Diario de Cuba.- En la historia de Cuba hay varios puntos de inflexión en los que preguntarnos: “¿qué hubiera pasado si…?” Esto podría ser en un ejercicio interesante, incluso válido, para entender los posibles futuros del país.
Una de las ramas más interesantes de la ciencia ficción resulta la ucronía o historia alternativa. Se trata de un género literario en el que la trama transcurre en una realidad creada a partir de un punto en el pasado en el que algún acontecimiento sucedió de forma diferente a como ocurrió en la realidad.
Un ejemplo típico es la especulación acerca de la victoria de los nazis en la Segunda Guerra Mundial, como hace Philip K. Dick en una de las más famosas ucronías, El hombre en el castillo.
Esta célebre novela ha sido llevada recientemente a la televisión de la mano de los estudios de Amazon con gran éxito. En ella se muestra un Adolf Hitler anciano y una Europa y América sometidas por décadas al yugo del nacismo, de haber perdido los aliados la Segunda Guerra Mundial.
Una parte importante de la población cubana que se involucró, ayudó o se entusiasmó con la revolución de los hermanos Castro esperaba una Cuba democrática e inclusiva; una Cuba con una democracia vibrante y una economía próspera.
Esa Cuba se empezó a desdibujar desde los primeros meses de la llegada al poder de la revolución del 59, cuando las elecciones generales prometidas comenzaron a postergarse en el tiempo.
Unos días después de la entrada en La Habana, el 22 de enero de 1959, durante un discurso en Venezuela, Fidel Castro responde a periodistas que en dos años se realizarían elecciones libres en la Isla.
Tres meses después, el 9 de abril, las pospone “hasta que se elimine el desempleo y el analfabetismo”. Un año después, en un discurso el 1ro de mayo de 1960, se desenmascara con la consigna de “¿Elecciones para qué?”.
Este es el momento de nuestro ejercicio de ucronía.
¿Qué habría pasado si todos los cubanos demócratas que aún vivían en Cuba en aquel momento se hubieran decidido a aniquilar aquella consigna y con ella al dictador que se comenzaba a perfilar?
¿Hubiera surgido otro dictador en su lugar? ¿Los batistianos que aún quedaban en la Isla habrían reinstaurado una dictadura de otro color? ¿Y cómo hubiera respondido Estados Unidos?
Sería interesante escuchar qué piensan los historiadores del tema. ¿A qué país de la región nos pareceríamos más hoy? ¿A Costa Rica, República Dominicana, a Puerto Rico o a una mezcla de ellos?
Continuando con la ficción y su paralelismo con la realidad, esta semana se exhibe mundialmente la cuarta y última entrega de la película Los juegos del hambre.
Es la historia de unos rebeldes que luchan por sacar del poder a un dictador hegemónico que les ha robado los derechos a la mayoría de la población.
Durante las tres entregas de la trilogía, los rebeldes van aumentando su poder hasta que, en la última parte, entran victoriosos a la capital.
Tras instaurarse en el poder, la líder rebelde se proclama “presidente interina” hasta que existan las condiciones idóneas para unas elecciones. Esta proclamación es suficiente para que la heroína de la película, sin discursos ni explicaciones, le clave una flecha directa en el corazón.
Todos los líderes de la guerrilla entienden que es un mal necesario, como mismo lo entendió Marco Junio Bruto cuando apuñaló a Julio César después de que este fuera declarado dictador perpetuo por el Senado romano.
La historia nos da sobrados argumentos de que la violencia solo genera violencia. Así que es posible que la eliminación de los hermanos Castro de forma violenta hubiera generado más dictadura y más violencia. Por otra parte, la ficción de Philip K. Dick, donde nos muestra la posible alternativa de qué hubiera pasado en el mundo en caso de que los nazis no hubieran sido sacados de forma violenta del poder, resulta escalofriante. Lo mismo que la dictadura cubana.