
La utilización de la salud pública como herramienta de subversión, en el caso cubano, es tan vieja como la duración de su dominio dictatorial de más de medio siglo. El cuidado médico, desde 1959, ha sido un instrumento político del Estado comunista.
Este hecho ha tenido dos propósitos fundamentales:
Uno ha sido la búsqueda de la legitimación. Cualquier régimen que monopoliza el poder político, coarta libertades básicas y controla los detalles de la cotidianidad de sus ciudadanos tan minuciosamente, tiene un largo espacio que brincar para adquirir credibilidad de los países civilizados del mundo.
“La mitificación de la medicina en Cuba ha servido de puente para excusar el despotismo”
La segunda finalidad de la fabricada salubridad castrocomunista ha sido para un uso comercial. En otras palabras, el sistema de salud en Cuba comunista ha sido tramado para propiciarle al poder político dictatorial dinero y mucho del mismo, en adición de servir para la validación de su modelo no-democrático. La salubridad en Cuba es, inequívocamente, un negocio muy lucrativo. Esto ha sido una forma genial y perversa de disfrazar un variante de la trata de personas, en la modernidad, con un rostro “humano”.
Esta tarea de encandilar canallamente a gran parte del mundo, presentando a Cuba comunista como una “potencia médica” que sirve “desinteresadamente” a la humanidad, ha sido posible, no por la brillantez de sus propagandistas, sino por la ignorancia de una parte de los hombres libres y el papel de incautos que han jugado. La clase política en las democracias ha sido particularmente negligente en este aspecto. ¿Cómo es que el castrocomunismo ha logrado esta hazaña? ¿Cuál ha sido la metodología empleada? Podemos concluir que el formulario castrista para engañar a parte del planeta, ha reposado sobre tres partituras insidiosas.
La primera pieza de esta campaña sucia ha consistido en deconstruir la realidad de la salubridad cubana, previa a la implantación del comunismo en la Isla. La dictadura ha concretado este malabarismo informático mintiendo y descontextualizando los hechos del cuidado de salud en Cuba republicana.
El otro compartimiento del baúl del engaño que utiliza el régimen castrista es intentar ocultar el apartheid médico que ha existido desde 1959 y que existe hasta este día en Cuba. La diatriba de la igualación está en una contradicción con la política oficial de facto de haber construido dos sistemas de salud. Uno ha sido para la alta élite de la dictadura, sus secuaces internacionalistas y extranjeros que pagan por los servicios en moneda dura. El otro es para el resto del pueblo cubano.
La tercera pata de esta troika engañosa es la de enmascarar la producción de médicos con el disfraz de un “humanismo” inexistente, cuando el fin verdadero es el negocio y el lucro. Actualmente, al régimen le entran mas de $9 mil millones al año por su gesta comercial de arrendar los servicios médicos de cubanos, pagándoles a estos trabajadores solo una fracción y rapiñándoles la mayor parte.
La producción en masa de médicos, como alardea la dictadura de haber logrado, es un despilfarro de recursos. Ningún proyecto racional y sensato podría recetar un curso como el seguido por el castrocomunismo. Desde su inicio, la mala e ineficiente distribución del capital humano en Cuba, sí ha obedecido un fin económico, aunque parecería esto una locura más del régimen.
El enfoque exagerado de producir médicos y trabajadores de la salud, no fue concebido para propósitos altruistas. Sí ha servido objetivos propagandísticos, como he sostenido. Sin embargo, el hecho de que el tráfico de los servicios médicos a terceros países sea una de las fuentes principales de ingreso de la dictadura, corrobora este fundamento. Son intereses que han convergido. La fábrica de médicos y proveedores de servicios de salud, fue diseñado para inflar, tanto las arcas financieras de la dictadura cubana, como los números huecos propagandísticos en estadísticas de galenos graduados en un país donde el ciudadano no tiene acceso ni a una aspirina.
Un Cubano Libre