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La espía de hielo y sus cálidos defensores

Ana Belén Montes, espia de Fidel Castro / Foto: Cortesía

(Imagen tomada de internet)

LA HABANA, Cuba – Aunque el gobierno cubano no mostraba una preocupación notable por ella mientras desplegaba una larga e intensa maniobra por la liberación de sus cinco agentes de la red Avispa –hoy ya devueltos a Cuba–, ahora parece que emprende, finalmente y desde la sombra, una campaña para que Washington excarcele a la espía Ana Belén Montes.

Creado en julio de este año, el comité para su liberación ha expresado que, “si está llegando el tiempo de pasar página entre Cuba y EEUU, hay que pasarla del todo, y eso incluye a Ana Belén Montes”, y pregunta por qué no indultar a quien ayudó con sus informes “a evitar una indeseable confrontación bélica donde hubieran caído muchísimos cubanos y también habrían muerto muchos jóvenes estadounidenses”.

Esta mujer, que aparece en algunas fotografías con expresión dura, cabello corto y mirada de resuelta frialdad, casi desafiante, operó impunemente durante 16 años, llegó a ser la principal analista de inteligencia del gobierno norteamericano sobre Cuba y, a la vez, mantuvo muy bien informado a Fidel Castro, revelándole secretos de su país e influyendo en lo que sus autoridades creían saber sobre este régimen.

Hija de puertorriqueños, Montes nació en 1957 en una base norteamericana de Alemania Occidental, a donde había sido designado su padre, oficial del Ejército de EEUU. Aunque a veces trabajó para costear sus estudios, se graduó con brillantez en la Universidad de Virginia como especialista en relaciones internacionales, específicamente en temas latinoamericanos.

Se tituló también en el Instituto de Estudios Europeos en Madrid, pasó un curso sobre la política de Puerto Rico y posteriormente obtuvo una maestría en la prestigiosa Escuela de Estudios Internacionales Avanzados de la Universidad John Hopkins.

Sin bien hasta entonces no se había interesado en Cuba, terminaría convirtiéndose en la analista superior sobre temas cubanos en la Agencia de Inteligencia de la Defensa y en valiosísima espía del gobierno cubano, con acceso a los mayores secretos de su país y superando en varias ocasiones la prueba del detector de mentiras, hasta ser arrestada en septiembre de 2001. Acusada de “conspiración para cometer espionaje”, se declaró culpable y, en octubre de 2002, fue sentenciada a 25 años de prisión.

Ya a los pocos meses después de su arresto, el entonces canciller Felipe Pérez Roque expresó que sentía “un profundo respeto y admiración” por ella y argumentó que, cuando “cesen las agresiones y ataques terroristas contra Cuba y se nos permita vivir en paz, no será necesario para hombres y mujeres de la estatura moral de Ana Belén Montes sacrificar sus vidas, sus familias y su interés personal, para defender la tranquilidad y el derecho a vivir de nuestro pueblo”.

Por su parte, durante el juicio, la espía justificó sus actos declarando que decidió obedecer a su conciencia “más que a la ley” porque la política de su gobierno hacia Cuba era “cruel e injusta, no como vecinos”, y que se había sentido “moralmente obligada a ayudar a la Isla a defenderse de nuestros esfuerzos para imponer nuestros valores y sistema político. Hice lo que creí correcto para detener una gran injusticia”.

El desacuerdo suyo hacia la política y la estrategia del gobierno norteamericano hacia Cuba era bien conocido en el medio en que trabajaba, pero en las investigaciones que se le realizaron declaró que esa política “había sido inefectiva e incluso contraproducente en su esfuerzo por llevar la democracia al pueblo cubano”.

Además, esgrimió astutamente el derecho que tenía “como ciudadana norteamericana a discrepar con la política de su gobierno”, como otros hacían en distintas esferas de la vida del país, pero quiso dejar bien claro que ese desacuerdo suyo no excluía que siguiera siendo “una norteamericana leal que nunca había hecho nada para dañar a EE.UU.” Mentía, como se sabe.

“Cubanos, los he amado, estad alertas”

Hay un neoyorquino cuarentón llamado David Rovics que hace una especie de “canción protesta” contra todo lo que huela a gobierno o política de EE.UU., y se ha solidarizado con la espía hasta el punto de componer una canción en honor a ella que se llama Song for Ana Belén Montes.

En ella le dice que “serviste al bien común, trabajando sola, día y noche, haciendo solo lo que debías hacer”. Llega a afirmar: “De todas las grandes personas que conozco, a pocas llamaría más grande que a una mujer que obedeció una ley más alta y a la que el juez llamó ‘traidora’”. Entonces viene la parte de postal turística: “Pero aquí, bajo el sol cubano, me gustaría agradecerte por todo lo que has hecho”. La palabra clave es “aquí”.

