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PARA NO OLVIDAR: ¡Qué bella es La Habana… que disfrutan los turistas!

Un antiguo coche americano, como los que pasean a los turistas por el centro de La Habana, frente al Museo de Bellas Artes.

El País Un buen modo de comenzar a recorrer La Habana y de descubrir la nueva Cuba que rompe el cascarón es visitar el antiguo palacio del Conde de Lombillo, en la plaza Vieja, donde funciona un pequeño hostal de lujo y una cafetería-restaurante llamada Café Bohemia.

Se trata de un lugar muy especial, con ventanas y puertas de madera pintadas de azul, patio interior blanco y aromas coloniales que rinden homenaje a Ricardo Sáenz, uno de los fundadores de Prensa Latina, la agencia de noticias creada por el periodista argentino Jorge Masetti y el Che Guevara tras el triunfo de la revolución cubana. Sáenz trabajó también en la famosa revista Bohemia, de ahí el nombre del lugar y su decoración, con portadas de la publicación colgadas en la pared por su hija Diana, el alma de este negocio privado abierto en 2014.

Hasta hace solo unos años esta antigua residencia aristocrática era una degradada cuartería en la que vivían una docena de familias. La llegada de Diana a esta corrala transformó el lugar y lo convirtió en un sofisticado espacio que ahora cuenta con tres habitaciones con encanto, una de ellas una suite con muebles de caoba y sábanas de hilo, y un bistró en los bajos.

Sáenz rehabilitó el edificio e implicó a las nueve familias que aún viven en él en un proyecto comunitario que cuenta con el apoyo de la Oficina del Historiador de la Ciudad, que dirige Eusebio Leal. Hace no demasiado tiempo esto hubiera sido impensable. Pero las cosas han cambiado lo suficiente en Cuba como para que hoy el visitante pueda disfrutar La Habana de un modo nuevo gracias a la iniciativa privada y a los trabajadores por cuenta propia (los autónomos), que ya son más de medio millón de personas en todo el país.

Gente paseando por el Malecón de La Habana, cerrado al tráfico los fines de semana durante la Bienal de Arte de 2015

Comenzada a construir en 1584 como alternativa a la plaza de Armas, la plaza Vieja es símbolo del nuevo empuje de los negocios particulares y también un laboratorio de la Cuba futura. Hace dos años, todas las cafeterías, bares y tiendas que había en esta plaza eran del Estado.

Ahora, al lado del Café Bohemia uno puede darse un masaje en un salón puesto a todo lujo, o beberse un mojito en el Azúcar, un moderno bar restaurante propiedad de una pareja hispano–cubana. En el Azúcar hay pinchos, cócteles y una terracita con vistas privilegiadas a los soberbios palacetes y soportales de esta plaza que fue el espacio comercial más importante de la capital en el siglo XVIII.

En su misma cuadrícula, en la esquina de Muralla y San Ignacio, a un costado delpalacio del Conde de Jaruco, funciona La Vitrola, establecimiento de comida criolla. El local está ambientado con viejas neveras de Coca-Cola y anuncios de los años cincuenta, y atesora una maravillosa juke box americana con música de Benny Moré y Celia Cruz, mambos de Pérez Prado y chachachás de la Orquesta Jorrín.

Otra Manera, una de las nuevas paladares (restaurante privado) de La Habana, en el barrio de Miramar, cerca del río Almendares.

El casco histórico de La Habana Vieja es uno de los conjuntos coloniales mejores conservados de América. De sus más de 3.000 edificaciones, 550 son monumentos arquitectónicos de alto valor patrimonial y cerca de un tercio han sido rehabilitados. Hoy pasear por cualquiera de las calles o plazas recuperadas, como la de San Francisco, llena de caleseros, terrazas y palomas, o la de Armas, tomada por los libreros de viejo y los voceadores de periódicos, es uno de los grandes placeres de La Habana.

Si uno es curioso y se sale de los circuitos más trillados, descubrirá verdaderas joyas, como la plaza del Cristo, situada a medio camino de la plaza Vieja y el Capitolio,donde se encuentra la iglesia del Santo Cristo del Buen Viaje, a la que tradicionalmente acudían los marinos al partir de la ciudad para solicitar protección.

El templo está en proceso de restauración, pero en sus alrededores los primeros negocios privados ya han empezado a florecer, como el restaurante El Chanchullero o la tienda de diseñoClandestinas, en la vecina calle Villegas, abierta con vocación alternativa y con una oferta de colecciones irreverentes, como la de fundas de almohadas Remedio para el insomnio, que en sus telas llevan estampados billetes de 100 dólares o pasaportes, un guiño a las cosas que les quita el sueño a los cubanos.

