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María Mariposa (29): Demasiado ron

Josy Medina La calle era un diluvio para cruzarla y María esperó sentada en el portal de Tropicana, por casi seis horas, desafiando viento, truenos, y todos los demás caprichos del huracán hasta que David la viniera a buscar. David la encontró en lo oscuro, sentada contra una pared sin un pedazo de su cuerpo que quedara por mojarse.

David se bajó a abrirle la puerta con el saco de su traje en las manos.

  • ¿A casa? – le preguntó al tenerla chorreando dentro de su carro.
  • No quisiera hacerte ir a la Habana Vieja para luego tener que regresar a tu casa, bajo este diluvio, solo. Es peligroso – respondió ella.
  • Esa es una versión de la verdad. Y la otra es…

Aunque David le dio tiempo a María para que ella respondiera, ella no se atrevió a decirle que quería ir a casa de él. Por el camino otra vez notaba cuan fuera de su carácter era sentir pena con los hombres. Algo en ella había cambiado y la atormentaba no saber exactamente qué.

David navegaba los baches menos hondos camino a su casa en Siboney, muy feliz de no tener que atravesar los que adornaban las calles rumbo a la Habana Vieja. Pero más feliz que todo, por el hecho de saberla a ella yendo a casa con él. Un hombre alto de una rígida capa plástica salió de una garita a abrir unas altas rejas para que el carro de David entrara a una casa inmensa.

Una larga entrada en “U” los llevo a una zona techada que cobijaba la puerta de caoba tallada de la casa. Aunque él casi llegaba a abrirle la puerta, María se bajó del carro sola a admirar aquel lugar.Entrando, un foyer más grande que el cuarto que ella ocupaba en la casa de Julia, ofrecía la vista de una casa que terminaba en grandes cristales azotados por lo fiero de la lluvia.

  • ¿Aún estamos en Cuba? – preguntó María. David respondió con una sonrisa y una toalla para que ella se secara.

De su cuarto le trajo una camisa que bailaría en el cuerpo de María. Cuando salió, David tomó su mano helada para dirigirla hasta la sala. Un sofá la llevó a la gloria al sentarse.

  • Una casa tan grande y Cindy vendiendo su cuerpo por no tener donde vivir con su hijito.
  • No sabía que lo hacía por eso.
  • Hablando de Cindy. ¿Dónde está tu amigo?
  • Sherlock se fue con “otra Cindy” a un hotel, y mañana sale con ella a Pinar del Río. Regresan el domingo. La suerte es que vino a Cuba a verme a mí.

El azul-confiado que destilaban los ojos David achicaba a María. Desde el fiasco de Sandro notaba que una rara agonía nacía del no saber exactamente qué querían los hombres de ella. Pensó que quizás un vaso de ron atenuaría esos nervios pero el azul-electrizante con que David la miraba no la dejaba ni pedírselo.

  • ¿Qué tomas María? – adivinó David.
  • Ron.
  • ¿Te gusta con hielo?
  • No.
  • ¿Con qué?
  • Con nada. Solo ron.

Cuando David se volteó a servirle, ella podía escuchar el taconeo en los adentros de su pecho. David regresó y le entregó un vaso de ron a la aún fría mano de María. El minuto que le tomó a David servirse un whiskey y regresar a brindar con ella, le sirvió a María para tomarse su vaso de ron entero. Pensó que el ron regresaría su innata facilidad de sentirse en control.

  • No eres la chica del parque – dijo David sirviéndole más ron para brindar – ¿Estas nerviosa?
  • Antes de brindar y queriendo demostrarle que no estaba nerviosa, María se abalanzó a besarlo. David la tomó por los hombros y buscando en lo negro de los ojos de ella le preguntó “¿Qué haces María?”
  • ¿Por qué no quieres besarme? ¿Para qué tú me trajiste aquí? – preguntó ella.
  • Quería verte.
  • ¿Verme? No, de veraz. ¿Qué quieres de mí, algún órgano?

Aunque David no quería reírse, no pudo controlar su risa. María había vaciado su segundo vaso de ron antes que su segundo trago de whiskey.

  • Pues sí – respondió David – Quiero tus órganos. Y quiero que me necesiten.
  • Y dale con lo mismo. ¿Por qué quieres que te necesite?
  • Porque necesitar a alguien es un síntoma de sentirse satisfecho con esa persona. El amor verdadero no se construye dándole a la pareja lo que le gusta, sino lo que necesita María. Piénsalo, qué prefieres ahora mismo, que te de un abrazo porque estas nerviosa o un dulce que te guste.
  • Un abrazo.

Dentro del abrazo María casi no escuchaba el torbellino de adentro de su pecho.

  • Te traje aquí para que hablemos – añadió David – Seguro que tienes más de 20 años de historias que contarme.
  • Tengo 22. ¿Y tú?
  • Yo, 33.
  • 55 años de historias que contarnos. ¿Nos alcanzará la noche? – preguntó María.
  • Ojalá que no – respondió él.

David contaba historias muy profundas de una niñez en una Inglaterra gris, y de un gran terror a familias partidas. María se tomaba su tercer vaso de ron. Y en sus historias prefirió dejar a David en las superficies de cuando su padre la agarró besando a dos niños detrás de una puerta, y de la vez que violó a un militar, camino a la Habana, aun siendo virgen. David temió que con sus historias María le decía a gritos que en una relación ella gustaba disfrutar de total control.

