Diario de Cuba La editorial Aduana Vieja rescata un documento clave para el estudio de los orígenes de la actual ciudad de Holguín, según nos adelanta la sinopsis de Genealogía cubana. San Isidoro de Holguín, un libro del escritor William Navarrete, en colaboración con la economista y académica María Dolores Espino González-Longoria.
El volumen se apoya en el censo o padrón efectuado por un funcionario del Cabildo de la villa de San Salvador de Bayamo, en 1735, época en que el incipiente poblado de Holguín (hoy tercera ciudad de Cuba en población), no era más que un caserío con 114 viviendas que no había obtenido aún, por parte de la Corona, el título de Villa.
Este censo “es el primer documento en que se mencionan los fundadores de la futura Villa. En él aparecen encabezando cada núcleo familiar: elpater familias, su esposa, los hijos que viven solteros bajo su mismo techo, otras personas vivientes, así como los esclavos y sirvientes de las casas que disponen de ellos. Entre paréntesis el funcionario añade la edad para cada uno de los empadronados y, en ocasiones, el grado militar de quienes se desenvuelven en este ámbito”.
Como aclara el autor en la Introducción del libro, quienes se han acercado al padrón de 1735 (transcrito con anterioridad por Peter E. Carr en un folleto sobre censos cubanos de los siglos XVI, XVII y XVII), no logran identificar, entre quienes aparecen empadronados, a sus propios ancestros. La dificultad estriba en el hecho de que solo se menciona, y en ocasiones con errores de transcripción por parte de Carr, el primer apellido de cada individuo, y se ofrecen datos erróneos sobre los lazos familiares entre estos.
Este libro corrige los datos ofrecidos, los comenta y amplía según cada caso, añadiendo las fechas de bautizo, matrimonio y defunción de cada empadronado, mencionando los libros y folios en el archivo parroquial holguinero en que se hallan y, completando la descendencia de cada familia hasta los nacidos en fechas posteriores a febrero de 1735, límite temporal del Padrón.
Holguín es, junto al pueblo pinareño de Cortés, la única villa de Cuba que debe su nombre a un conquistador. El sitio le fue otorgado como hato, encomienda o naboría de indios, a principios del siglo XVI, al extremeño Diego de Holguín el Viejo, también llamado García de Holguín.
Durante el siglo XVI y parte del XVII, el hato cubano permaneció en manos de la descendencia de Francisco de Holguín y empezó a poblarse lentamente, con sus nietos y bisnietos, hasta que la pérdida por parte de la Corona española de la isla de Jamaica (1655) ocasionó lo que el autor considera en su libro como una ‘”explosión demográfica’”, debido a que las villas cubanas de Santiago de Cuba y San Salvador de Bayamo asimilaron entonces buena parte del éxodo.
A partir de esta coyuntura histórica algunos habitantes de Bayamo (muchos de ellos exiliados jamaicanos) encuentran asiento en las tierras del noreste (actual territorio de la ciudad de Holguín). De este modo, en 1735, el crecimiento de la población alrededor del hato obliga al Cabildo bayamés a establecer un padrón de habitantes.
“El siglo XVIII cubano es pobre en prensa y en literatura. El poco material que se ha transcrito desde entonces, ha soportado y sobrevivido duramente a los incendios, la humedad, la lluvia y las difíciles condiciones de la Isla. Por todo ello, este padrón corregido, ampliado y comentado es, por extensión, un documento de primer orden para entender la incipiente sociedad y la composición social del pueblo cubano en el siglo XVIII”, señala la editorial.
William Navarrete (La Habana, 1968) es escritor e historiador del arte, reside en Francia desde 1991. Ha publicado cerca de quince libros, entre ellos los volúmenes de ensayo La chanson cubaine(L’Harmattan, París, 2000); Cuba: la musique en exil (L’Harmattan, París, 2003); 1902-2002. Centenario de la República Cubana (Ediciones Universal, Miami, 2002) y Catalejo en lontananza(Aduana Vieja, Valencia, 2006).