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La última mentira de Fidel Castro, por Tania Díaz Castro

La última mentira del dictador Fidel Castro pudiera ser el descubrimiento del esqueleto de Ernesto Che Guevara, trasladado al Mausoleo de Santa Clara, en Cuba, reseñó Cubanet.com.

Para probar la falsedad de esa historia, los experimentados periodistas Maité Rico, de España, y Bertrand de la Grange, de Francia, comenzaron a investigar de forma muy minuciosa todo lo ocurrido, a partir de la orden dada por Fidel a un equipo de científicos cubanos, que en sólo unos meses encontraron el cuerpo del aventurero argentino, para hacerlo llegar a La Habana y conmemorar a tiempo el 30 aniversario de su muerte.

No me extraña nada, dado el largo historial de mentiras del caudillo cubano, que esta sea otra de ellas. Probablemente la última en importancia.

El reportaje de Maité y Bertrand, desbordado de indicios que nos alertan sobre algo oculto o mal contado, de irregularidades en pruebas claves y contradicciones insalvables, da mucho que pensar. En medio de sus inteligentes y acertadas pesquisas, surge un campesino que lo vio todo, que lo sabe todo, y todo lo que vio y todo lo que sabe echa por tierra lo que una historiadora cubana, fiel a Fidel, afirmó como cierto, cuando entre lágrimas dijo: “Es el Comandante, al fin lo encontramos”.

Pero la verdad es otra: El esqueleto del Che, como el de Camilo, nunca ha sido encontrado.

En 1997, en el 30 Aniversario de la muerte del argentino, la dictadura cubana pasaba por sus peores momentos. Hacía falta algo que alumbrara un poco su camino de piedras en la noche, y esa luz, por supuesto que no fue, ni remotamente, la llegada en avión del esqueleto del Guerrillero Heroico. Los cubanos de a pie siguieron pasando hambre. Se comían a los gatos en La Habana y las frazadas de piso eran convertidas en bistec.

Como un dictador es capaz de hacer cualquier cosa que necesite para su imperio en ruinas, a Fidel se le metió entre ceja y ceja traer al guerrillero de todas todas; cosa que nunca hizo con Camilo, quien al parecer se pudrió dentro de un avión, en las profundidades del mar.

¿Quién le iba a decir que no se podía?

Sólo dos periodistas europeos le han demostrado, con sólidos argumentos, que “el hallazgo milagroso”, como lo definió Fidel, anunciado durante la noche, cuando la prensa se había retirado de Vallegrande, es un engaño.

El cadáver del Che había sido incinerado por el alto mando militar de Bolivia y esparcidas sus cenizas en la selva.

Un fallo de Fidel con su amigo Ignacio Ramonet, lo aclara todo. Si sólo eran seis los esqueletos encontrados, según sus propias declaraciones, ¿cómo es que los médicos forenses pudieron obtener siete cuerpos?

Esa pregunta ni remotamente la hizo Ramonet.

El milagrón no dio resultado alguno. La economía siguió empeorando, como cada día que pasa, y ni siquiera las laboriosas manos mutiladas del ex ministro de Industrias, en poder de los hermanos Castro, le han dado suerte.

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