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El polarizado Miami cubano

117 cuba121814 versailles ADDLA HABANA, Cuba.- A un año del 17D, el Miami cubano cada vez está más  polarizado. Y no es solo entre los ‘dialogueros’ y los intransigentes con el castrismo, aunque al final del camino todo tenga que ver, de una forma u otra, con eso.

Están los que aman a Obama –los menos- y los que lo detestan, los que niegan su papel en sacar al país de la recesión,  los que aseguran categóricamente que el Obamacare es una mierda,  los que  acusan al presidente de pro-musulmán e izquierdista, de ser demasiado blando en política exterior, especialmente con el castrismo, de poner en riesgo la seguridad del país frente a los yihadistas, de exacerbar el problema racial, etc.

Están los que anuncian que votarán por los demócratas, es decir, por Hillary Clinton, pero jamás por  Bernie Sanders, y los que dicen ser republicanos de siempre, que fervientemente  prefieren a Marco Rubio –un cartel en Coral Gables proclama que Florida es su tierra- o Ted Cruz, pero que de no ser alguno de ellos el candidato,  están dispuestos a votar por Donald Trump, con todas sus barbaridades y payasadas.

Hay los que llegaron primero, no solo en los 60, sino también por Mariel, en 1980, y los que llegaron después del éxodo de los balseros de 1994; los de Hialeah y el South West y  los de Coral Gables, Kendall o Coconut Grove; los que compran la comida en Publix o en Sedano’s;  los que hablan inglés y los que no hacen ni el intento por chapurrearlo;  los que están a favor de que se levante el embargo y los que están porque se mantenga; los que están a favor o en contra de que se modifique la Ley de Ajuste Cubano; los que apoyan y simpatizan con los disidentes  y los que desconfían y no quieren saber de ellos;  los que se oponen a enviar dinero a Cuba y los que no están dispuestos a dejar a sus familiares en la miseria; los que están en contra de que vayan artistas cubanos a Miami, ni siquiera Los Van Van, y los que se menean con el reguetón y el guachineo como si estuvieran todavía en Mantilla o San Miguel del Padrón.

Durante mi estancia  en Miami, escuché muchas discusiones en pro o en contra de que el gobierno norteamericano se encargue de recoger a los miles de cubanos varados en la frontera entre Costa Rica y Nicaragua. Hay muchos sensibilizados con el drama que viven sus compatriotas y otros tantos que dicen que entre los que buscan llegar a suelo norteamericano, además de los infiltrados del G-2 que seguramente hay,  la mayoría son lumpens, chusmas, que nunca movieron un dedo en contra del régimen y que tan mansos como eran, se volvieron leones en reclamo de sus derechos –los que les corresponden y los que no- en cuanto pusieron un pie en suelo extranjero.

En Miami unos cubanos se enorgullecen de ser exiliados y otros dicen ser –como le gusta al régimen castrista que digan- inmigrantes económicos y no políticos, como los de cualquier otro país del área. Muy pocos de ellos tendrán la franqueza de confesar que “no quieren meterse en política” para que no les sea negada la habilitación de su pasaporte y poder viajar a Cuba para visitar a sus familiares. Porque están los que no pueden pasarse un año sin ver a los suyos y los que dicen que “mientras no cambie aquello,  no  regresan ni amarrados”.

A todos, reconózcanlo o no, se los come la nostalgia por la patria y sus cosas, las buenas, las regulares y hasta las malas. Y es eso precisamente, lo que a la vez que los une, los divide. Y qué le vamos a hacer, si es que los cubanos somos así de apasionados.

luicino2012@gmail.com

Written by CubaNet

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