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¿Qué pasó con los buenos maestros de primaria en Cuba?

Por: Jorge Ángel Pérez. Recuerdo muy bien a mis maestros de primaria en Cuba a pesar de las tantísimas vueltas que han dado los relojes. Sin hacer malabares con la memoria consigo mirar en el aula a Yolanda Vega, mi primera guía en el colegio Miguel de la Guardia. No preciso del más mínimo esfuerzo para que aparezcan otra vez Fefa Galiano Barrenechea, Olga Diaz Cañón, Lucila Lima, Claudina Basterra o el maestro Marante. De ellos guardo gratísimos recuerdos y a cada uno agradezco sus buenas maneras y enseñanzas.

Jamás olvido a mi entrañable Magdalena Cangas, maestra de tercer grado en la escuela José María Capdevila, allá en Encrucijada… Mientras escribo estas líneas puedo verla con sus dulces exigencias. No era una mujer saludable, el asma la azotaba con violentísima frecuencia y ella manipulaba el spray que la aliviaba por un rato.

Recuerdo la primera vez que la felicité por el Día de las Madres. De entre todas las postales escogí la que creía más bonita y escribí, con mi mejor caligrafía: “Maestra, le deceo muchas felicidades”. Unos días después recibí esa postal a vuelta de correos: “Jorge Ángel, no creo que sean buenos tus deseos si los escribes con c”.

Confieso que me sentí molesto. ¿Qué importancia tenía que escribiera c en lugar de s? ¿Acaso no era peor que olvidara el día y las felicitaciones? Fue horrible que mis padres aplaudieran su actitud, que hicieran elogios al proceder de mi maestra, pero ahora que vuelvo la memoria hacia esos días creo que ella encontró la mejor manera de corregir. Propició que yo fuera mi propio Sócrates, me llevó a que me hiciera un montón de preguntas y que también las respondiera. Han pasado muchos años pero todavía recuerdo aquel suceso.

¿Quedarán maestras como esa en nuestras aulas? Esa interrogante me la respondió Adelfa con lágrimas en los ojos. Ella se graduó en la Escuela Normal de La Habana en los años 50. “Como tu maestra Magdalena quedan pocas”, dijo y me contó que se había retirado hacía unos años pero convirtió en aula la sala de su casa. Me aseguró que no lo hizo únicamente por dinero. “Enseñar es lo que más me gusta”.

La convencieron los padres de sus alumnos. “Es que desconfían de la enseñanza que reciben sus hijos”, me dijo. Aunque sus salarios no sean altos están dispuestos a pagar 1 CUC por cada clase, 5 en una semana, 20 al mes. “No sé cómo lo consiguen”. Muy bien conocen la importancia que han cobrado los repasadores, como se les llama. “Sin dudas es la figura más importante de la enseñanza primaria en Cuba”, agrega.

La maestra jubilada achaca la mala calidad de las clases a la urgencia con la que se forman los maestros y a la falta de vocación. Según cree, esto no es un mal reciente. Recuerda a los maestros Makarenkos, aunque asegura que de allí salieron buenos profesionales. “Yo misma los tuve como compañeros”, y también trabajó con graduados de las escuelas formadoras de maestros primarios, y formó claustro con los que se agruparon en el Destacamento Pedagógico Manuel Ascunce Domenech. Las peores opiniones las reserva para los maestros emergentes. “Esos que se han estado formando en los últimos años”.

Para los niños de primer grado, Adelfa tiene el buró más pequeño (foto del autor)

Asegura que muchos se decidieron por esa profesión porque venían a preparase en La Habana, porque aquí trabajarían después de una brevísimas preliminares, después de que los maestros mejor preparados decidieran buscar nuevos emprendimientos, preferiblemente en el turismo. Con esa última emergencia se consiguieron “maestros” para las aulas de la capital. Ser maestro era el primer salto para algunos, después vendrían otros. ¿Quién podía dudar que la suerte les pusiera a un extranjero en las calles de la gran ciudad? ¡Quizá una lancha los ayudara a hacer el viaje más al norte! Muchos de los que no consiguieron pareja ni vencieron al mar que separa a la Habana de Miami, decidieron aceptar el soborno de algunos padres. Los menos afortunados lograron el mote de “palestinos”.

Entre estos últimos están los que son capaces de vender un examen o aprobar al que no pudo responder ni una pregunta en el examen. “Un aprobado puede costar 5 CUC”.

“Por suerte todavía quedan padres que saben que no resolverán mucho si todo cuanto hacen es comprar las mejores calificaciones”. Es por eso que Adelfa se prepara cada tarde para recibir a sus alumnos. Es importante que reconozca en que zona está el mayor déficit de aprendizaje y diagnosticar los problemas de razonamiento, hurgar en la concentración… Adelfa hace malabares cada día para atender alumnos de niveles diferentes.

Después del almuerzo deja lista la mesa que recibirá a dos muchachos que cursan el cuarto grado y al de quinto, también a Yadira, que está en sexto nivel. El buró pequeñito será para los niños de primer grado. Adelfa tiene muy buenos métodos de enseñanza pero los medios para conseguirla son escasos. Es esencial que se procure mapas y tablas de multiplicar, un abecedario, libros…. Pero ella está dispuesta a no cejar.

¿Y quién podrá dudar de que alguno de sus alumnos reciba de vuelta una postal de felicitación que exhibiera errores ortográficos?

Tomado de CubaNet

 

Written by María Fernanda Muñóz

Periodista venezolana. ¿La mejor arma? Humanidad. Pasión se escribe con P de periodismo

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