Su brazo izquierdo está roto. Roto. Ahora hace y deshace todo con su lado derecho. No imagino cómo puede. Tampoco imagino cómo es su brazo izquierdo roto.
No puedo pensar siquiera cómo era antes del accidente. No sé cómo son sus brazos. Pero mientras me escribe y cuenta; yo, tan desposeída de imágenes de sus brazos, pienso en un violín roto, del cual no volverá a salir música por un tiempo.
Por un tiempo. Solo por un tiempo. Su brazo izquierdo está roto. Y yo no me lo imagino.