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Inauguración apresurada del nuevo centro cultural de Alamar deja servicios a medias

Vista de Enguayabera
Vista de Enguayabera
Vista de Enguayabera

Diario de Cuba.- El nuevo centro cultural Enguayabera ha causado sensación entre los habitantes de Alamar. Tras su inauguración a finales de diciembre, el espacio se mantiene lleno de martes a domingo.

Construido sobre las ruinas de la antigua fábrica de guayaberas, en la zona 10 de Alamar, el centro cuenta con cuatro salas de cine, sala de teatro, discoteca, café literario, cremería, restaurante, parque infantil y dos tiendas, una de Artex y otra del Fondo Cubano de Bienes Culturales. Para completar la propuesta, está la red WiFi, segunda en Alamar.

“Hay tres antenas”, asegura una mujer que se conecta para hablar con su hijo, que se encuentra en Ecuador. Ella vive en uno de los edificios aledaños. “En realidad no tengo que bajar, me puedo conectar desde la sala de mi casa”, comenta.

Eric, quien vive en un primer piso, bromea: “Si hasta puedo poner un cibercafé en mi jardín. Busco unas mesitas, un conectify y le sirvo café a la gente”.

A pesar de que la posibilidad de acceder a internet es un atractivo predecible y de que el centro tiene espacio de sobra, ETECSA sigue sin poner un puesto de venta de tarjetas y cupones de recarga.

“Está previsto que se haga”, asegura una dependiente de la cafetería. “Pero no sabemos cuándo será”.

Mientras el monopolio estatal de las telecomunicaciones se decide a hacer bien su trabajo, los revendedores, mucho más eficientes, ocupan el lugar. Las tarjetas de una hora a tres CUC no faltan, ni tampoco quienes ofertan el conectify.

Aunque la novedad de internet acapara la atención de los residentes en Alamar, las otras opciones del nuevo centro también han sido aceptadas por el público.

“Es que en Alamar no había nada, ningún lugar a donde ir”, dice Magalis. “Teníamos que salir para poder divertirnos y ahora por lo menos tenemos esta opción”.

Hasta ahora, las salas de cine se mantienen llenas y el público no ha dejado pasar los conciertos y la discoteca. Los niños no paran de saltar en los inflables y corretean por el parquecito tipo gimnasio mientras sus padres hacen cola para comprar en la tienda de Artex.

“Aquí hay más alcohol que café”, comenta Jeny desde una mesa en el café literario. “Pero bueno, ¿qué se podría esperar? Lo que viene a este lugar es la familia alamareña, un montón de gente alrededor de la mesa consumiendo ron y los niños en medio del barullo”.

Aunque la iniciativa es generalmente bienvenida, tiene sus detractores.

“Se me acabó la tranquilidad”, dice un vecino. “Es verdad que la música no se escucha en mi casa, pero sí la bulla de la gente”.

“La cremería tiene unos precios altísimos”, se queja Lidíce. “Una ensalada a 2.80 CUC. ¿Quién paga eso? Y los helados no están tan ricos”.

Mery se ha tropezado con incidentes que clasifica como “cubaneo”.

“El otro día no pude salir de la cremería después de comerme mi helado porque la puerta estaba cerrada con llave”, relata. “Llamé a la camarera para que me abriera y me dijo que cerraba porque tenía miedo que la gente se fuera sin pagar”.

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Ricardo vivió un incidente similar con los custodios de la entrada. “La última tanda del cine es a la 7 pm, así que después de esa hora empiezan a botar a la gente. Yo quería tomarme una cerveza dispensada y el custodio me gritó que ya no se podía entrar y nos empujó afuera, a mí y a mis amigos”.

Para Clara, lo más preocupante es la basura, que ya se empieza a acumular en los jardines. “¿A quién se le ocurre inaugurar esto sin poner papeleras?”, pregunta.

Lo cierto es que el centro cultural, como muchas cosas en Cuba, fue inaugurado en la fecha prevista, pero la premura hizo que quedaran los habituales cabos sueltos.

En la tienda del Fondo Cubano de Bienes Culturales un vendedor lo corrobora. “A los artesanos les avisaron de la apertura un día antes, así que mandaron lo que tenían, no pudieron preparar un lote de productos como debe ser”.

“Este es el acabado cubano”, se burla Mady. “Los jardines no están terminados, no hay papeleras, el suelo está lleno de cemento y todavía no han desmontado los contenedores de la construcción. Deja que llueva y verás el fanguero que se forma”.

Con todo, los habitantes de Alamar creen que Enguayabera es una buena opción en un lugar que no tenía ninguna.

“Hay que ver por qué además de construir cosas nuevas, no se arreglan las que ya están”, observa no obstante una vecina, trabajadora del Ministerio de Cultura. Tenemos un cine cayéndose a pedazos, un anfiteatro en las mismas condiciones, una Casa de Cultura… Todo eso se podría recuperar”.

“Claro —bromea— podríamos dejar que el cine se termine de desbaratar y en el futuro lo convertimos en una fábrica de guayaberas”.

Written by @diariodecuba

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