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Por pobre, por negro, por indefenso

María Antonia Molina (foto del autor)
María Antonia Molina (foto del autor)

LA HABANA, Cuba (Cubanet).- El preocupante caso del recluso Julio César Cano Molina ha sido denunciado de diferentes modos por su familia. El independiente Centro de Información Legal (Cubalex) solicitó y obtuvo una medida cautelar de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) a su favor.

Desde 1995, el Instituto de Medicina Legal certificó que su estado de salud era incompatible con el régimen penitenciario. Años después, la directora provincial de Pinar del Río de Servicios Médicos declaró que con Cano Molina se estaba cometiendo una gran injusticia.

Hace pocos meses, luego de una carta de su familia, en el programa televisivo “Al derecho” la especialista que responde a las dudas y consultas de la población estuvo de acuerdo en que este recluso no estaba apto para seguir en prisión. Pero todo ha sido inútil y Cano Molina sigue en “Kilómetro 5 y ½”, Pinar del Río.

Triste principio

Según testimonian María Antonia Molina, madre, y Lázara Cano, hermana, desde pequeño, Julio César Cano comenzó a mostrar síntomas preocupantes y en el Centro de Diagnóstico y Orientación —entidad que se encarga de niños con problemas psicológicos— lo calificaron como retrasado mental severo y lo enviaron a una escuela especial.

Internado ya, se fugaba con frecuencia y, en una ocasión, se subió a un tren y apareció en Santiago de Cuba. Estuvo hasta los 16 años en la institución, de donde salió con una instrucción sumamente precaria y una conducta muy inestable.

En 1989 iba en una bicicleta y un camión lo golpeó, provocándole diversos daños. Según su hermana Lázara Cano Molina, “debían haberle hecho varias operaciones, pero no le han hecho ninguna”. Una fractura de la pelvis ósea le rompió la vejiga y le provocó una lesión permanente del paquete vásculo-nervoso a dicho nivel, lo cual trajo consigo disfunción sexual eréctil, incontinencia urinaria con esfínter incompetente y vejiga neurogénica, entre otros males.

Julio César se dio a la bebida, aparecía tirado en medio de una carretera o desnudo porque había cambiado su ropa por alcohol y, cuando comenzaron sus problemas con la justicia, el tribunal nunca tenía en cuenta sus problemas de niñez y adolescencia, ni fue analizado por un psicólogo ni psiquiatra. Todo empezó cuando se robó un bombillo y lo condenaron a dos años de prisión.

“En varias ocasiones atentó contra su vida”, dice Lázara: “Antes del accidente, una vez se metió debajo de la cama y estuvo muchos días allí, mientras nosotros lo denunciábamos como desaparecido”. Lo encontraron desmayado por la sed y el hambre. Después del accidente, se dio puñaladas en el pecho. Sus ingresos en salas de psiquiatría fueron incontables.

Por pobre, por negro, por indefenso

Decenas de copias de diversos documentos facilitados a este reportero por Cubalex y la familia, demuestran lo inhumano que resulta el abuso que se está cometiendo con Julio César Cano Molina, además de con su madre, anciana y enferma, y sus dos hermanas, que viven en una franca miseria.

Una de las claves de su situación está en que, según la dirección de Servicios Médicos de La Habana, Julio César no se halla apto para el régimen penitenciario y no debe ser evaluado de nuevo por Medicina Legal hasta ser operado, pero las veces que han avisado del Hospital Ameijeiras informando que ya hay una cama para operarlo, como es el procedimiento, en la prisión demoran en darle la licencia extrapenal y se pierde la cama.

Y lo grave es que en varias ocasiones el presidente de la Sala de lo Penal en el Tribunal Provincial de Pinar del Río, Celso Luis Plasencia, además de otros funcionarios, le han dicho a la familia que no darán la licencia, aunque a veces el recluso no se puede levantar por los dolores, los otros presos lo rechacen por el mal olor y tengan que pedir que lo aíslen en una celda de castigo, aunque Julio César no haya hecho nada.

“Mi hermano se amarra el pedacito de pene que le quedó con una tira de tela para que no se le salga el orine”, cuenta Lázara, “pero aun así le sigue el mal olor, porque tiene una fuerte sepsis urinaria, que los demás reclusos no toleran”.