Este homenaje es candoroso en comparación con el que se le hace en el blog cubano oficialista “La mala palabra”, que edita Félix Edmundo Díaz, donde abundan la bravuconería, las ofensas, las más torpes groserías y lugares comunes asombrosos, y se llega a decir: “¡Si USA dice que viene en son de paz, tratémoslos con respeto de vecinos y preparémonos para la guerra!”

En ese blog, el colaborador Conte Nieves dice aprovechar la coyuntura del establecimiento de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos para tomarse la licencia de “imaginariamente darle la oportunidad a Ana Belén Montes de expresar sus pensamientos y sentimientos”, asegurando que en su aislamiento debe ser imposible que “pueda ser entrevistada e incluso quizás ni sepa todo lo que está ocurriendo entre ambos países”.

Conte Nieves se atreve a poner en boca de la súper espía tonterías como la de ser “mujer acostumbraba a preocuparme por mi presencia. No se puede perder el sentido de resultar atractiva, es un don que la naturaleza nos ha permitido ejercer y nunca quise desaprovecharlo”. Peor aún, llega a escribir que la Montes dice que “parafraseando a Julius Fucick (sic) en su ‘Reportaje al pie de la horca’, les digo: ‘Cubanos, los he amado, estad alertas’”.

Y entonces, en la alucinación-entrevista, la severa Mata Hari deja bien claro que para ella “es importante que la Isla esté alerta y atenta al desarrollo de los acontecimientos”, porque Estados Unidos pretende darle “el abrazo de la muerte”, y aconseja que “ustedes no se dejen envolver por el ‘cisne negro’ que es el gobierno de Estados Unidos”.

Por supuesto, advierte que “ahora a ustedes se les abre una nueva guerra. No verlo así sería un grave error”. Pero, para ella, el más grave error de todos sería que los cubanos despertaran del sueño por el que tanto luchó ella, pues, en fin, “lo necesario es que haya Revolución Cubana siempre”. El ardiente Nieves la despide: “Cuídate y no dejes de hacer ejercicios y de mantener tu formidable estado mental”.

¿Verdadera creyente, en qué?

Scott W. Carmichael se define a sí mismo como cazador de “topos” dentro de la inteligencia norteamericana, y demostró ser uno muy bueno porque persiguió, investigó durante años y capturó a Ana Belén Montes, una de las joyas de la corona del espionaje cubano. Y esa fascinante aventura la relata en el libro “Verdadera creyente”.

Con esas palabras describe a la Montes, quien según él “espió por su  convicción de que Fidel Castro era el salvador del pueblo cubano y el campeón de las masas oprimidas alrededor del mundo, particularmente en América Latina. Castro fue su ídolo y Ana le sirvió como sus oídos y sus ojos –y, en cierto sentido, como su voz– dentro de la Comunidad de Inteligencia norteamericana”.

El propio oficial Carmichael se quedó muy impresionado por el hecho de que ella se haya quedado “tan fría como el hielo” cuando la detuvo: “No había señal de emoción en su rostro”, cuenta en su libro: “Si no fuera por las esposas que tenía en sus muñecas, parecía estar en una cola para comprar el ticket en un cine. Fue escalofriante”.

El gran cazador de “topos” la consideró entre los últimos “verdaderos creyentes” de la era comunista, y estaba de acuerdo con el juez que, a la hora de la condena, expresó: “Si no puedes amar a tu país, entonces por lo menos no le hagas ningún mal”.

Pese a todo, que Ana Belén Montes haya preferido guiarse más por su conciencia que por la ley no parece una justificación de mucho peso. Cualquier matón de barrio y todos los tiranos se guían de la misma manera.

En cuanto a ser una “verdadera creyente”, está claro que lo fue solo de Fidel Castro, pues puede que le haya parecido injusto el trato que su país le daba a Cuba, pero, según su nivel de información, conocía muy detalladamente cómo el régimen de su ídolo ha tratado durante decenios a su propio pueblo y resulta, cuando menos, pasmoso, que no le indignara ese despotismo y que, traicionando a su propio país y a su gobierno, traicionara también, de paso, a los cubanos a quienes decía querer defender.

La nueva campaña del gobierno cubano, que pudiera llamarse Give Me One, como mismo se llamó Give Me Five la exitosa ofensiva por liberar a los cinco famosos espías, probablemente no sea más, dadas las pocas probabilidades de éxito que tiene, que otra de las triquiñuelas para enturbiar la nueva etapa de las relaciones Cuba-EE.UU. y sobre todo, mantener la sagrada beligerancia, tan cara a los temerosos de la ley, como dejan muy claro en su blog los agentes de “La mala palabra”.

Written by CubaNet

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