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El accidente que cambió la vida de Miguel

Por Ariel Glaria

Amnesia.  ilustración: definicion.de

Amnesia. ilustración: definicion.de

HAVANA TIMES — Volvió al edificio con una venda en la cabeza y sin memoria. Fue durante el verano de 1984, un jueves en la tarde. Dos semanas después andaba por la calle, saludando a todos y respondiendo por su nombre, Miguel.

Alguien sin duda, fuera de los miembros del Partido en el edificio, lo sabía. Yo me enteré muchos años después por Pipo, quien ya no era carnicero, pero se le siguió diciendo así hasta su muerte. Roberto, el del segundo piso, fue encargado por el Partido de decirle a Miguel que mientras él peleaba en África, Inés lo engañó. A pesar de eso y la presión del Partido la pareja siguió juntos.

Dos meses después del accidente Miguel fue separado de las filas del Partido. Lo siguiente y no conozco nadie, hasta hoy, que se atreviera a preguntarlo es si Miguel recuerda haber pertenecido alguna vez a la organización comunista o si Inés lo engañó.

A partir de ese momento la pareja comenzó el negocio que la hizo popular. Al comienzo parecía solo un pasatiempo para distraer los traumas de la amnesia, pero las crías se incrementaron y yo mismo, más de una vez, ayudé a mis vecinos en el cuidado de las peceras.

En dos años – fecha que estimo, desde entonces, para medir el éxito de cualquier empresa en Cuba- el negocio se hizo tan próspero que mi edificio fue conocido por él.

Roberto terminó vencido por el alcohol. Su madre y esposa lo abandonaron después de escapar, una noche, a un intento de golpiza. Su acto violento más recordado lo cometió, meses después, en pleno día cuando intentó apuñalar a su perro en el balcón. El animal, en acto desesperado, saltó a la calle donde fue recogido y salvado por Elena.

Mientras Roberto vivió, el animalito no dejó de mover la cola cuando veía pasar a su antiguo dueño. Roberto murió cumpliendo la promesa, hecha así mismo, de beber hasta matarse. Fue la borrachera más tranquila que le recuerdo. Dejó el bar por sus propios pies y parecía más sobrio que nunca cuando me pasó por el lado. Murió esa misma madrugada.

Luis, que no se pierde un velorio, cuando le pregunté, no recordó el año para esta crónica. Flora regresó al apartamento del hijo donde pasó sus últimos años al cuidado de un sobrino. Su decencia tuvo siempre un atractivo anacrónico que hasta hoy me asombra. Canelo murió una semana después que su dueño.

Sobre el accidente que cambió la vida de Miguel se contaron dos versiones. La guagua donde montó le cogió la cabeza al cerrar las puertas. El impacto fue tan fuerte que en la siguiente parada su cuerpo se derrumbó, inconsciente, sobre la acera. La otra decía, que en el trayecto, la guagua se pegó tanto a la acera evitando un hueco, que la cabeza de Miguel chocó contra la lata de una señal de tránsito. El único para contarlo es Miguel.

En el 2002 el matrimonio se mudó del edificio. Desde entonces no los he vuelto a ver. Lo más reciente fue saber que se dedican a la venta exclusiva de peses exóticos y son pioneros de una red interna con vínculos legales en el AMAZONAS.

 

Written by Havana Times

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