(Diario de Cuba)– Este año, el Pabellón Infantil de la Feria Internacional del Libro ha cambiado de locación. Tradicionalmente se había ubicado en el último foso de La Cabaña, en el lugar más alejado de la vista del público y sazonado con unas escaleras derruidas e incómodas.
Ahora, en el stand K-11 del recinto ferial, el Salón Infantil ha ganado en visibilidad y, según los trabajadores de la librería El Cochero Azul (K-12), han aumentado las ventas.
Las cifras manejadas por el Instituto Cubano del Libro todos los años indican que la editorial Gente Nueva, dedicada en exclusiva al público infantil, tiene unas ventas difíciles de alcanzar por el resto de las editoras estatales.
Muchos adultos, aunque no tengan hábito de lectura, se interesan por darle a sus hijos libros de cuentos, diccionarios, textos educativos de diversos tipos o, al menos, los tan populares libros de colorear.
“Yo no soy una lectora”, reconoce Yamilka, de 32 años y madre de dos niños. “Nada más que leo de temas de sexualidad, que es lo que me interesa. Pero todos los años vengo a la feria para comprarle libros a mis hijos”.
Roberto, padre de una niña de 12 años, busca libros para que ella lea. “Desde chiquita le estoy comprando literatura, porque no quiero que le pase como a mí, que nadie me enseñó y ahora me cuesta trabajo leerme hasta una revista”, dice.
En esta edición 25 de la feria, las ofertas para niños parecen desbordar los muros de La Cabaña. Casi todos los stands extranjeros tienen más artículos de interés infantil que para adultos. Pero, ¿qué tipo de propuestas encontramos?
Las editoras peruanas y mexicanas, que son mayoría entre los participantes extranjeros, llaman la atención del público. Los colores vivos de sus libros no pueden pasar desapercibidos para los niños y tampoco para los padres. Allí, la visualidad le gana a la literatura.
Para empezar, una alarmante cantidad de productos que nada tienen que ver con el libro. Stands completos vendiendo mochilas, luncheras, sacapuntas, bolígrafos, barajas, peluches, agendas y hasta bisutería; todo ello adornado con minions, barbies, Ben 10, Yugi y las princesas de la película Frozen.
Luego, libros sin una línea de texto, para colorear, con rompecabezas. Cuentos clásicos infantiles, siempre los mismos, en versiones tan simplificadas que el lobo de Caperucita Roja se come a la abuelita en la segunda página, para poder dedicar las otras cinco a las ilustraciones a todo color.
El mismo libro se repite en casi todos los stands, como los de dinosaurios enormes y vistosos, por el precio de 8 CUC cada uno.
“No he podido encontrar libros para que mi hijo de nueve años lea realmente”, se queja una madre. “Para mi sobrinita que tiene tres años sí hay más cosas. La mayoría de los libros son para niños muy chiquitos”, asegura.
La editorial Ameyalib, de México, tiene unos libros-almohada que logran captar la atención de las madres, aunque también son para niños muy pequeños.
En Ediciones Aurelia, de España, los precios son prohibitivos.
En Tercera Edición (México) los diccionarios de inglés infantiles no bajan de los 6 CUC y los libros de animales, que una vez fueron elegantes ediciones en papel cromado y tapas duras, tienen las cubiertas rotas y las páginas pegadas por la humedad, y aún así cuestan 4 CUC.
Las agendas juveniles Mía, distribuidas por Didáctica Editorial, de Perú, también se repiten en varios stands. Sin embargo, este año ya no hay colas para comprarlas, como hubo en ediciones anteriores.
“Lo de las agendas Mía es ya un abuso”, comenta una mujer. “Están costando 15 CUC nada más y nada menos. Este año mi hija se queda sin Mía, lo siento mucho”.
Se salva de este panorama tan poco literario y educativo la editorial Chirre (Perú), que en medio de los libros de colorear y de las agendas caras tiene también libros de cuentos clásicos con texto real y versiones para niños de clásicos de la literatura como Don Quijote, libros con más de 50 páginas, aunque también por no menos de 5 CUC.
La salvedad más destacada es la de la editorial Selvi (España), que vende libros de autores cubanos con un hermoso diseño y buen papel y calidad de impresión. Aquí se combina el atractivo visual con la literatura, pues los “cuentos para colorear” son realmente cuentos y por 1 CUC se pueden adquirir tres pequeños libros de autores como Eldys Baratute y Enrique Pérez Díaz.
Mientras tanto, la librería El Cochero Azul, no tiene en sus estantes ni siquiera una tercera parte de los 135 títulos que anuncia para este año la editorial Gente Nueva. Sin embargo, se pueden encontrar allí obras como De los 20 uno, de la brasileña Lygia Bojunga Nunes (8 pesos cubanos); Ruslán y Liudmila, de Alexander Pushkin (5 pesos), y selecciones como Navegas, isla de oro, décima cubana para niños (10 pesos), o Antología de los Premios Andersen (5 pesos).
Aunque como promotora de literatura Gente Nueva le gana la partida a cualquiera de las participantes extranjeras, la visualidad está siempre en su contra. La capacidad de la poligrafía cubana para imprimir un libro que sea atractivo visualmente sigue siendo escasa, por mucho que se esfuercen los diseñadores e ilustradores.
“Al Cochero Azul entran personas con jabas llenas de libros extranjeros que deben haber costado un dineral, y aquí son incapaces de gastarse cinco pesos en la Antología de los Premios Andersen, que es una joyita, pero está en papel gaceta”, dice una trabajadora de Gente Nueva.
Para esta señora está muy claro que el atractivo del papel cromado y los muchos colores se hace cada vez más imbatible. “Pero no deja de ser preocupante que los padres cubanos prefieran darle a sus hijos un libro caro que no dice nada, antes que comprarle uno poco llamativo, pero con cuentos de autores tan importantes como Astrid Lindgren o Gianni Rodari”, apunta.