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Una nueva arquitectura caminando a pasos agigantados

Por Maya Quiroga

HAVANA TIMES — Todo estudiante de Arquitectura en Cuba recibe entre sus primeras lecciones el concepto acuñado por los romanos para definir al arte de proyectar y construir edificios. Fue el tratadista Vitrubio, quien en el siglo I A.C. fijó las tres condiciones básicas de la arquitectura: resistencia, funcionalidad y belleza.

Sin embargo, cuando ese mismo estudiante sale del contexto académico, choca con una dura realidad: en la Mayor de las Antillas hace tiempo dejaron de ser importantes las obras funcionales y bellas, y casi ningún arquitecto es reconocido como un artista.

Sobre ese y otros temas reflexiona el destacado crítico de arte Nelson Herrera Ysla, graduado de Arquitectura, pero que se vinculó muy temprano a la docencia en la escuela de diseño y desde hace algunos años labora en el Centro de Arte Contemporáneo Wifredo Lam, institución que organiza la Bienal de La Habana, evento donde la arquitectura cubana e internacional siempre ha estado presente de una forma u otra.

HT: ¿Por qué dejó de considerarse la arquitectura en Cuba como una forma de arte?

Nelson Herrera Ysla: Durante los años 60 la arquitectura en Cuba tuvo un cierto esplendor, con la construcción de un grupo de obras que proponían una nueva mirada. Entre esas obras se encuentran: las Escuelas de Arte de Cubanacán, el Pabellón Cuba, la Ciudad Universitaria José Antonio Echeverría, un conjunto de viviendas en Manicaragua, que hizo el historiador y arquitecto Walter Betancourt en el oriente de Cuba; el Monumento a los Mártires de Artemisa y el Instituto Politécnico Voisan, en Güines, entre muchos otros más.

El movimiento arquitectónico moderno cubano es extraordinario y está presente desde La Habana hasta Las Tunas, Ciego de Ávila, Matanzas, Pinar del Río, Isla de Pinos. Hoy se considera seriamente la posibilidad de demoler una de las joyas de la arquitectura cubana, el Hotel Internacional de Varadero, para construir un nuevo complejo arquitectónico.

Cuando se suspendió la construcción en las Escuelas de Arte de Cubanacán, que estaban a medio concluir, vino una reacción muy fuerte, por parte del Ministerio de la Construcción, contra toda esa arquitectura que realmente estaba proponiendo nuevos lenguajes, nuevos códigos.

Creo que ese fue un momento muy duro para la arquitectura cubana. Me parece que el parque a los Mártires Universitarios, ubicado en Infanta y San Lázaro, fue como la última gran expresión de esa arquitectura revolucionaria.

Ya a partir del año 1966, la arquitectura dejó de formar parte de la cultura cubana y la construcción se convirtió en el gran mito. Por esa época también dejó de cumplir sus funciones el Colegio de Arquitectos. Luego apareció la Unión Nacional de Arquitectos e Ingenieros de la Construcción de Cuba.

En la década del 70 entró de lleno en Cuba el prefabricado, con el gran panel soviético y el sistema Girón, inventado en Cuba, con el que se levantaron todas las escuelas secundarias básicas en el campo. Se comenzaron a hacer todos los grandes distritos y microdistritos como el de Alamar; el José Martí, en Santiago de Cuba; pueblos agrícolas, en el medio rural cubano; obras sociales como hospitales y policlínicas. Era más importante la cantidad que la calidad.

A la Escuela de Arquitectura se le cambió el nombre, se le llamó Facultad de Construcciones. Hace pocos años fue que se volvió a recuperar la palabra arquitectura en la escuela. De los años 70 todavía no nos hemos recuperado, las consecuencias las estamos pagando todavía.

HT: En ese mismo sentido, desapareció la crítica especializada sobre arquitectura que existía antes del triunfo de la Revolución

NHY: A los 19 años publiqué mi primera crítica de arquitectura, siendo estudiante de tercer año, en la revista El caimán barbudo, que en su primera época reunió a un grupo destacado de poetas, ensayistas y escritores cubanos.

Roberto Segre había desarrollado un trabajo serio como profesor, crítico e historiador, Fernando Salinas también. Mario Coyula comenzaba a publicar sus primeros artículos en aquel momento. Había un grupo de arquitectos que estaban ejerciendo como críticos.

Proyecto de un templo Bautista en Vertientes, Camaguey.

Durante la década del 60 renació la revista especializada Arquitectura de Cuba, muy importante y que sentaba pautas en el campo de la crítica de ese arte. Además de eso, se publicaban textos en Bohemia, en las revistas Cuba internacional y Unión, en La Gaceta de Cuba, pero como mismo desapareció la arquitectura, dejó de existir la crítica especializada al respecto.

Todavía existe la revista Arquitectura de Cuba, con frecuencia bianual, que hoy dirige el arquitecto Eduardo Luis Rodríguez, creo que el historiador más importante que tiene Cuba en ese campo. Esta requiere de un financiamiento. Él arma los números y espera que alguien se interese en apoyar su publicación. Así pueden pasar dos o tres años sin que vea la luz un número. No es de amplia circulación y no se vende en los estanquillos y las librerías.

