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Trinidad ciudad de los hostales

trinidadTomado de Radio Trinidad

Si en alguna de las tantas encuestas que aparecen por ahí a usted le preguntan por una ciudad que sea capaz de duplicar sus capacidades de alojamiento para el turismo de un año para otro sin construir nuevos hoteles, no crea que le están tomando el pelo con un retruécano aritmético o que se trata de una adivinanza sin sentido: en Trinidad es posible.

Al menos eso dicen las estadísticas de la Delegación Provincial del Ministerio de Turismo (Mintur), que hasta hace muy pocos días daban cuenta de un crecimiento exponencial de la cantidad de habitaciones en esta parte del país, aun cuando al menos en el último quinquenio no se haya terminado instalación hotelera alguna.

Según varios expertos consultados por Escambray, “el milagro” ha sido posible únicamente gracias al inusitado auge de los hostales particulares, unos 952 según el más reciente cierre, que convierte a Trinidad en referencia nacional en el desarrollo del turismo no estatal, modalidad que ya venía levantando vuelo en este territorio cuando fue refrendada por los Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución, aprobados en el VI Congreso del PCC, en abril del 2011.

Reconocida por la Unesco como Patrimonio Cultural de la Humanidad y convertida hoy en uno de los destinos turísticos más pintorescos del país, la llamada Ciudad Museo del Caribe figura junto a Viñales, en Pinar del Río, como una de las regiones con mayor densidad de hostales, paladares y cafeterías de Cuba (unos 1 115 en total) si se considera su limitada extensión territorial y la proporción de habitantes por kilómetro cuadrado.

El boom de los hostaleros, como le han dado en llamar algunos, se respira desde los mismos alrededores de la emblemática Plaza Mayor, donde vajillas de plata finísima se asoman a los ventanales decimonónicos; llega hasta el cercano poblado de La Boca; a las empinadas cumbres de Topes de Collantes, a más de 800 metros de altura; al marinero puerto de Casilda e incluso comienza a florecer también un poco más al este, en el siempre fecundo Valle de los Ingenios.

Más de 10 000 turistas en un día

Para Reiner Rendón, delegado del Mintur en Sancti Spíritus, el sector no estatal constituye “una parte importante del producto trinitario”. Foto del autor.

Además de su embarazo de 22 semanas, Liset Esquerra carga todos los días la ilusión de encontrar nuevos clientes en su restaurante Sabor a mí, una casa modesta ubicada en las proximidades del antiguo convento de San Francisco de Asís, hoy Museo Nacional de la Lucha Contra Bandidos, desde donde casi puede inhalar el aroma del café Don Pepe o sentir la animación de La Botija.

“No basta el posicionamiento —sostiene la licenciada en Comunicación Social—; para triunfar, que tampoco es hacerte rico en un mes, hay que competir muy duro, estudiar otros idiomas, asegurar los insumos que necesitas y trabajar mañana, tarde y noche”.

Reiner Rendón, delegado del Mintur en la provincia, reconoce que Trinidad no podría recibir hoy todo el turismo que llega a sus predios —hasta 10 000 visitantes en un día de temporada alta— si no fuera por las 1 355 habitaciones y toda la infraestructura de servicio que ha venido fomentando en los últimos tiempos el llamado cuentapropismo.

Para el directivo, más que un complemento de la actividad estatal, por su representatividad, por esa manera tan peculiar de involucrarse y por la calidad de las ofertas, las prestaciones del sector privado se han convertido en un componente imprescindible para el desarrollo del turismo en la región, “en una parte importante del producto trinitario”.

Aun cuando el municipio dispone de una red hotelera repartida por la península de Ancón, la propia ciudad y las alturas de Topes de Collantes, con inminente perspectiva de desarrollo y resultados notorios en lo que va de año, hoy el sector no estatal asimila casi la mitad de los turistas que arriban al polo, crece un 41.5 por ciento respecto al año anterior y aporta más del 50 por ciento del presupuesto del municipio.

Directivos del sector concuerdan en que el pastel alcanza para todos e incluso las ofertas estatales y las privadas se complementan mutuamente y fortalecen esa sinergia excepcional de la región, que en un radio de muy pocos kilómetros puede ofrecer sol y playa, historia y cultura, senderismo y aventura.

