Diario de Cuba.- ¡Qué bonita, pero qué bonita la entrevista publicada en Granma el Día de los Derechos Humanos por una periodista de nombre increíble y Darío Delgado, Fiscal General de la República! Ambos interlocutores establecen un diálogo de sordos como resultado de tratar de decir lo que están obligados a decir.
Para empezar, el Fiscal General necesita que alguien le diga que todos los cubanos hemos oído un montón de veces sobre “los grandes logros” de la salud y la educación, y que haberlos repetido más de una vez en sus respuestas no cumple el propósito de grabarlo en nuestras molleras; más bien muestra la falta de otras conquistas de las que hablar.
El deporte, el tercer elemento de la tríada tradicional, hace tiempo que desapareció del discurso oficial y ahora ha sido sustituido por la “seguridad ciudadana”, seguramente por aquello de que el tres es un número importante en la publicidad.
A otros derechos que enumera el fiscal le faltan detalles importantes. El derecho al trabajo y al descanso remunerado está, sin dudas, lo que no dice es si la remuneración le alcanza a alguien siquiera para pagar el transporte y seguir trabajando. Cuando habla del derecho a la recreación sana, vamos a suponer que se refiere al Campismo Popular, la única opción asequible para los bolsillos promedio. A no ser que el fiscal considere sano irse a la playa a tomar ron y fajarse con los demás a punta de cuchillo o de botella rota. Un entretenimiento que ha ganado terreno en las vacaciones de verano cubanas.
Claro que tenemos derecho a la participación, nadie se atrevería a negarlo. Podemos participar en las marchas del 1ro de mayo, en las reuniones del Partido y hasta en actos de repudio. Pero aclaremos aquí algo que el fiscal no aclara: Las consignas tienen que ser “Viva la Revolución” y otras similares. Si decidimos usar una distinta, es a nuestra cuenta y riesgo. Algo parecido ocurre con los derechos de reunión, manifestación y asociación. Los tenemos, nadie nos impide pertenecer a los CDR, la FMC, el PCC.
El derecho a la inviolabilidad de la persona, de la correspondencia y del domicilio por supuesto que se respetan, tal como dice el fiscal. Lo que pasa es que, aunque todos los cubanos caminen sobre los pies y parezcan racionales, algunos son personas y otros no. Aquellos a los que se golpea, se grita y se vigila solo aparentan ser personas. El fiscal y el Gobierno al que representa, saben distinguir muy bien entre unos y otros, así que no hay de qué preocuparse.
Un ejemplo de la capacidad de distinguir que tienen es cuando asegura Delgado que en Cuba no hay presos políticos, sino presos comunes que son “atraídos” y pagados por organizaciones contrarrevolucionarias. Casos como el de los 75 o, más recientemente, el de Danilo Maldonado “El Sexto”, son obviados por el fiscal. Sin dudas esto se explica con la misma lógica: no son seres humanos para la Fiscalía General. Ni siquiera son políticos los presos extranjeros que, según el mismo entrevistado, vinieron a Cuba “a subvertir el orden político”. Creo que a todos nos encantaría saber cómo clasifican a estos últimos.
Sobre los presos “autodenominados disidentes” Delgado asegura que “no son presos de conciencia, porque si lo fueran, actuarían de otra manera”. Un argumento que de seguro resultaría demoledor si el entrevistado se dignara a explicar de qué forma se supone que deben comportarse.
Lo que sí queda claro es que en Cuba gozamos del único sistema político que no tiene ningún opositor. Es tan perfecto que hay que pagarle a la gente para que se oponga o siquiera lo critique. Y quien piense que esto es imposible, que tanta perfección no existe en el reino humano, se equivoca de medio a medio: aquí no multiplicamos los panes y los peces porque no tenemos la materia prima, que si no, habría que canonizar a este Gobierno.
Otro punto en el que el compañero Delgado necesita una ayudita es cuando dice que los cubanos tenemos “derecho a la libertad de palabra conforme a los fines de la sociedad socialista”. Queda claro que por sí solo no se da cuenta de que la connotación semántica de “conforme a los fines de la sociedad socialista” invalida automáticamente el significado de la palabra “libertad”. Alguien debiera decirle que la libertad es libertad a secas o no es. ¿Cómo podría acomodarse a cualquier cosa sin abandonar su esencia?
Un concepto que tampoco se le da bien a Darío Delgado es el de derechos humanos. Cuando la periodista le pregunta qué recursos legales amparan a los ciudadanos si sienten vulnerados sus derechos, él responde que la Fiscalía General está obligada por la ley a “actuar ante violaciones de los derechos constitucionales y las garantías legalmente establecidas y frente a las infracciones de la legalidad”. Todo eso está muy bien, pero los derechos humanos son una cosa y los derechos constitucionales y garantías legales son otra. De manera que esta pequeñita confusión de conceptos logró que al final los lectores no sepamos qué nos ampara si se violan nuestros derechos humanos. De hecho, no sabemos si tenemos amparo en absoluto. O derechos, para el caso.
Eso sí, sabe muy bien Delgado sobre quién depositar la culpa si los ciudadanos nos sentimos desvalidos. Para cargar con ella están “funcionarios, directivos y empleados” a quienes acusa de “falta de sensibilidad y morosidad”. En cambio, la Fiscalía General es la abanderada de las “mejoras” que tienen que venir para “preservar la confianza del pueblo en sus instituciones”. La única objeción es que para preservar algo hay que poseerlo previamente, pero eso no parece ser problema para Darío Delgado.
Y es que Delgado en realidad no tiene ningún problema, como mismo no los tiene la Cuba con todos los derechos garantizados que se narra en esta entrevista. Porque eso es lo que supone el diálogo publicado por Granma: una gran narración de ficción creada por alguien que no tiene la conciencia libre, ni mucho menos limpia.