HT: En su opinión, ¿cuál es la causa de que no se socialicen más los proyectos que se generan cada año desde la Facultad de Arquitectura de La Habana?

NHY: Esa falta de socialización permea también lo que sucede en las universidades. Hace poco la gente se enteró, a través del espacio televisivo Mesa Redonda, de que había una nueva generación de diseñadores industriales e informacionales. Creo que las personas desconocen lo que está ocurriendo en el campo de la Arquitectura.

Ha surgido una nueva generación de arquitectos, formados en la Academia, que están tratando de cambiar el orden de las cosas y dar a conocer lo que hacen, pero realmente es muy difícil, porque hubo un olvido total.

No hay espacio en los medios de difusión cubanos ni impresos ni televisivos. Los salones nacionales de arquitectura solo tienen promoción dentro del gremio. Ha habido premios extraordinarios en esos salones y la población no los conoce, como tampoco puede nombrar los edificios emblemáticos de Cuba.

Si los medios de comunicación se dedicaran a difundir los proyectos de los jóvenes y de los ya reconocidos, eso contribuiría mucho a eliminar la imagen negativa que hay sobre la arquitectura cubana contemporánea.

Desde la Facultad de Arquitectura – y liderados por Augusto Rivero- los estudiantes han realizado proyectos de diseño ambiental para ese nudo vial tan importante que es la Plaza de Cuatro Caminos para el poblado de Casablanca; para definir y embellecer la difícil entrada de Alamar, en el entronque de Los Cocos con la Vía Blanca. Hay proyectos muy buenos para la bahía de La Habana, que son el inicio de una serie de obras que concluirán los emboques de Regla y Casablanca.

Por otra parte, se ha producido una sobresaturación de la promoción del patrimonio arquitectónico colonial y republicano, que yo no quiero ni verlo ya. Solo se habla del pasado: de los grandes monumentos que van desde el Castillo de la Real Fuerza, hasta el Capitolio Nacional, pero la gente no tiene idea de los nuevos proyectos.

Las 150 grandes obras del Movimiento Moderno Cubano, que se recogieron en un libro, jamás han salido por la televisión. En Cuba hay un legado muy fuerte. Debemos rescatar toda esa herencia. La cultura arquitectónica se logra difundiendo las buenas obras.

Lo que sale por la televisión y en la prensa plana son los proyectos intrascendentes y la mala arquitectura que se construye. En unas cápsulas que se transmiten por la televisión con el nombre de Cuba, que linda es Cuba soólo se promueve el eclecticismo del siglo XX en los pueblos del campo cubano.

HT: ¿Qué son los grupos independientes de arquitectos?

Nelson Herrera Ysla. Foto: cubarte.cult.cu

NHY: Son grupos que a veces trabajan en su tiempo libre, fuera de los horarios de sus empresas, y algunos que no están vinculados al Estado y son contratados, directamente, por firmas extranjeras para determinados proyectos.

Desde que diseñara el Hotel Santiago y el Centro de Estudios Che Guevara, Choy ha tenido la fortuna de que le hayan encargado proyectos grandes como son: la ampliación del Hotel Parque Central, en La Habana Vieja; el centro comercial La Puntilla, de Miramar; la remodelación del Banco Financiero Internacional, ubicado en 5ta Avenida y calle 92, en Miramar. Actualmente está trabajando en la ampliación de la hemeroteca de la Casa de las Américas.

A Vilma Bartolomé le encargaron El Terral, un pequeño hotelito ubicado en la zona del Malecón habanero. En esa zona hizo también la cafetería que se nombra La Abadía y otras pequeñas obras.

Lamentablemente, el Ministerio del Turismo –que es el que más construye en Cuba en estos momentos – le ha dado la espalda a los arquitectos cubanos y prácticamente todos los hoteles, balnearios, resorts, cabañas, moteles, de todo el país, llevan la firma de arquitectos extranjeros.

Es paradójico que a ninguno de los grandes arquitectos cubanos ni a los jóvenes, recién graduados, jamás se les pide colaboración ni se les da espacio para que desarrollen una obra, aunque sea un hospital, un policlínico, una escuela, un centro de investigaciones, una universidad.

Como ellos tienen que sobrevivir, buscan a los dueños de los paladares (restaurantes particulares) y a los nuevos propietarios cubanos para que les encarguen proyectos, casas, cafeterías, motelitos, hostales, lo que sea.

Esos grupos independientes, que han surgido en los últimos años, están haciendo la mejor arquitectura cubana. Son personas, con mucha creatividad, imaginación y talento, que luchan a brazo partido, a pesar de que los organismos oficiales cubanos no les encargan nada. En Cuba, hay una nueva arquitectura, caminando a pasos agigantados, a la cual no se le da ninguna visibilidad ni se le reconoce en los medios de difusión nacionales.

Written by Havana Times

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