Cuestión de convivencia

“A 35 pesitos nada más, una ganga, a 35 pesitos, aprovecha mi rebaja”, pregona un comerciante de pila con las manos atestadas de jabas de guano, acaso uno de los cientos o miles de trinitarios que alimentan ese mercadeo casi genético que pervive en Trinidad loma arriba y loma abajo “y como dicta la ley”, diría él.

— ¿Y no tienes nada más de artesanía?, pregunta el reportero.

—Aquí lo mismo te vendemos a San Lázaro que a las muletas, dispara a quemarropa.

A pesar de la ausencia de un mercado mayorista que garantice los insumos básicos para prestar servicios y de las dificultades con el abasto de agua, más de 6 000 trabajadores por cuenta propia están oficialmente registrados en Trinidad, la mayoría de ellos vinculados a la actividad turística, condición que, además de asegurarles empleo, les proporciona ingresos por encima de la media, posibilidades para el mejoramiento de sus viviendas “y hasta alguna que otra salidita”, dice a modo de confidencia una hostalera en la calle Boca.

La transfiguración del mapa turístico trinitario ha contribuido de igual forma a acercar al visitante a los centros culturales, museos, galerías, plazas de artesanos y a insertarlo en la inagotable vida nocturna de la ciudad, que simultáneamente puede ofertar salsa en las escalinatas de la Casa de la Música, representaciones folclóricas en el Palenque de los Congos Reales y discoteca en el fondo de la cueva Ayala.

Para Reiner Rendón, un buen ejemplo de cómo el sector estatal ha tenido literalmente que ponerse las pilas a partir de la influencia del cuentapropismo lo constituyen las dependencias del grupo extrahotelero Palmares que, según él, vienen mejorando sus inmuebles, redireccionando su trabajo hacia la recreación y el ocio y repensando la gastronomía.

La existencia de 839 contratos de las agencias Cubatur, Havanatur, Viajes Cubanacán y Ecotur con hostales y paladares trinitarios, un vínculo surgido en el contexto de la implementación del nuevo modelo económico que se gesta en el país, ilustra también que la convivencia amigable entre ambos sectores es posible.

La gallina de los huevos de oro

Hasta el mismísimo Museo del Louvre, en París, viajó hace solo unos días el arquitecto Lázaro Morgado para recibir el premio Gesto de Oro que otorga el Comité de Expertos del Salón Internacional del Patrimonio Cultural, una recompensa a la consagración mostrada en el proceso de rehabilitación de su restaurante Sol Ananda.

“La mayor beneficiada es la ciudad”, sostiene Morgado lo mismo en la Mezzanine du Carrousel, donde recibió el galardón, que en una acera trinitaria, convencido de la importancia de saber atemperar la riqueza patrimonial de la otrora villa con las nuevas formas de gestión económica, tal y como él se propuso con la antigua vivienda de la familia del sargento mayor don Martín de Olivera, en la esquina de las calles Real y Desengaño.

Enfrentar las depredaciones a un patrimonio tan valioso como vulnerable ha sido una verdadera obsesión en Trinidad desde los tiempos en que el patriarca Saturnino Sánchez Iznaga protestara formalmente ante las autoridades locales, hace más de un siglo, por la demolición del Palacio Béquer —según Domingo del Monte, uno de los más suntuosos de cuantos se construyeron en toda la isla— hasta los días de hoy, cuando la Oficina del Conservador, Cultura, Planificación Física, Vivienda y el Gobierno Municipal, entre otros, han tenido que poner rodilla en tierra frente a ciertos atropellos más contemporáneos.

La aparición como por arte de magia de pérgolas, toldos, ranchones criollos y hasta modernas piscinas en azoteas de la zona patrimonial; algunos usos inadecuados de los espacios y violaciones en procesos constructivos figuran en el inventario de males que con más frecuencia ha sido preciso corregir en los últimos tiempos.

Los expertos aseguran que cuando se trata de un Centro Histórico que abarca 50 manzanas e incluye más de 2 000 edificaciones, en su inmensa mayoría viviendas representativas de la arquitectura doméstica de los siglos XVIII y XIX, el remedio no siempre resulta tan fácil como pudiera intuirse, una premisa que también comparten otros como Ana María Gutiérrez, trinitaria sin academia y sin linaje, pero con sentido común.

“La gente cree que tiene derecho a cambiar su cocina, su sala y su fachada —advierte ella—, pero si lo hacemos como Dios pintó a Perico, entonces estaríamos matando entre todos la gallina de los huevos de oro”.

Written by ravsberg

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