La obra de Stella -inscrita en los códigos del lenguaje abstracto y precursora del minimalismo- representó una oportunidad excepcional para los estudiantes cubanos, quienes tuvieron acceso a la visión de un artista formado en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, suceso que convirtió a New York en la nueva capital del arte.
Su producción plástica es una mirada en retrospectiva a la historia del arte contemporáneo, una revisión de las contradicciones y rupturas iniciales que cuestionaron los límites del llamado “arte moderno” para abrir paso a nuevos códigos formales y conceptuales, llamados a reorientar la creación estética.
Frank Stella se mostró prolijo y ameno, tanto en su disertación como en la comunicación con el público del patio. Es de esperar que su presencia en La Habana tenga una repercusión notable en las relaciones culturales entre Cuba y Estados Unidos.
El intercambio de ayer, a teatro lleno, podría estimular frecuentes visitas de artistas norteamericanos a la Isla; una coyuntura favorable para que estudiantes y creadores cubanos interactúen con formas novedosas de hacer y pensar el arte contemporáneo en la era global.
Ana León