Casi no se oía la lluvia. A veces algún relámpago le robaba la vista a David, pero no a María. Sus ojos no perdían a David de vista. Y en cuanto David sugirió ir a dormir, María le respondió un “finalmente”. A pesar de causarle gracias, David le aseguró que él no tenía sexo con una mujer que él creía tomada. Rumbo al cuarto ella le aseguraba que no estaba borracha. “¿Y tú a dónde vas?” preguntó ella al ver que David la acomodó en un cuarto y se iba a dormir a otro.

  • A mi cuarto – dijo David desde la puerta.
  • ¡Pero qué frío eres! ¿Cómo no vas a dormir conmigo? Eso nunca lo haría un cubano.
  • Ah, creo que olvidé decirte que soy Inglés ¿Necesitas algo más María, antes que apague la luz?
  • Si. Necesito venirme. Un final feliz para la historia ésta.
  • Tú no dependes de un hombre para eso. En tus manos tienes todo lo que necesitas para tu final feliz.

María alternaba su mirada entre sus manos, y el rostro de David.

  • David, mis manos no tienen de esos poderes. Créeme si te digo que he tratado.El cambio de velas hizo a David acercarse a María. Por primera vez en la noche no fingía estar híper-calmada o saberlo todo.
  • Me prestas una mano. Con estos dos dedos es que logras un orgasmo.
  • ¿Y cómo lo logro, los meto en el tomacorriente?
  • Con deseos de meterla a ella en el tomacorriente, David se sentó en la cama. Le preocupaba ser jalado a la trampa del sexo con una mujer tomada, pero consideró que una lección de estimulación femenina no contaba como sexo.
  • Cierra los ojos. Imagina que estás sola. Lleva estos dos dedos a la boca y mójalos con tu saliva.

David dirigía con sus manos las de ella a su intimidad, procurándolo todo para no tocarla.

  • Abre un poco los labios de la vagina. Busca con tus dedos el área donde se te unen los labios. Mójala. Encuentra como una montañita que hay justo debajo. ¿La sientes?

Los ojos de María querían abrirse para ver qué versión de ojos destellaba David al verla jugando con su propia intimidad. Pero prefirió obedecerlo para evitar que fuera a parar.

  • Frota esa montaña. Haz círculos a su alrededor. Siente como crece. Si se seca, llevas tus dedos un poco más abajo, a lo mojado ¡Uf, a lo encharcado! de tu vagina. Y los regresas a seguir frotando.

Los pechos semierguidos y espaldas semiarqueadas de María le decía a David que estaba funcionando su lección. Ella gemía a su comando y si él no hablaba, ella pedía que lo hiciera. El ritmo del placer eventualmente incitó a María a acelerar un poco la frecuencia, hasta que tal roce desató un terremoto en el piso de su pelvis._No hay motor de un avión que nos lleve

Todo pulsaba allí, pulsaba. Y la historia feliz terminó con ella en los brazos de él exclamando “¡eso si es aprender!”Ya en su cuarto, David debía detonar la montaña que la lección había levantado en sus propios pantalones. Al primer ápice de mañana María atravesó descalza un largo hall de pisos helados. Encontró a David durmiendo en el cuarto más frío de toda la casa.

Bajo su gruesa colcha, David sintió las dos piernas de María abrazando una de las suyas, y en el centro de las piernas los labios aún hirvientes de ella besándole la piel. Los dedos de David bajaron a despertar la montaña de ella con placer. Y en cuanto la sintió lista fue por un condón. Luego de escalar el cuerpo de ella David adentró el fino rosado que María escondía para él.

Las manos de María manejaban el cuerpo de David al darle besos, mientras él ahondaba túneles que iban más allá de lo físico y tocaban lo espiritual. Al caer sobre María y cerrar todos los destellos con un beso, el azul-satisfecho de los ojos de David le confesaron a María: “fue exactamente lo que pensé que iba a ser”. Todo sin hablar.

Ella lo vio abrir una puerta que salía a una terraza y encender un cigarro. Su cuerpo aún desnudo sobre la cama agradeció la ola de calor que entró. El día entero les sirvió para ambos aclarar cualquier duda que quedara sobre lo fenomenal que fue tenerse esa mañana. En la noche, David la llevó a Tropicana, la esperó, y la regresó a su cuarto otra vez. Desayunaron placer en vena antes que David tuviera que irse a trabajar. En la tarde David la volvió a recoger para cenar y regresarla a Tropicana.15531877384_f7d73223ae_o

Y ese día, en el camino a Tropicana fue que María por primera vez le contó a David que en su pueblo le llamaban María Mariposa y que había ido a la Habana a darle significado a eso de “volar”. Le contó que su tía Belinda la ayudó a descubrir cuál era su pasión, y lo que sentía cuando ella bailaba. Le confesó a David que muchas bailarinas soñaban con bailar en Tropicana, pero no sabía qué había pasado pues luego de haber bailado allí, no estaba segura si ese era su paraíso.

  • Es que los sueños grandes no se disfrutan plenamente hasta que no has logrado todos los pequeños María. Ten paciencia.

A María le parecía que David siempre tenía la pieza que le faltaba a sus rompecabezas. Pensó que un día debería contarle lo de Sandro. Se lo había confesado a Luciano, también a Camilo. No entendía porque no había podido contárselo a David.

  • Gracias por decirme tanto con tan poco – le respondió ella.
  • Yo sé que hay mucho que no me has dicho, María Mariposa, pero gracias a ti por decirme tanto hoy.

Continuará…

Written by Jocy B Medina

Soy de la Habana. Mi pasión es escribir, sobre todo si los temas llevan a Cuba entre las líneas. Salí de Cuba de 20 años. Durante mis 20s viajé el mundo, a los 25 tuve a mi hijito Dennis, a los 30 me establecí en Canada y a los 40 nació este blog.

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