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Un dia como hoy, nace René Laënnec, el hombre que tenía vergüenza

René Laënnec creó, en realidad, un altavoz del corazón y los pulmones.Imagen tomada de Wikipedia

Wikipedia.-Un día como hoy, 17 de febrero de 1781, en Quimper, Bretaña, Francia, nace René Laënnec, médico francés, inventor del estetoscopio.

René Laënnec observó en el otoño de 1816 a unos niños jugando en los jardines del Louvre con un pedazo de madera. Mientras uno daba golpes en uno de los extremos de la tabla, en el otro, otros acercaban sus oídos para escuchar el sonido. Le hizo pensar. Imitando su rústico mecanismo, enrolló unas hojas de papel formando un tubo, convencido de que, al fin, había dado con la solución a un problema que llevaba tiempo atormentándolo: la incomodidad y, sobre todo, la vergüenza que le suponía pegar su oído a los pechos de sus pacientes a la hora de auscultarles.

El médico, especialista en diagnosticar problemas torácicos, mandó ese mismo día construir un artilugio de madera hueco, de 30 centímetros de largo y cuatro de diámetro, de dos piezas, con un canal central de cinco milímetros y dos extremos en forma de embudo. Así fue como, fruto del pudor, del rechazo femenino a que un hombre se acercase tanto y de la dificultad de percibir ruido alguno en enfermos obesos, nació el primer estetoscopio, también llamado fonendoscopio, alojado actualmente en el museo de Anestesiología Wood Library de Chicago. Su nombre responde a la conjunción de las palabras griegas stethos -que significa pecho- y skopein -que hace referencia al hecho de observar-. A su uso, al estudio médico llevado a cabo con él, se le denominó auscultación.

En una oportunidad,  le tocó lidiar con una paciente, entrada en kilos, de grandes senos. Tuvo que auscultar a la mujer, afectada de un mal del corazón, delante de su esposo y de su madre. Percibiendo en los ojos de la enferma un excesivo recato, el doctor desistió finalmente de este paso y redujo el reconocimiento a la toma de pulso y a la percusión del tórax.

René Laënnec creó, en realidad, un altavoz del corazón y los pulmones. Hasta entonces, los facultativos exploraban a los enfermos a golpe de mano y oreja. Con la primera, posada justo sobre el órgano que da cuerda al cuerpo humano, detectaban los latidos cardíacos. Con la segunda, apoyada sobre el tórax, escuchaban la respiración. El examen iba como la seda cuando el médico se enfrentaba a pacientes flacos y mujeres con poco pecho y menos recato. La cosa se complicaba cuando la persona aquejada contaba con más grasa de la recomendada, tenía muchas curvas y más decoro.

Renunció al procedimiento de arrimar el lóbulo al seno. Y, en su búsqueda de un método que al menos le evitase la vergüenza, el galeno, recordó. “La auscultación directa (apoyando la oreja) resulta inadmisible por la edad y sexo de la paciente”, explicó posteriormente, fue entonces cuando recordé un hecho simple y conocido sobre acústica. La facilidad para percibir el arañazo de un alfiler al final de una tabla de madera, apoyando la oreja en el otro extremo. Inmediatamente, tras esta sugerencia, “enrollé un papel formando una especie de cilindro y apliqué un extremo sobre la región del corazón y el otro sobre mi oreja, y no fue pequeña la sorpresa y la satisfacción el descubrir que podía percibir la acción del corazón de forma mucho más clara que cualquiera de las otras veces que había apoyado directamente la oreja”.

René Laënnec difundió su idea a través de la obra De l’auscultation médiate ou Traité du Diagnostic des Maladies des Poumon et du Coeur, publicada en 1819, y, dos años más tarde, en 1821, se hizo eco de ella el New England Journal of Medicine. Aunque no todos sus colegas de profesión abrazaron con el mismo entusiasmo el nuevo método de auscultación, en 1851, Arthur Leared mejoró el mecanismo y desarrolló el estetoscopio biauricular. Al año siguiente, George Cammann lo perfeccionó para su producción comercial en serie.

Su aporte a la medicina se convirtió además, junto a la bata blanca, en el gran símbolo del galeno. Doscientos años después,ha comenzado a agonizar. Pero, ¿está realmente obsoleto el estetoscopio? ¿Resulta necesario en pleno siglo XXI, con dispositivos de tecnología puntera capaces de arrojar resultados mucho más precisos, llevar este aparato colgado al cuello? ¿Qué aporta hoy en día un instrumento del año 1816? El debate está abierto.

El tubo de René Laënnec para escuchar los sonidos del cuerpo humano tiene hoy grandes detractores, pero también defensores férreos. El debate comenzó a hacer ruido hace un par de años, cuando los profesores de la prestigiosa escuela de medicina Mount Sinai de Nueva York, Jagat Narula (editor a su vez de la revista Global Heart) y Bret Nelson -ambos destacados gurús de la medicina-, insinuaron que el estetoscopio estaba anticuado, defendiendo que los nuevos ecopocket, ecógrafos poco más grandes que móviles, abocarán al olvido al sistema de tubos con campana y membrana del francés. «Varios fabricantes ofrecen máquinas de ultrasonido portátiles un poco más grande que una baraja de cartas, con tecnología y pantallas parecidas a los teléfonos inteligentes modernos», consideran, aparatos que permitirán diagnosticar enfermedades de forma veloz y reducir al mínimo las complicaciones.

En 1826, el año de su muerte, apareció la segunda edición de su obra con el simple título de Traité d’auscultation mediate(Tratado de auscultación mediata). En ella, cuenta cómo ocurrió el accidente del contagio tuberculoso: veinte años atrás, examinando unas vértebras tuberculosas, la sierra le había erosionado el índice de la mano izquierda. Refiere con detalle cómo se desarrolló la lesión que apareció tras el accidente y cómo se la trató

Written by Mary Elby Bechara

YO #ColeccionistaDeCanciones Feliz, Optimista, viendo siempre el vaso medio lleno, Pichona de poeta, adicta a la vida y a las sonrisas

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