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Madre cubana en apuros

Progenitora soltera en la miseria, ignorada por la Seguridad Social cubana. Fotografía tomada por el autor.
LA HABANA.- El activista político Ariel González contactó por teléfono:
“Una vecina de 30 años, embarazada casi a términos de parir, es madre soltera de tres niños. Todos viven en una habitación de 3 por 2 metros cuadrados, sin baño, sin cocina. Es propiedad de un pariente suyo. Un alcohólico enfermo de VIH  -. Y de seguidas, me pregunta:- ¿Te interesa escribir sobre este caso?
Más que escribir sobre Marisleidy Marín Vejerano, en cierta medida también responsable de su destino, lo justo es que los protagonistas de esta lastimosa historia sean sus hijos, dos varones de 3 y 4 años respectivamente, una hembra de 10 años, y la que pronto nacerá.
Estos tres niños son asmáticos. El de 3 años padece de sus riñoncitos, con meses de hasta de tres ingresos al hospital. Retiene líquido y se hincha. Todos duermen en una cama personal y la madre sobre una colchoneta en el piso. “Yo necesito aunque sea un cubículo en un albergue, para mis hijos, y para éste”, señala para el voluminoso vientre, “que cuando nazca no tengo ni cuna”.
“Son criaturas que merecen el vital derecho humano de contar con un local digno donde vivir”,  afirma Rosilenne, activista de las Damas de Blanco.
A fines del 2015, Marisleidy y sus tres hijos invadieron sin autorización un cubículo del albergue Las Delicias, cito en la barriada de Mantilla. La administradora del magro hospedaje le prometió que si lo abandonaba voluntariamente, la ayudarían a resolver el problema de la vivienda, asignándole una plaza allí.
“Pero me engañaron”, se queja Marisleidy. Y aclara: “Después la administradora usó el pretexto de que yo debía volver con mi madre”.
Retornar al domicilio materno, en poblado El Capri, implica volver a convivir ocho personas, la madre, sus tres hermanos, y sus tres niños, más la criatura que viene en camino, dentro de un apartamento con un solo dormitorio de 4 por 4 metros. Para colmo, se le derrumbó el techo en el portal y la sala.
Recientemente a esta desvalida mujer le otorgaron un crédito para comprar materiales a precios subsidiados, lo que le permite reparar el techo. Sin embargo, el apartamento no se puede ampliar porque tiene casas vecinas unidas a los costados. Y construir hacia arriba hace imprescindible fortalecer la cimentación del terreno. Pero el crédito concedido no incluye este tipo de acción constructiva.
Marisleidy y sus tres niños nunca recibieron cuota o estipendio de manutención, hecho que hace cuestionable el supuesto Bienestar Social en Cuba. Actualmente esta madre soltera sobrevive recogiendo materia prima por las calles (latas de aluminio de cerveza y refresco), que luego lleva a una persona con licencia para ejercer esta actividad lucrativa. Con esos ingresos compra comida. Al respecto, ella  afirma que sus hijos “están mal alimentados”.
A veces, para suplir el déficit de otros alimentos, vende la leche que el Estado asigna a los niños de manera racionada y subvencionada (un kilogramo cada diez días). Cuando trabajó en el hospital psiquiátrico La Quinta Canaria, cuidando enfermos mentales, vivía alquilada por 400 pesos, sacados de los 720 que ganaba. Sólo le quedaban 320 pesos para el resto del mes, equivalentes a 8 libras de carne de cerdo.
La carencia de Círculos Infantiles resulta una lamentable realidad para las madres cubanas. Como mismo lo es el alto costo que representa para las familias de bajos ingresos (pobres) las guarderías privadas (entre 10 y 30 pesos convertibles mensuales por cada niño). Los niños de esta madre desamparada tampoco han podido matricular en los Círculos Infantiles del Estado, a pesar del aval  de Marisleidy por trabajar en un hospital estatal.
¿Por qué  el estado no suple la carencia de Círculos Infantiles oficiales apoyando a las guarderías privadas, legalizadas desde hace años, que  se fundan en los barrios? ¿Por qué todavía se carece de una metodología contractual que facilite a niños pobres tener acceso a dichas guardería privadas, y que el Estado financie ese beneficio?
En las tiendas especializadas en satisfacer la demanda de las embarazadas, las ofertas son muy insuficientes. Comenta Marisleidy que “la canastilla que me vendieron a bajo precio para la niña que está en mi vientre, se compone de dos toallas, una sábana para recién nacido, diez metros de tela antiséptica y diez culeros”.
Hace unos años ella acudió al departamento de Casos Sociales, adjunto a la oficina del gobierno del Poder Popular en el municipio Arroyo Naranjo. Allí se apuntó en una lista. La funcionaria que la recibió le dijo que debía esperar. Pero aún aguarda a que se comuniquen con ella.
La familia de Marisleidy no es la única que con una mísera vida pone en ridículo el Sistema de Asistencia Social cubano. Del mismo sólo se delimita la supuesta teoría de la gratuidad en materia de educación y asistencia médica, aunque sin entrar en demás detalles. Pero son precisamente estos los que lo hacen disfuncional en la práctica.
Este reportero, queriendo encontrar una solución para Marisleidy, se comunicó con Atención a la Población del Poder Popular en Arroyo Naranjo. La funcionaria que salió al teléfono le comunicó que es la persona afectada quien debe hacer sus propias gestiones. Agregó que “la lista de problemas iguales a los de Marisleidy es larga”.
Por Juan Carlos Linares Balmaseda/ HABLEMOS PRESS.

Written by HABLEMOS PRESS

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