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Obama no hará el milagro

(Foto tomada de internet)
(Foto tomada de internet)

QUITO, Ecuador.- Los teóricos de la política, los políticos prácticos, los de la extrema derecha, los pocos que van quedando de la izquierda, en fin, todos los que esperan los anhelados cambios en Cuba, han fijado su atención en la próxima visita del presidente Barack Obama a Cuba.

Algunos lo consideran un suceso irrepetible de la historia contemporánea, otros una descabellada idea que afianza el descontento de multitudes; pero de cualquier forma, un extraordinario hecho que promete ser de los más trascendentales de estos tiempos.

En medio de la condición estática en que permanece la isla caribeña desde hace décadas, un hecho así, tal vez le depare nuevos bríos. Todos conocéis que por mucho tiempo, Cuba vivió a expensas de lo que sus hermanos socialistas de Europa le enviaban a modo de “colaboración solidaria”. Eso fue creando cierto condicionamiento mental que determinó la actitud pasiva de multitudes, así como, un sentimiento de sumisión ante la espera, para que otros ayuden en el sustento.

En el vocabulario de los cubanos no faltan los términos: donaciones, remesas, ayudas, intercambios bilaterales, internacionalismo proletario, principios de cooperación. No lo digo de manera despectiva ni constituye una crítica a mis compatriotas; por el contrario, es una apología para aquellos que han sufrido los embates del daño, y al propio tiempo, una acusación contra los que lo desencadenaron. Instituciones y asociaciones como el Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos, el CAME y más recientemente el ALBA, sirvieron de soporte a las acciones en pos de las “ayudas”, cual providencia divina que desciende de los cielos.

Ese condicionamiento originó la actitud de estar en una eterna espera para que otros nos auxilien, de forma similar a lo que ocurre en el ámbito religioso, cuando el devoto hace plegarias e invoca a santos, ángeles y vírgenes, pero no hace nada de su parte para mejorar por sí mismo, a partir de una transformación interna.

Se pensó que Juan Pablo II llegaría a la isla caribeña para proporcionar cambios políticos y como consecuencia cambios en lo social y lo económico. Vino, pues, la decepción, cuando vieron al líder del Cristianismo reunirse con el dictador Dr. F. Castro y estrechar lazos amistosos; mientras que la situación general del país se tornaba cada vez peor. Luego, con Benedicto ocurría algo similar, su mensaje pleno de misticismo y de alto contenido en lo intelectual, como ya no es habitual en estos tiempos, dejó sorprendidos a aquellos que habían trazado su plan de reformas en torno a la visita del ilustre Papa. Recientemente con Francisco, las expectativas eran sorprendentes; las circunstancias son otras, el pueblo está en la desesperación y la incertidumbre, ya dejaron a un lado el estar escondidos y el callar a todo; hay movimientos populares de opositores, partidos no oficializados, periodismo independiente por doquier; pero aun así, el noble anciano prefirió ignorar los males de un pueblo inmerso en la desesperanza y situarse, al menos aparentemente, junto a Raúl Castro y sus altos mandatarios.

El pueblo cubano sobrevive en medio de una sumisión obligada ante la atroz represión. Las más de 2 500 detenciones por motivos políticos en los dos primeros meses del año, según las declaraciones de la Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional (CCDHRN), es una muestra convincente.

Marzo trae la gran sorpresa a los cubanos. Todos esperan la próxima visita del ejemplar presidente de los Estados Unidos de Norteamérica. ¿Pero qué ocurrirá realmente en el pueblo cubano con la visita de Obama y con el reencuentro de los mandatarios de ambas naciones? No hay que consultar los astros, ni a los “profetas”, ni a los representantes de las tendencias sincréticas –tan arraigadas en la mayor de las Antillas– para tener una visión futura del acontecimiento.

Lamentablemente no ocurrirá nada. No es Obama quien desencadenará los esperados y necesarios cambios en Cuba. Su estancia seguirá un rumbo similar a las visitas papales. No es pesimismo, ni sentimientos derrotistas, sino saber asumir y enfrentar la realidad.

Los sucesos estremecedores de Venezuela y Bolivia no necesitaron de la intervención externa de ninguna figura religiosa o política. Las transformaciones que pongan fin a los más de cincuenta años de dictadura comunista –la peor del continente americano a través de los tiempos– solo tendrán lugar a partir de la disposición de los propios cubanos.

La visita de Barack Obama será la reafirmación de lo ya percibido en la cumbre de las Américas celebrada en Panamá: Cuba se aísla del contexto latinoamericano. Su rol vanguardista junto a la Venezuela de Chávez quedará como un suceso tenebroso de la historia continental.

Con mucha sutileza el actual presidente cubano se aproxima al país más poderoso del mundo. Entre exigencias desmedidas y demoras excesivas de soluciones a propuestas; pero se aproxima, diríamos que llegó, y aunque es demasiado pronto, al parecer para quedarse, lo que sin duda, es un logro.

No obstante, hemos de ser pacientes, recordemos que los hechos que generan grandes transformaciones no tienen lugar en un instante. Los sucesos de la antigua URSS son un ejemplo en este sentido. Fue necesario un proceso de gestación de ideas en un inicio, que con el tiempo se fueron materializando, hasta que advino el gran giro que cambió el curso de la historia, no solo de Europa, sino del mundo.

Pero para esta gran revolución se necesitó una figura con nuevos bríos e ideas renovadoras, capaz de mostrar el verdadero rostro de los males que durante décadas fueron ocultados. Es justamente esto lo que ha faltado en Cuba, un líder capaz de llegar hasta el seno de la corrupta élite y desde allí desenmascarar los males del gobierno y presentarlos ante el mundo, como hizo Gorbachov en su tiempo. Mientras un conjunto de ancianos anquilosados estén perpetuados en el poder no habrá cambios radicales en la isla. Barack Obama no hará el milagro, no es el encargado de ofrecer posibles soluciones a los males que durante medio siglo han sostenido a la sanguinaria dictadura de los Castro.

Written by CubaNet

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