NUEVA YORK, Estados Unidos.- La represión en Cuba está aumentado a medida que se acercan los días de la visita del Presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, a la Isla.
Los que analizamos la problemática cubana vemos que existe una especie de desafío por parte de las autoridades cubanas en aumentar el número de arrestos, sin importarles la imagen que esta ola represiva pueda tener en la histórica visita del mandatario estadounidense y su comitiva a Cuba.
Las detenciones, palizas y amenazas están superando incluso a las redadas y arrestos que se llevaron a cabo en septiembre de 2015, durante la visita del Papa Francisco a la nación antillana.
Los arrestos y otros actos opresivos no disminuyeron en Cuba, luego de los acuerdos firmados entre Washington y La Habana en diciembre de 2014 y por el contrario, se han duplicado en estos 15 meses transcurridos. Enero y febrero de 2016 muestran 2 588 arrestos de miembros de oposición cubana.
Obama prometió reunirse con la disidencia interna en este viaje del 21 y 22 de marzo a La Habana, pero todavía está por verse quiénes serán a los que se les permita concurrir a ese encuentro. El resto será aislado, junto a los pordioseros, para no arruinar la escena.
El gobernante estadounidense ha demostrado que su prioridad es hacer historia y pasar a convertirse en el primer Presidente de los Estados Unidos en ejercicio que pise tierra cubana, después de 88 años.
La aspiración es comprensible si también va acompañada de poder lograr libertades para un pueblo oprimido por la dictadura castrista, que no ha permitido ningún cambio en beneficio de los cubanos; salvo ganancias económicas para el Estado, que hasta el momento no han sido compartidas con el pueblo.
El afán de pasar a la historia puede convertirse en un boomerang para Obama y tener un efecto contraproducente al buscado, si no se obtienen mejoras en el respeto a los derechos humanos.
De no ser así, el mandatario estadounidense podría quedar en ridículo ante la opinión pública internacional al perder “feo” ante el endiablado tablero de ajedrez, sellado de antemano con la estipulación de “no injerencia en los asuntos internos”, por un contrincante más astuto que él en el tramposo juego.
Angelica Mora