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Una quincena en la Yuma

Erasmo Calzadilla

San Diego, California en rojo. Illustración: wikipedia.org

San Diego, California en rojo. Illustración: wikipedia.org

HAVANA TIMES — Me invitó una de las universidades de San Diego (UCSD) a un taller de Periodismo de Investigación. Así fue que pude cumplir, al menos por unos días, el sueño de muchos jóvenes cubanos, y mío también. Mi cuerpo ya regresó pero mi mente se resiste.

El taller fue muy interesante, en otra ocasión les cuento. Hoy prefiero hablar de mis aventuras y reflexiones “antropológicas” en “America’s finest city”.

Gracias a los amigos de un amigo, pude quedarme unos días después del curso, explorando a mi aire, comida y techo asegurados.

¡Y qué belleza de ciudad! Moderna, lujosa, pletórica de actividad… y al mismo tiempo, ajena a los males que aquejan a las grandes urbes: sobrepoblación, crecimiento caótico y violencia… San Diego no se ahoga en su propia mierda ni parece una jungla de asfalto; diría que mantiene un buen equilibrio.

Alrededor de sus tranquilas calles crecen jardines de flores exóticas, abundan las casitas acogedoras, los parques bien cuidados y el aire se mantiene limpio gracias a las rigurosas leyes del condado.

Pero lo que más me impresionó fue la gente. A los cubanos nos meten en la cabeza que la yuma es la mata del individualismo, la competitividad despiadada y la xenofobia, entre otros males propios del capitalismo de manual. Sé que no tuve tiempo de mirar en profundidad, pero no me pareció.

Foto: Erasmo Calzadilla

Foto: Erasmo Calzadilla

En San Diego se respira un ambiente social bien relajado, trabajo me costó encontrar a alguien de mal humor (tan común por acá). Sus habitantes suelen ser amables, cordiales, serviciales y respetuosos (con otras personas, con la propiedad privada, con la social y con el medio ambiente).

El contraste es fuerte cuando uno viene de la mayor de las Antillas, donde estamos tan estresados y nos maltratamos tanto. En Cuba, pareciera que la propiedad social y el medio ambiente estuvieran ahí para ser carnavaleados lo antes posible.

A una ciudad tan acogedora uno se integra sin darse cuenta. Yo andaba sin dinero casi, el idioma me frenaba, estuve medio enfermo a causa del aire tan seco y frío, pero en el aspecto humano, me sentía en casa. En La Habana, soy como un extranjero que no acaba de encajar.
De anécdotas lindas tengo un saco lleno; les cuento tres.

1. Una vez fui al cine y dejé botada una camarita de video. Pensé que no la veía más; a los dos días me llamaron para que fuera a buscarla.

2. Otra noche fría me perdí en las callejuelas de un barrio solitario y relativamente oscuro. A la luz de una farola abrí un mapa y estuve buen rato tratando de orientarme; pero no daba pie con bola. De pronto, a mi espalda, la voz de una muchacha: –“Hello Sr. Are you lost? May I help you?”.

¿Qué probabilidades hay de que algo así ocurra en La Habana? No muchas, me parece, por la mentalidad machista, y por el peligro real a que están expuestas las mujeres.

Foto: Erasmo Calzadilla

Foto: Erasmo Calzadilla

3. Pasé buen rato rondando las calles donde acampa la gente sin casa. En varias ocasiones presencié el momento en que grupos de caridad llegan a regalar ropa y alimento. Los homeless se acercan tranquilamente al lugar donde reparten las cosas, toman lo que les dan, agradecen y regresan a su sitio. No vi pillaje, ni humillación, ni matazón, ni “sálvese quien pueda”, ni “quítate tú pa’ ponerme yo”…

¿Se imaginan como hubiera sido entre los homeless de La Habana, e incluso entre la gente “normal”? Hay quien dice que las carencias crónicas han terminado por erosionar la dignidad del cubano. Yo creo que las carencias no son suficientes para explicar lo que sucede.

No hay más que aterrizar en el José Martí y rozar con los funcionarios aduanales para darse cuenta que algo anda muy mal aquí, y que el Estado no respeta a la gente. De ahí a que las personas no se respeten a sí mismas no hay más que un paso.

Hasta aquí mi historia sobre las lindezas que me enamoraron de San Diego; las cosas feas que me espantaron llegarán en la próxima entrega.

Nota:  Dedico este post a aquellos San Dieguinos que sin conocerme me hospedaron, alimentaron y cuidaron con esmero. Estoy pensando en Victoria Gonzáles y Oscar, Roberto Hernández, María Butler, Simone, Oliva la cubana y en Cristina y Jose. En poco tiempo les tomé mucho cariño.

Written by Havana Times

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