Fotorreportaje por Irina Echarry

Los distintos matices de verde, el cielo nocturno saturado de estrellas y el aire puro hacen que mi estancia por aquellos lares sea casi mágica. También están mis amigos, los que viajan conmigo y los que viven allá, esos que nos abren con humildad las puertas de sus casas.
La imagen permanente mientras caminamos por llanos o montañas es de ensueño. Gracias a la lluvia de estos últimos meses nos encontramos bellas charcas visitadas por cerditos curiosos, y otros animales que pastan tranquilamente a sus alrededores. Otras veces la tierra ha estado reseca y la vegetación mustia.
Otro de los grandes placeres es compartir de cerca con animales a los que poco conozco.
En las zonas más pobladas, un detalle que impacta al visitante capitalino es la buena atención en los negocios particulares y estatales; todavía no ha llegado a este lugar la desidia y la falta de respeto al cliente que existe en la mayor parte del país.
Pero la pasión no me ciega. Este paraíso de la zona más occidental de Cuba se ha ido transformando poco a poco. En este último viaje un incipiente basurero nos sorprendió en medio de un camino, donde antes todo era vegetación. Junto a los cantos de los pájaros y al ladrido de los perros, el reguetón se dejó escuchar, aunque sin mucha fuerza. Y, para nuestro asombro, un almendrón contaminante nos acompañó el último día.

A pesar de ser un territorio de gente trabajadora y esforzada, algunos campesinos jóvenes han optado por vivir de la madera, antes que sembrar la tierra. Talar unos cuantos cedros les da más resultado que pasar meses cultivando y cosechando. Aluden falta de insumos y abonos, lo que es cierto, aunque también ignoran las formas tradicionales de cultivar y vivir en armonía con la tierra, sin sobreexplotarla.
La “civilización” está invadiendo el campo, con los beneficios y los vicios que ella lleva.
De cualquier manera seguiré haciendo el viaje. Aún me ayuda a desintoxicar de la sucia y emponzoñada ciudad. En Pinar siempre encuentro gente noble que me brinda café, conversación y hasta un poco de amor sin esperar nada a cambio. Quién sabe si algún día termine mudándome para una de aquellas montañas.
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