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Trump y los cubanos

El magnate inmobiliario y aspirante presidencial Donald Trump|Archivo

Carolina-Sur-Trump-adversario-CC_CYMIMA20160216_0005_16Diario de Cuba El periodista José Alfonso Almora calienta la mañana radial de Miami anunciando que tendrá su propia encuesta: Según dice al aire, va averiguar “a llamada limpia” por cuál de los candidatos republicano votarán sus oyentes.

Estamos estrenando el año, faltan más de dos meses para las primarias de Florida, quizás muchos no tengan decidido por quién votar todavía. Pero la ocurrencia es novedosa y seguro prende en la audiencia.

Sorprende que en el primer país tecnológico del mundo, el viejo invento de la radio sigue dando pelea. Las estaciones locales son las favoritas para los que gastan sus mañanas manejando rumbo al trabajo o preparando a los hijos para que salgan hacia la escuela.

Almora sabe leer al vuelo las preferencias de sus oyentes del sur de la Florida. Sobre la marcha, se ha montado este invento a partir de dos comentarios pegados en su página de internet.

Abre las líneas telefónicas y pide que no hablen mucho, solo le digan si prefieren a Marco Rubio, a Ted Cruz o a Donald Trump.

Miguelito, el productor, prepara una lista para el conteo de votos; el tercer hombre dentro de la cabina de trasmisión, un analista político que es el invitado de turno, pide también papel y lápiz, prefiere llevar su propio récord.

Colapsa el teléfono, hay un frenesí de llamadas. Son tantos los votantes que el presentador omite el saludo habitual.

Nada de “A esta hora con Almora” o “WQBA 1140”, les entra de frente, directo: “¿Por quién vota?”. Así aprovecha al máximo los 20 minutos que tiene para la encuesta y le queda espacio para dar los resultados al aire.

Entraron 71 llamadas, quizás un récord para tan poco tiempo al aire, pero este cómputo no interesa mucho por ahora. Hay una sorpresa mayor. La urna virtual de Almora ha tomado un rumbo completamente distinto al que pensaban todos. El analista político deja caer el lápiz de su mano. “Esto es increíble”, dice turbado.

De los 71 oyentes que consiguieron votar, 47 quieren a Trump en la Casa Blanca, 18 apuestan por Marco Rubio (el cubanoamericano del patio)  y 6 por Ted Cruz. Cabe aclarar que todos los votantes fueron latinos y en su mayoría cubanos.

El final del programa alcanzó a duras penas para dar los resultados. Se apagaron los letreros y las luces ya no están al aire, pero el analista sigue en su silla, frente al micrófono desconectado, desahogándose, acusando a los votantes de locos populistas, políticamente desinformados, que abrazan a la bestia que se los va a comer.

El tráfico generado por las llamadas de Almora se esparce como pólvora entre las otras estaciones de radio, muchas repiten la encuesta en los próximos días, todas con el mismo resultado: Trump al frente.

Los especialistas en enredos electorales salieron a atajar el mal: esas encuestas no son confiables, los verdaderos votantes no llaman a los programas de radio, las radios están sacando conclusiones con opinión de ancianos retirados o de ilegales sin derecho al voto.

Se volvieron a equivocar los analistas, quienes no logran anotar un gol contra Trump. Ahora mismo, a menos de 20 días de las elecciones primarias en la Florida, las encuestas sitúan a Trump al frente con 44% y a Rubio en segundo lugar, con solo 28%.

Algunos exiliados cubanos, al parecer le han dado la espalda a su primer candidato a la Casa Blanca. Prefieren al pintoresco empresario del pelo ralo.

Igual pasa con muchos emigrantes latinoamericanos que viven en la Florida, con familiares pendientes de llegar o legalizarse, y que aparentemente se inclinan por el tipo que les va a fabricar muros (de piedras y de leyes).

Carlos Alberto Montaner cree que esta atracción entre los votantes latinos se debe al fenómeno del abusador. El típico violento del barrio que siempre arrastra una cuerda de admiradores.

El reportero de televisión Ernesto Morales trata de buscar justificaciones más complejas: los cubanos pueden creer que Trump dejará las cosas con la Isla como las puso Obama. O sea, que mantendrá las embajadas, los viajes, el dinero y la “gozadera” tal como está ahora.

El propio reportero advierte sobre lo cambiante del discurso de Trump. A veces amigo de las relaciones con la Isla, otras tantas, enemigo de la Ley de Ajuste.

Hay una tercera opción: el tipo no sabe nada de Cuba y tira golpes a ciegas. Cuando le preguntaron por el cierre de la cárcel en Guantánamo, salió con la solución más loca y desconectada de la realidad que podía decir: “Entréguenle la cárcel a los cubanos [Gobierno cubano] y cóbrenle renta por usarla”.

Trump es un fenómeno de masas, el único tipo que ha puesto a bailar los debates republicanos, convirtiéndolos en un show de disparates, con récord de audiencia.

Trump sabe tocar la herida para que duela, pero no sabe coserla, ni cómo evitar que el enfermo se vuelva cortar. A corto plazo es un buen denunciante, a largo plazo no parece un buen sanador.

Durante más de un año, todos los políticos republicanos han anunciado su pronto descarrilamiento, calificándolo como un fenómeno temporal que terminará por desaparecer, ante la presencia de candidatos reales, serios y consecuentes con el futuro del país.

La realidad es que el resto de los candidatos ha terminado abandonado sus programas para imitar a Trump. Quien lo dude que repase el último debate, donde no hubo nada de fondo.

Y si no, que vaya a los restaurantes cubanos de Miami.

“Tremendo chancleteo se armó”, opina Luisa, una mulata cubana que votará por primera vez este año. “Lo único que faltó es que alguien del público gritara ‘¡La galleta!, ¡la galleta!’, para que se armara la bronca”, exclama en voz alta, recostada al mostrador del café de un conocido sitio de Miami.

“Marco Rubio se nos vistió de guapo”, me dice Alina, una republicana que va a apoyar al candidato del patio. “Pero se decidió muy tarde”, le replica el esposo. Alina asiente: “Lo obligaron a esperar a que Trump se matara solo, como Chacumbele, y no pasó”. El esposo sonríe: “¿Qué sabes tú? Ni que trabajaras en la campaña de Rubio”.

Es hora de que los republicanos tomen en serio a Trump, el tipo que secuestró el partido y se lo ha llevado por su propia ruta. Un toro que no podrán matar en lo que queda de lidia.

Quizás los jerarcas republicanos deban dejar de mirar a los candidatos y desviar la vista hacia los votantes, necesitan descubrir por qué un cambio de color en el espectro les ha llamado poderosamente la atención, al punto de abandonarles por un nuevo mesías.

No creo que todos los candidatos se tengan que pintar de Trump, más bien se deben vestir de votantes, empaparse del triste color de los que eligen, para recuperar confianzas, y resolver problemas, que es lo que en realidad necesita el pueblo norteamericano.

“A mí me gusta ese blancote, el tipo la pone buena”, insiste Luisa sacudiendo las manos, de arriba abajo, a la misma vez, parece no darse cuenta de que, a excepción de Carson, los candidatos de todos los partidos son blancos.

Otra señora que viene con Luisa, despectivamente la interrumpe y le espeta: “Descará… a tí lo que te gusta es el brete que ha montado el trompo ese”.

Written by @diariodecuba

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