El Teniente Coronel del Departamento Técnico de Investigaciones Antonio Díaz Estévez llegó a ensañarse tanto con Julio César que lo llevó a Villa Marista, donde no lo aceptaron “por no cumplir las condiciones”. Otra vez lo mantuvo 12 días esposado a la reja, sin darle comida ni agua. Finalmente este oficial fue separado y jubilado —no expulsado— del Ministerio del Interior por las “irregularidades” cometidas durante el proceso de investigación de unas de las acusaciones que ha recibido Cano Molina.

Porque, según sus familiares, la policía pinareña es muy corrupta, se ensaña con las mujeres solas, con los que no tienen dinero, con los negros, con los retrasados mentales, y por eso a Julio César siempre lo han estado acusando de cuanto robo se comete en el reparto Cuba Libre, aun con testigos que lo defienden y hasta encontrándose en prisión cuando se cometió el delito.

“Él ha robado bombillos, toallas, pantalones, pero jamás han saltado una cerca ni se ha metido en una casa, aunque a veces lo han mandado a robarse una toalla en una tendedera”, asegura su hermana Lázara: “Y la policía lo acusa de andar con armas blancas y le pone antecedentes penales delitos que se ha demostrado judicialmente que no cometió. Según ellos no saldrá de prisión hasta el año 2049”.

Protestar puede agravar las cosas

Y continúa ella: “Al concluir el último juicio, el juez de la sala nos dijo: ‘Ustedes pueden ir a donde quieran, pero no resolverán nada, porque aquí la autoridad somos nosotros’”. Por su parte, el ya citado Plasencia Delgado, maltrata a la madre y hermanas de Cano Molina cuando ellas van a reclamar por las continuas denegaciones de la licencia extrapenal ha exclamado que el interno va a morir en la prisión, pues él no va a permitir la licencia bajo ninguna circunstancia.

De hecho —sobre todo después de que Díaz Estévez fue separado del MININT y de que la CIDH aprobó la medida cautelar a favor de Julio César Cano—, casi ningún funcionario acepta recibir siquiera su estas mujeres que, además, tienen sus propios y serios problemas de salud y carecen de recursos hasta para llevarle una simple bolsa con comida al recluso.

En su historia clínica, consta que Julio César —aparte de todos sus severos problemas físicos— padece de un trastorno disocial de la personalidad, además de retraso mental, epilepsia y de que no pasa 51 de coeficiente intelectual. Se le debe medicar desde hace años con carbamazepina, fenobarbital y nitrazepam.

María Antonia Molina, madre de Julio César, ha estado varias veces grave por diabetes, cardiopatías, úlcera, hipertensión arterial y otros males que le han ocasionado los sufrimientos de su hijo y el maltrato que ella misma ha recibido al reclamar en —o pernoctar ante— organismos como el Consejo de Estado, la Fiscalía General de la República (Dirección de Protección de los Derechos Ciudadanos), la Fiscalía Provincial de Pinar del Río, la Fiscalía Militar Principal, el Departamento de Atención a la Población del Ministerio de Justicia, la Dirección de Atención a la Ciudadanía del MININT, el Tribunal Supremo Popular y otros.

Pero persiste, como sus hijas, también enfermas ya. Y ya no encuentran ni siquiera quién las escuche. Protestar y reclamar parece haber resultado hasta peor para ellas y para Julio César Cano. En una de las incontables respuestas negativas se puede leer: “Le significamos que el Ministerio de Justicia, el Ministerio del Interior y los Tribunales son órganos independientes, que no se subordinan entre sí, cada uno con sus funciones y atribuciones claramente delimitadas”.

En una conversación telefónica, Lázara confiesa estar segura de que a su hermano “quieren matarlo lentamente. Aparte de la vejiga distrofiada, también tiene el hígado inflamado. En un mismo documento se reconocen todos sus problemas de salud y que debe estar hospitalizado, ¡y al mismo tiempo se dice que está bien de salud y apto para el régimen penitenciario! Y todos saben todo lo que está pasando”, concluye.

Written by CubaNet

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