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Un año después del 17-D

El 17 de diciembre se cumplió el primer año del anuncio de una política de llamada normalización de las relaciones entre Cuba y EEUU. Aún sin saber con algún grado de rigor en qué consiste la normalización del 17-D , cabe preguntarse en qué dirección va el proceso, cuánto se ha avanzado y sobre todo quiénes se han beneficiado hasta ahora.

En lo que sigue me enfoco en los cambios económicos que pueden haberse logrado en este período y en los beneficios correspondientes que pueden haberse derivado para los ciudadanos cubanos que no ostentan cargos importantes en el país.

Con la información disponible, que como siempre es escasa, se puede afirmar que el cambio de mayor importancia ha consistido en un aumento significativo del número de visitantes norteamericanos a Cuba. Esto representa un aumento de los ingresos en divisas principalmente para el Gobierno cubano y los operadores extranjeros de instalaciones turísticas. Se puede suponer que una parte del aumento de los ingresos puede haber beneficiado al sector cuentapropista, formal e informal, que brinda servicios al turista, pero no hay manera de saber en qué magnitud.

O sea, lo que hasta ahora es el evento económico de mayor significación en Cuba desde el 17 de diciembre de 2014 es resultado de una decisión unilateral del Gobierno de EEUU, no del cubano. Es importante señalar que este último parece descansar en que EEUU tome todas las medidas que han de mejorar la economía cubana, sin ir más allá de las reformas listadas en los “lineamientos” de hace casi cinco años. Es de notar que tales reformas no se han materializado debidamente o que hasta ahora no han tenido los resultados esperados. En este sentido la reforma más importante es la implementación de la Ley de Inversiones Extranjeras, que hasta el momento no parece haber atraído capitales y proyectos a pesar de las muchas actividades que en tal sentido se han llevado a cabo.

Es cierto que un año es poco tiempo para lograr cambios sustanciales en la economía de un país, pero el mismo viene detrás de los cinco años transcurridos desde la adopción de los llamados “lineamientos”. La referencia de Raúl Castro sobre la velocidad de las reformas indicando que las mismas deberán hacerse “sin prisa pero sin pausa” contradice lo que parece ser una verdadera parálisis de la gestión del Gobierno cubano.

Varios factores sugieren que la situación actual de la economía continúa siendo precaria. Por un lado las recientes declaraciones del vicepresidente Machado Ventura, incitando a elevar la producción agropecuaria, son congruentes con los informes que se reciben de manera continua sobre la escasez crónica de alimentos y otros abastecimientos que afecta a todo el país.

Por otro lado, el éxodo de cubanos buscando residencia en EEUU es una expresión de que las expectativas de la población sobre el futuro de la economía no son alentadoras. A esto se le pueden añadir los recientes informes llegados de la Isla sobre la represión de actividades por cuenta propia que no son del agrado del Gobierno. Todo esto indica una hostilidad gubernamental hacia actividades económicas que pudieran mejorar, aunque sea marginalmente, el bienestar de algunos ciudadanos.

En general, el Gobierno de Raúl Castro no parece interesado o es simplemente incapaz de crear un clima favorable a los negocios que en última instancia contribuirían a sacar la economía nacional de su crisis permanente.

Un ejemplo muy reciente es la orden dada por Raúl Castro de expropiar 20 viviendas y dos restaurantes en el vecindario de su casa por motivos no declarados, pero que manda un mensaje inequívoco a posibles inversionistas sobre la incertidumbre que rodea cualquier forma de propiedad o derecho de posesión o usufructo en Cuba. O sea, Cuba se sigue administrando como una monarquía absoluta y primitiva (o quizás peor, como un simple presidio) cuando de un plumazo el jefe de Gobierno, sin restricción legal alguna, puede tomar arbitrariamente medidas tan radicales como la expropiación de viviendas.

A pesar de las críticas al estado de la economía cubana que el propio Raúl Castro formuló y alentó hace años como preámbulo a un programa de reformas, la realidad es que la economía no da muestras de estar experimentando mejoras sustanciales, no solo para beneficio de la población sino para el propio Gobierno, lo cual es insólito. ¿Qué es lo que realmente está sucediendo en Cuba? ¿Es que Raúl Castro no se atreve a adoptar las medidas que él mismo patrocinó bajo los llamados lineamientos hace casi cinco años? ¿O será que las burocracias administrativas y del Partido están impidiendo los cambios necesarios para mejorar el estado de la economía nacional?

Mientras tanto, el país sigue su proceso de deterioro continuo, con su dependencia permanente de fuentes externas de ayuda, ahora con la posible adición de EEUU, y la pérdida adicional de su capital humano en forma de trabajadores jóvenes según se puede observar en el éxodo actual. Ese capital es el recurso, posiblemente el último, que le queda a Cuba para recuperarse de este cataclismo económico y social. Pero este deterioro no puede seguir indefinidamente. En algún momento deberá alcanzar un punto de equilibrio, aunque no sabemos cuándo ni cuales serán las consecuencias finales.

La revolución cubana se le vendió a la población y al mundo como un proceso en busca de la independencia económica del país con relación a EEUU. La gran ironía de esta historia es que después de casi 55 años de sufrir el engendro castrista de socialismo para lograr ese objetivo, el futuro de la economía cubana depende ahora más que nunca de las decisiones que emanen de Washington, gracias a la ineptitud e irresponsabilidad de los hermanos Castro, agravadas por la incapacidad de implementar las reformas anunciadas.

Written by @diariodecuba

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