La Rioja Prueba de que la batalla por representar al Partido Republicano en las próximas elecciones presidenciales de Estados Unidos ha alcanzado niveles de extremismo sin precedentes es que las que hasta hace poco tiempo funcionaban como las voces más estridentes de la formación conservadora están alarmadas y sienten la necesidad de reclamar serenidad.
«No tengo intención de disparar a nadie en esta campaña», declaró el domingo Ted Cruz, el senador de Texas al que el Tea Party lanzó al panteón de la política. Entre sus padrinos destacaba Sarah Palin, la exgobernadora de Alaska que ahora le ha abandonado por una estrella de ‘reality show’ como ella, que ha sabido trasladar sus índices de audiencia a las encuestas. Donald Trump, ebrio de fama, había fanfarroneado el sábado con que podría dispararle a la gente en la Quinta Avenida de Nueva York y sus fieles aún así le seguirían votando. De ahí que Cruz haya preferido aclarar que él no llegará a esos extremos.
Su apuesta pasa ahora por ganarse a los representantes habituales de la estridencia para convertirse en la opción de los que, incluso entre el electorado ultra, se escandalizan ante las propuestas extremistas de Donald Trump y su «desmedida arrogancia», dijo ayer el locutor conservador Glenn Beck, hasta ahora encargado de espolear a las masas a través de las ondas. «Esto supera mi imaginación», admitió Beck al lanzar su sombrero por Cruz. «Si Donald Trump gana, esto va a ser una bola de nieve hasta el infierno», advirtió.
El programa de Beck se emite en más de 200 emisoras de radio y hace dos años ya era el cuarto más oído del país. Se trata además de un autor prolífico y ha llegado en cuatro ocasiones a encabezar la lista de los más vendidos en The New York Times con libros como ‘Cobardes: Lo que los políticos, los radicales y los medios se niegan a contar’ o ‘Esto va del islam: Exponiendo la verdad sobre el Estado Islámico, Al-Qaida, Irán y el califato‘.
Alarma entre los demócratas
Ése es el nuevo perro de ataque de Ted Cruz, el senador de Texas que ha pisado tantos callos durante sus dos años de estancia en Washington que no cuenta con el apoyo de ningún congresista o gobernador. Muchos republicanos le tienen tanto pavor que están dispuestos a votar por Trump como candidato del partido a presidente, pero otros todavía se horrorizan tanto ante las salidas de tono del multimillonario que prefieren ver de nuevo a los Clinton en la Casa Blanca. Y eso, viniendo de un republicano, es mucho decir.
Si en el bando conservador el duelo entre Ted Cruz y Donald Trump es a muerte, a sólo una semana de los ‘caucus’ de Iowa en el lado demócrata se han encendido todas las alertas en la campaña de Hillary Clinton por el empuje de quien parecía un candidato todavía más improbable que Barack Obama cuando le arrebató la nominación en 2008. Bill Clinton, que como todos los pesos pesados de la formación se está volcando en Iowa, admitió el domingo la necesidad de frenar la corriente de quienes piensan que «el otro tipo está más cabreado que ella».
El expresidente se refiere a Bernie Sanders, el único senador independiente y el que se ha atrevido a reconocerse en solitario como un socialista en la cuna del capitalismo, y que además ahora mismo aventaja a Hillary Clinton en los sondeos en Iowa y New Hampshire, aunque pierde abismalmente en Carolina del Sur.
Si ese cortafuegos en el sur y centro del país termina fallando, Clinton, que convenció a Trump para presentarse a las elecciones, se guarda otra carta en la manga: Michael Bloomberg. El exalcalde de Nueva York, otro multimillonario dispuesto a gastarse mil millones para financiarse la campaña y que, como independiente, le arrebataría votos al Partido Demócrata.
