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SIGUE LA CRISIS: En Panamá siguen cubanos varados a la espera de ayuda

La Prensa Las noticias sobre una posible salida gradual de todos los cubanos aún varados en Costa Rica, no han movido a todos estos migrantes que desde hace dos meses viven la intemperie en el lado costarricense de Peñas Blancas, cerca de Panamá.

Sobre colchonetas o debajo de champas plásticas improvisadas, unos pasan el día revisando el celular para conocer noticias sobre su futuro, otros piden dinero los viajeros y hay quienes se ingeniaron un trabajo para subsistir en el día a día de esta bulliciosa frontera.

En recipientes plásticos, hechos manualmente de botellas y galones partidos casi a la mitad, más de una decena de migrantes cubanos piden dinero a viajeros en el lado costarricense de Peñas Blancas.

Del dinero recolectado compran enseres personales y el alimento del día; pero además, ahorran para completar el costo del viaje que les permitirá continuar la ruta hacia Estados Unidos.

Ellos son parte de unos 250 migrantes que se quedaron en el lado costarricense de Peñas Blancas, la frontera entre Costa Rica y Nicaragua, desde aquel 15 de noviembre cuando Nicaragua devolvió de su territorio con antimotines y el ejército a dos mil migrantes de la isla.

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El resto es una historia con tintes regionales que aún no termina. Quienes se quedaron viviendo en el lado costarricense de este paso, lo hacían al aire libre entre los accesos de personas que ingresan al edificio migratorio a sellar sus pasaportes para ingreso o salida del país.

Su vida cotidiana transcurre a la intemperie, en medio de un cálido clima que hace un ambiente incómodo con el ir y venir de personas, vehículos pequeños, autobuses y camiones de carga de mercancías.

El gobierno de Costa Rica les instaló baños portables donde hacen sus necesidades fisiológicas. Y al inicio la asistencia humanitaria con alimentación era completa. Luego, al quedarse por voluntad propia en la frontera, no hallaron más opción que subsistir.

Así pues, lo más evidente es encontrar cubanos con portando tarritos plásticos para pedir limosna, con leyendas escritas a mano en papel como “Dios bendiga a todos las personas que ayudan a los cubanos”.

Otros trabajan como cargueros, ayudando a jalar maletas a turistas. Ingeniosos como Saniel Bermúdez trabaja conduciendo un triciclo con el cual traslada a personas y maletas entre un puesto migratorio y otro.

“Mi mamá no trabaja. Tengo un hijo de 17 años y uno que ahora tiene 7 meses. Quiero luchar por darle un futuro a mi hijo menor”, explicó este joven panadero de 35 años sobre sus motivos de emigrar.

“Yo quise quedarme en un albergue de La Cruz pero estaba abarrotado de personas. Decidí quedarme en la frontera, quise jugármela (cruzando Nicaragua) pero vi demasiado peligro, todos estaban siendo extorsionados en medio del camino con coyotes nicaragüenses que te asaltaban” con a, añade.

Desde hace más de un mes decidió alquilar un triciclo para transportar personas y maletas en un recorrido de unos 200 metros, la distancia entre el edificio migratorio costarricense de Peñas Blancas y la guardarraya para poner pie en Nicaragua.

“Más o menos me fui afincando en este trabajo y he podido reunir el dinero que me están pidiendo (555 dólares) para poder llegar a México. Solo me faltaría el dinero para poder atravesar México y llegar a los Estados Unidos. Me falta reunir unos 250 dólares”, relata.

Los mil dólares que le quedaban en el bolsillo a Andrés Reyes, al momento de quedar varado en esta frontera, los usa para comprar y vender dólares, colones costarricenses y córdobas de Nicaragua.

“De esta manera guardo mi mismo dinero y los gastos los saco de la ganancia. Costa Rica es un país caro, solo un almuerzo en esta frontera cuesta 5-6 dólares”, concluyó Reyes, quien en Cuba trabajaba como segundo administrador en un negocio de gastronomía del gobierno. Además, administraba una discoteca para adolescentes donde no se permitía consumo de bebidas alcohólicas ni fumado.

Desde que hace dos semanas Costa Rica, El Salvador, Guatemala y México afinaron un plan piloto para sacar el 12 de enero al primer grupo de 180 migrantes; la mayoría de los 250 cubanos se replegó a los albergues de la Cruz, 22 kilómetros al sur de Peñas Blancas, donde las autoridades migratorias mantienen abierto un proceso de selección de los grupos a viajar.

Quienes quedaron continúan pidiendo dinero y unos pocos trabajando, pernoctando en medios de penurias entre camiones de carga, dentro de improvisadas casas de campaña hechas de plástico o al aire libre.

La Comisión Nacional de Emergencias (CNE) prioriza asistencia humanitaria a quienes se encuentran en los albergues, por lo tanto, tienen que jugársela buscando el sustento diario.

Ana Fernández viaja con un grupo adicional de 6 personas, entre familiares y amigos. Ella fue una de tantas familias que permanecieron casi dos meses en Peñas Blancas, viviendo al aire libre, esperanzada en que algún momento Nicaragua les abriera la frontera para continuar la ruta.

Ello nunca ocurrió y regresó a un albergue de La Cruz, a la espera de buenas nuevas de parte de autoridades costarricenses. Con ansias espera el día cuando le corresponda partir.

Written by María Fernanda Muñóz

Periodista venezolana. ¿La mejor arma? Humanidad. Pasión se escribe con P de periodismo

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