
Eso que cuenta la leyenda es lo que aún hoy, a quinientos años, practican los actuales caciques en América Latina para atraer a extranjeros a invertir en sus países.
Algunos han tenido éxito, entre otros, el cholo boliviano Juan Evo Morales Ayma con el litio, y el paraguayo Horacio Manuel Cartes Jara con el uranio y el titanio.
No ha sido así con Raúl Modesto Castro y el guagüero Nicolás Maduro Moros.
Ambos, que fueron designados presidentes por sus predecesores, han hecho lo mismo que el indio Panquiaco: han vendido, venden y venderán quimeras mientras puedan.
Obviaré los mil y un cuentos que durante su vida artística hizo el hoy decrépito Fidel Castro y los cientos que en vida hiciera el difunto Hugo Chávez.
En respeto a la veteranía, comenzaré con el sucesor designado, Raúl Castro.
Enfrentado al enorme desastre heredado del líder histórico, Raúl Castro encontró su El Dorado caribeño: la promisoria parte cubana de la plataforma submarina del golfo de México.
Así las cosas, halló un socio español, el catalán Antonio Brufau Niubó, director general de la petrolera Repsol.
Esta relación casi familiar con Brufau duró cerca de ocho años y fue tan intensa que el catalán llegó a construir una carísima plataforma extractiva bautizada Scarabeo 9.
Esta tuvo que retirarse después de comprobar que la zona de explotación económica castrista estaba más seca que un vodka–martini.
Por entonces, entraron otros “conquistadores” que al igual que Repsol, tuvieron que partir, no sin antes gastarse unos cuantos cientos de millones de dólares que fueron a parar a los bolsillos de la familia Castro.
Igualmente petroleras, pero no con tan buenas intenciones, apareció el amigo de Putin, Igor Sechin, como director general de Rosneft y su hija putativa Zarubesneft, con el propósito de montar una gran lavadora y no precisamente de ropa.
Al parecer, esta relación terminó cuando Rosneft, decepcionada, se retiró, dejando al heredero en un predicamento serio. Entonces, como Deus ex Machina, apareció un compadre del Raúl Castro, Luiz Inácio da Silva, cp. Lula, esta vez como agente de una de las más grandes constructoras del mundo, Odebrecht, para proponerle la construcción de un súper puerto en Mariel,
Desgraciadamente, por mucho que el heredero se esfuerza, después de casi cuatro años, el promedio de barcos que arriban a este puerto no rebasa los cien anuales y solamente nueve firmas se han registrado en esta zona de desarrollo. Huelgan los comentarios al respecto.
En el caso del segundo designado, Nicolás Maduro, cp. “el Cambur”, después de ver al iluminado Chávez derrochar una fortuna inmensa en quimeras y follones que se desvanecieron en el aire, y como en la Venezuela chavista hace mucho que nadie invierte un bolívar, este desesperado pana aparece con un nuevo El Dorado: los catorce motores de la economía.
Entre muchas bonanzas, éste pana promete ¡grandes reservas de oro, diamantes y coltan!
Por desgracia para él, hasta ahora, los únicos interesados son los chinos, a quienes Maduro ofrece hasta el envés a cambio de un modesto plan de retiro.
Para terminar, dos preguntas a los chinos.
¿No les parece que US$20 billones son ya bastante deuda por cobrar?
Si termina el gobierno bolivariano, ¿a quién se le va a cobrar?
Que recuerden los mandarines que El Dorado fue una quimera y los que creyeron en ella ardieron como polillas ante una vela.
palfonso44es@gmail.com; Paulino Alfonso