La Fábrica de Arte, en La Habana

La Fábrica de Arte Cubano es uno de los sitios más interesantes y de moda de la noche habanera. Gestionada por el músico X Alfonso, este complejo cultural alternativo privado tiene salas de proyección, galería, bares y espacios para teatro y conciertos. Abre de jueves a domingo, de 20.00 a 4.00. La entrada cuesta 2 dólares (1,85 euros) y lo que se consume se anota en una libreta de racionamiento (como la real que tienen todos los cubanos). Abrió hace menos de dos años.

Cerca está el estudio de tatuaje La Marca, que también es una galería de arte, en Obrapía. O el restaurante O’Reilly 304, abierto en la calle del mismo nombre, un sitio diminuto pero con mucho ambiente donde algunas noches uno puede disfrutar de un trío de jazz tocando en las escaleras. También está la calle de los peluqueros, en Aguiar, donde Gilberto Valdés, Papito, ha creado una escuela de peluquería con el apoyo de la Oficina del Historiador. El Estado ha arreglado el pequeño pasaje y ha cedido locales donde hoy funcionan bares, tiendas, galerías y otros proyectos, todo de gestión privada.

Es cierto que uno sigue teniendo la sensación de estar en un lugar donde el tiempo se ha detenido. Muchas fachadas de edificios de Centro Habana y de La Habana Vieja siguen en estática milagrosa, esa increíble categoría creada por los arquitectos cubanos para designar las construcciones que uno ve a punto de desmoronarse, pero que ahí continúan. Del mismo modo, el parque automovilístico cubano sigue apoyándose en la flota de viejos automóviles norteamericanos de los años cuarenta y cincuenta que todavía perviven, muchos de los cuales hoy ruedan relucientes y vistosos.

Oldsmobile naranjas, Mercury niquelados o Cadillac azul eléctrico arando las calles al servicio de los visitantes, que no resisten la tentación de subirse a uno de estos cochazos descapotables (25 o 30 euros la hora) para recorrer la ciudad.

Sin duda, la arquitectura es uno de los grandes alicientes de La Habana. A la que uno sepa mirar, descubre que no hay una sola Habana, sino varias. La más conocida y menos deteriorada es La Habana colonial, la de las cinco grandes plazas (de Armas, de San Francisco, Vieja, de la Catedral y del Cristo) y los baluartes militares de La Fuerza y La Cabaña. Pero más allá de este centro histórico existe una fabulosa Habana ecléctica, y una Habana déco, y también una Habana moderna, de los años cincuenta, todas de gran interés.

Está además la ciudad carpenteriana de las columnas y los soportales, La Habana de las grandes calzadas (la del Cerro, la de Monte, la de Infanta); La Habana señorial de El Vedado, dividida y subdividida en cuadrículas regulares; La Habana exclusiva de las residencias de la Quinta Avenida y el Country Club, o la marinera de Regla y Casa Blanca.

Todo el mundo debería probar los frijoles de doña Eutimia

Antes era bastante común escuchar aquello de “quiero ir a Cuba, pero antes de que aquello cambie”. Hoy se puede disfrutar de ambas cosas a la vez. La Cuba perezosa y de barricada sigue ahí, con sus vallas de propaganda socialista y su andar sandunguero, patria o muerte, venceremos. Pero ya son 10.000 los habaneros que alquilan habitaciones, casas o apartamentos, algunos de lujo, y hay también en la capital cientos de cafeterías y restaurantes privados.

El restaurante privado La Guarida, en La Habana.

No se puede pasar por La Habana sin cenar en La Guarida, la legendaria localización donde en 1993 se rodó la película Fresa y chocolate, dirigida por Tomás Gutiérrez Alea y Juan Carlos Tabío. Desde su apertura —tres años más tarde—, por esta paladar ha pasado todo el mundo: Jack Nicholson, la reina Sofía, Pedro Almodóvar y hasta Rihanna y Beyoncé. Sus platos de atún a la caña de azúcar y cherna compuesta a la caimanera son famosos. Igual que los garbanzos con langosta de Casa Pilar, uno de los sitios nuevos aparecidos en los últimos tiempos en el barrio de Miramar.

Pilar es una asturiana aplatanada en Cuba y en su casa de la calle 36 hasta se puede comer una buena fabada. En Río Mar, en la desembocadura del río Almendares, son exquisitos los ceviches. Otra Manera, La Corte del Príncipe (italiano) o Estar Bien son otras paladares (que así se denominan aquí los restaurantes privados) de puntería en las zonas de Playa o El Vedado, y de igual modo la noche habanera hoy está llena de opciones privadas, como las discotecas Bolabana, Mío & Tuyo, Sangri La o Up and Down. También hay clubes donde uno puede escuchar en directo a músicos como Kelvis Ochoa o Descemer Bueno (el Sarao o el Corner Club son algunos de ellos).

Publicado originalmente en El País 

Written by María Fernanda Muñóz

Periodista venezolana. ¿La mejor arma? Humanidad. Pasión se escribe con P de periodismo

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