueblo  en revolución, pero que al pasar de los años,   debe ser perfeccionada, sobre la base del más estricto respeto a  los derechos del ciudadano común.

Una manera de romper con esa situación es terminar de entender que cada ciudadano no es un número estadístico,  sino una persona, un ser humano,  que  tiene su personalidad propia,  su opinión individual y por tanto, la  capacidad para asumir actitudes ante los hechos diarios de la vida, por los  que no tiene que responder más que ante las leyes.

Siendo otra cosa, cuando usted es miembro de un sistema de disciplina estatal,  o  ha aceptado los estatutos de una organización política o de masas, o pertenece a una organización, secta religiosa o de otra naturaleza,  a cuya disciplina se ha  sometido voluntariamente  y responde. Por lo que es solo  la presencia y aceptación voluntaria de sus  estatutos, lo que da capacidad a una organización o institución  para exigir al ciudadano un determinado comportamiento. Las otras exigencias solo pueden provenir del obligatorio  cumplimiento de las leyes.

Entonces,  cada ciudadano común, en pleno uso de sus derechos,  es libre de expresar lo que estime, asumir la actitud que desee y actuar como le dicte su conciencia, sin tener que sufrir  represalia alguna por ello,  siempre que no viole ninguna ley establecida o incumpla los preceptos de la constitución del país del cual es ciudadano.

Por tanto, ningún ciudadano compromete a nadie, a  ningún gobierno o estado ,  a  ninguna organización , cuando en virtud de  sus   opiniones   críticas sobre  un gobierno extranjero, se solidariza con otro pueblo, ante los crímenes que se cometen contra  el, o hace labor de proselitismo  para levantar ayuda solidaria de  cualquier  tipo, o  para ayudar  a persona, grupo o pueblo,  que lo necesite y la  requiera, dentro de un momento o circunstancia determinada.

Entonces, las ciudadanas y ciudadanos,  cubanos  y  cubanas podrían manifestarse  individuamente o en grupos, incluso  convocados al efecto, de manera solidaria, ante el caso de Ayotzinapa,  sin temor de estar comprometiendo a  ninguna organización, al país o al gobierno cubano. Siendo este un acto individual o de grupo,  frente  al  cual el gobierno mejicano,  no  tendría derecho a realizar ningún reclamo diplomático, político o gubernamental,  al gobierno cubano, e incluso a la sociedad cubana.

Written by ravsberg

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